La casa, algo vieja y destartalada, parecía vacía, lo cual
no era de extrañar. El campo estaba siendo utilizado como campo de batalla por
las dos facciones enfrentadas. Aunque se habían desplazado y ahora esa zona
formaba parte de sus dominios, los tiros y las granadas aún resonaban en los
oídos del hombre que, apoyándose en la puerta, caminó desmayadamente hacia el
interior del granero mientras se sujetaba el estómago. Un maldito soldado
enemigo rezagado le había sorprendido en la espesura , aunque le había disparado,
él también se había llevado su parte.
El granero estaba vacío, lo que era normal ya que dado el
estado de emergencia de la región los animales habían sido retirados y la gente
evacuada a lugares más seguros.
Se echó en un montón de paja, mirándose las manos
ensangrentadas. ¿Cuándo acabaría esa absurda guerra? Él se había alistado
porque quería servir a su país, pero alargar tanto esa situación empezaba a ser
ridículo. Ellos, simples peones de los de arriba, mataban y morían, como piezas
de ajedrez, sacrificables por los altos mandos militares que disponían de ellos
como querían.
Respiró hondo. Todo le daba vueltas, aquella herida tenía
que ser examinada por un médico… Cogió con las manos temblorosas el dispositivo
de comunicación, sin embargo, no llegó a encenderlo.- No llegarán a tiempo.-
Al oír la voz, el soldado se intentó erguir para ver su origen. Un joven de
edad indefinida y vestido de negro, estaba allí, sentado sobre un tocón de
madera que alguna vez había servido para cortar leña, aunque a primera vista el
soldado habría jurado que no había nadie.- ¿Quién… quién eres?- Aquel
hombre, aunque tranquilo, despedía una sensación extraña, una sensación de que
no pertenecía a aquél lugar. Palpó en busca de su arma.- No te servirá de
nada. Usaste tus últimas balas contra aquél soldado, recuerdas?- ¿Cómo
podía saber eso? ¿Le habría seguido? No… pero era imposible, no había nadie…
Debía de estar soñando, sólo podía ser una alucinación. Un delirio.- N-no eres
real… sólo estás en mi imaginación.- El hombre sonrió enigmáticamente
pero no dijo nada.
El soldado cogió el dispositivo y lo encendió, emitiendo una
alarma de socorro. Sus compañeros conocerían su posición.- No llegarán a
tiempo.- El hombre aún seguía allí aunque intentó no hacerle caso. Sin embargo,
algo lo mosqueaba. Las alucinaciones de los delirios solían ser de alguien a
quien conocías, tu madre, tu amigo… ¿Se estaría volviendo loco?- ¿Quién… quién
eres?- El otro sonrió, dándose la vuelta hacia él.- ¿Eres
creyente, Brent?- Brent ni se sorprendió de que conociera su nombre.
Después de todo, era una alucinación… ¿no?- Claro que lo eres.- Sus ojos
se posaron en el colgante con forma de cruz griega que Brent tenía en el pecho.-
Entonces quizás te resulte más fácil entender quién soy y qué hago aquí. Mi
nombre- dijo acercándose- es Azrael.
El ángel de la muerte.- Brent contuvo la respiración. ¿Ángel? Pero si
sólo era un hombre.
Un hombre loco que estaba tan tranquilo en una zona de
guerra.- ¿Me esperabas de otra manera, Brent? ¿Me esperabas con alas y una
cruz o algo por el estilo? ¿Por qué debería responder a las representaciones
que los humanos han hecho de mí? No son reales. Tal vez otros de mis compañeros
prefirieron manifestaciones más gloriosas en tiempos antiguos, pero el hecho es
que a mí me gusta más ser discreto.- ¿ti…tiempos antiguos?- Balbuceó
Brent. Ya ni se preguntaba si lo que veía era o no real. El dolor en el vientre
comenzaba a remitir.- Claro,- dijo Azrael con calma.
- Vivimos desde hace mucho tiempo, realizando nuestra
labor. Cada uno de nosotros tiene una labor en particular, aunque hemos tenido
varios nombres, nombres que los humanos nos habéis dado según el sistema al que
nos creíais pertenecer. Así, a través de los tiempos, a mí me han conocido por
ejemplo, como Mordad por los habitantes de Persia, Thanatos por los griegos,
Mors por los romanos, Sokar por los egipcios, entre otros. También otros de mis
compañeros han ido tomando distintos nombres.- Brent le miraba, entre
incrédulo aterrado.- No tengo manera de probar lo que te he dicho, pero
tampoco tengo intención de hacerlo. Hoy tengo otro asunto pendiente aquí.
Tienes que venir conmigo.
Brent tragó saliva. ¿I-iba a morir?- A todos les llega su
hora, Brent. Pero tranquilo. Lo que has de sufrir ya lo has sufrido.
Tánatos se acercó a Brent y le tendió la mano.-
Levántate.- Con una lenta sorpresa, Brent se levantó a duras penas, dándose
cuenta de que su estómago… ya no le dolía. Tánatos le sonrió.- Vamos.-
Sin embargo, Brent aún no estaba preparado. Miró a Tánatos, algo suplicante. Y
habló.
-
Venga, venga!- Dijo el
cabo Fork entrando con algunos soldados en el granero abandonado- Quiero
encontrar a Brent a tiempo para llevarlo con la unidad médica! Tenemos suerte
de que haya encendido el dispositivo… Si no…- Apretó los dientes.
Aguanta, Brent, pensó. Ya estamos aquí.
Sin embargo, era demasiado tarde. Un hombre vestido de
negro, joven, estaba en la puerta.- Ya se ha ido.- Fork le apuntó con el
ceño fruncido.- Eso es mentira! ¿Y tú quién eres? Esta zona ha sido
evacuada!- El desconocido se acercó tranquilamente haciendo caso
omiso al cañón del arma del militar- Su hora había llegado. No habríais
podido hacer nada.
-
¡Te he hecho una pregunta!
¡Responde!
-
Si te dijera lo mismo
que le dije a él, no me creerías. No lo harías, como hizo él. Sin embargo,
te lo diré. Soy la Muerte.- El disparo resonó en el granero y todos los
soldados volvieron la vista hacia Fork y el desconocido, que seguía ileso.-…
y, como te imaginarás, es inútil tratar de matarme a mí. Brent quiere que te de
esto para su mujer.- Le alargó un sobre, que Fork renunció a coger al
principio. No podía ser verdad. No Brent… - Y que lo siente por lo de Little
Hill.
Las lágrimas empezaron a caer por el rostro de Fork. Brent…
-
No sufrió demasiado.-
con estas palabras, el desconocido abandonó la nave.
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