-¿A Tokio?- Maboroshi-sama, sus conocimientos
sobre física cuántica nos pueden servir de gran ayuda ahora en Tokio.- El
hombre con traje de color negro y gafas oscuras la miró gravemente.- Imagino
que sabe lo que ha ocurrido hace un par de semanas en Tokio, ¿verdad?- Ella
asintió, asustada. – La ciudad está en caos, la mitad de la ciudad está en
cuarentena y están apareciendo nuevas formas de vida continuamente a la vez que
desaparecen… no entendemos qué está pasando… La necesitamos allí ahora.- Mai
miró atrás, al salón de su casa. Hayato estaba comiendo con el pequeño, con
Keita, que en este momento miraba la escena con curiosidad, dejando gotear un
polo de limón que había de postre, lo cual formaba un pequeño charquito
amarillo en el centro del plato.- Piense en ellos.- Le dijo el hombre en un
susurro.- Todo cuanto conocemos, cuanto amamos… podría cambiar de un momento
a otro. Necesitamos conocer a qué nos enfrentamos. La necesitamos a usted, y
Tokio es el único lugar donde puede servir.- Ella le miró de nuevo,
dubitativa.- Pero no ha sido sólo en Tokio, ¿verdad? He oído que en Sudamérica
también está habiendo problemas.- Su marido, su hijo… Su familia…
Amigos… - Eso es en Sudamérica, tenemos personal en ello… Pero usted tiene
que estar aquí. Le necesitamos, Maboroshi-sama. Su país le necesita.- Ella siguió
dudando.
Lo que le habían dicho era tajante. Tenía que apartarse de
todo cuanto conocía, su trabajo sería secreto. Los efectos a los que se les
expondría en Tokio serían desconocidos y no podían arriesgarse a que
contaminaran al resto del país. Y tampoco podían permitirse filtraciones de
información. Era una ruptura con todo. Además, aunque aquél hombre no lo
hubiera mencionado, había una amenaza implícita bajo sus palabras inexpresivas.
No era conveniente que lo rechazase.
Pero allí las cosas ya no eran como antes. Ya no eran como
aquél día, ahora tan lejano, en el que el pequeño Keita hacía lo que fuera por
hacer feliz a mamá. Desde hacía unas semanas, el pequeño había cambiado. Tal
vez los psicólogos intentasen achacarlo a una pubertad anticipada, pero lo
cierto es que nadie se volvía un témpano de hielo de la noche a la mañana
porque se estuviera convirtiendo en adolescente antes de lo previsto. Y algo le
decía que todo aquello de Tokio tenía algo que ver. Apretó los dientes y volvió
a la mesa.- Voy… Voy a aceptar el trabajo.- Hayato sonrió, intentando
quitarle hierro al asunto. Keita no dijo nada. – Un coche la recogerá a las
8. Tenga preparado lo más indispensable.
El resto de la comida y la tarde pasó en un silencio tenso
mientras ella colocaba en una maleta lo más importante, un silencio sólo roto
por las preguntas del pequeño.- ¿Te vas?- dijo, cuando la vio colocando ropa sobre su cama. Ella se
agachó frente a su hijo y le tomó por la cintura.- ¿Recuerdas al señor que vino antes?
Ese señor me dijo que había algo en Tokio muy complicado y que me necesitan
para resolverlo.- ¿Y por qué no puedes resolverlo desde aquí?- Ella
sonrió. En su casa tenía un ordenador con varios programas de simulación y
cálculo en los cuales muchas veces podía hacer parte de su trabajo, era lo que
Keita sabía.- Porque la gente todavía no sabe lo que hay allí, y para mandármelo
tienen que saber lo que es.- El niño la miró con los ojos abiertos
como si entendiera de verdad lo que quería decir, y ella sonrió y le dijo que si podía ayudarle
a recoger la ropa para meterla en la maleta.
Era la hora. Mai Maboroshi cerró la maleta con un clic y la
cogió, dispuesta a salir a por el coche. En el último rato, su hijo había
desaparecido… Su único hijo… De joven nunca había pensado que alguna vez
tendría una familia, de hecho odiaba a los niños. Sólo estaba centrada en su
trabajo. Eran unos años que no le gustaba recordar. Todo había cambiado cuando
conoció a Hayato, él había traído luz a su vida y la esperanza de una vida
feliz y tranquila en familia. Esperanza que se desvanecía con los sucesos de
Tokio, con su trabajo. Se sentía de nuevo lejos de Keita, lejos de Hayato.
Lejos de su familia…
Su marido le dio un beso.- Todo va a salir bien, cariño.-
Le dijo él sonriendo mientras la abrazaba.- Hablaremos todos los días, ya sabes, como en los
viejos tiempos.- Ella rió, recordando su relación por Internet, cómo
había funcionado y cómo él se había acabado desplazando a Osaka para conocerla
y, poco más tarde, vivir con ella. De nuevo le dio la punzada de rechazar el
trabajo, pero se obligó a sí misma a apretar los dientes y seguir. Lo que
estaba pasando en Tokio y en Sudamérica… Aquellos accidentes… Su instinto le
decía que eso era el inicio de algo grande. Algo que cambiaría el mundo. Y quería
que, al menos, su familia, siguiera viva.
Keita se encontraba esperando en la puerta. Era de esperar
que un niño llorase al separarse para siempre de su madre, como ella le habría
explicado, sin embargo él no había derramado ni una sola lágrima. Estaba allí,
de pie, como si ella se fuese a la compra o a dar un paseo y él hubiese ido a
despedirla.- kaasan.- Ella se puso en cuclillas y lo abrazó.- ¿Vas a
investigar ese lugar?- Sí, Keita-kun… Te prometo que hablaremos a menudo, ¿Vale?
Pórtate bien y cuida de papá.- Él seguía serio.
- - Kaasan.
El hombre de las gafas oscuras apareció por la puerta de
nuevo.- Es la hora.- dijo. Maboroshi Mai salió al jardín de su casa,
viendo el coche que se apostaba en la puerta.- ¿Lo llevas todo, cariño?- Dijo
Hayato.
- - Kaasan.
Se despidió de su marido con un beso y un abrazo muy fuerte.
Las comunicaciones estaban seriamente vigiladas en el interior de las
instalaciones, según le había explicado el hombre de negro. No podrían hablar
tanto como hubieran querido. Se inclinó hacia su hijo, que seguía estático e
inexpresivo.
- - Kaasan.
Con lágrimas en los ojos, Mai se volvió a levantar y giró
sobre sus talones en dirección al coche. El hombre metió su maleta en el
maletero y a continuación le abrió la puerta trasera.
- - Kaasan.
- - Keita, cariño…- Su madre
le saludó desde la ventana.- Te quiero mucho, mi amor.
- - Kaasan.
Según se fue alejando, siguió mirando por la ventana a su
familia. Su marido la despedía en la calle, sonriendo y agitando la mano, y
sobre la pared del jardín se había subido su hijo sobre aquel contenedor que
siempre tenían y siempre se olvidaban de tirar.
-“Kaasan”
Con lágrimas en los ojos, Mai se giró hacia delante, incapaz
de volver a ver los labios de su hijo pronunciar esa palabra.- ¿Có-cómo ha
dicho que se llama la organización que lleva todo esto?- El hombre
de negro sonrió ligeramente.- La organización que trabaja para restaurar el
orden en Japón… Y el resto del mundo… La organización para la que usted trabaja…
Se llama Sindicato.
*Kaasan significa "Madre".
*Kaasan significa "Madre".
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