viernes, 13 de julio de 2012

Las puertas del centro comercial se abrieron,



y los cuatro entraron a aquél paraíso del consumismo, lleno de luz y color.
KEITH COLD
Keith L. Cold A.K.A Rei
ANNA SALAZAR
RIOCO SAITO
Kanae Godall


Keith Cold miró en derredor, sin variar la expresión fría de su rostro. ¿Por qué le habían molestado en sus vacaciones y le habían hecho cuidar de aquellas patéticas crías? Con haber puesto a Anna de niñera no le necesitaban a él. Pero al parecer su contratante había visto más allá, o simplemente tenía ganas de fastidiarle un poco. 
A Rioco le brillaron los ojos de la emoción y, mirando a Kanae de reojo, comenzó a mirar todos los escaparates que mostraban fabulosos pasteles o increíbles piezas de ropa que parecían sacadas de un cuento de hadas, seguida por una Kanae que nunca había ido a un centro comercial simplemente a comprar.
- ¿Podemos ir a la sección de juguetes?- Dijo Rioco Saito poniéndole morritos a Keith y haciéndole a Kanae una seña para que la imitara.- Porfaa, porfa, porfaporfaporfaporfaaa...- El asesino le dirigió una fría mirada y a continuación, sin decir nada, miró a Anna para ver qué decía.- Niñas, primero tenemos que mirar todas las tiendas, ¿vale? Me han hecho prometer que compraría insecticida y quiero saber si lo venden, aquí.- Keith no dijo nada y siguió caminando. A él sólo había una tienda que le importaba, en todo aquél complejo consumista y capitalista: La armería. Pero él también había prometido hacer de canguro, luego no tenía otra opción. El jefe sabría si había cumplido. Y no podía hacer otra cosa.

Y así fue como la extraña e improvisada comitiva cruzó las puertas automáticas del lugar, la niña de pelo castaño en cabeza buscando la sección de videojuegos, seguida por una desconcertada chiquilla de 10 años de pelo rosa y un gorro en la cabeza. Poco después iban Anna, con sus sempiternos goggles, y Keith, con las manos en los bolsillos mirando discretamente alrededor. Había oído que uno de los jefes de una organización de la competencia quería liquidarle, si hubiera tenido sentimientos habría soltado una carcajada. ¿Liquidarle? ¿A él? Cualquier inconsciente que intentase "liquidarlo" estaría muerto antes de llegar a apuntrarle. Además, no iba solo. Anna también tenía sus propios "ases bajo la manga" y la pequeña Kanae no estaba indefensa.
Así pues, estaba tranquilo, simplemente vigilante a ver si veía alguna cara conocida. Cuando Rioco y Kanae se detuvieron en una tienda de regalos ("de pongos" decía Rioco."porque esos se los regala la gente mayor y los aceptan muy sonrientes, entonces cogen, se los llevan, los abren en casa y dicen: ¿dónde lo pongo?"*) a mirar un perrito cejudo que movía la cabeza a los lados, Keith lo vio por fin. Aparentemente era sólo un transeúnte que miraba un escaparate... ¿pero en serio un hombre con esas pintas miraría una tienda de ropa de lujo de mujer? 
Por otra parte, las niñas sonrieron. 

- Ay, es que es tan mono... Dijo kanae con las manos pegadas al cristal mientras Rioco Saito miraba toodos los artículos de la tienda. Sin embargo, Anna no estaba muy convencida.- Oye, que vale 60 dólares...- Kanae se volvió, y ésta vez fue Rioco quien le devolvió el favor poniéndole ojitos, de manera que, poco después, el perro cejudo estuvo en las manos de una pequeña y- ahora feliz- diclonius, que seguía a través de la tienda a Rioco, que parecía olfatear algo como un sabueso.- ¡¡Ajá!!- Dijo irguiéndose triunfante y poniendo una mano a modo de visera como si fuera un vigía, oteando en el lejano horizonte un cartel de un videojuego.- ¡La sección que buscamos! ¡Vamos, Kanae!

Y, antes de que cualquiera de los jóvenes pudiera hacer nada, las dos pequeñas ya se habían esfumado en dirección a la tienda.- Bueno,- Dijo Anna.- Ahora tenemos tiempo para dar una vuelta... Y dedicarnos más a nuestros asuntos...- Se pegó más a Keith y sonrió. Pero él sabía que sólo era una manera de hablar para que el que les seguía no se supiera descubierto. Sus asuntos eran él. Él y los suyos.

Dicho y hecho, no pasó mucho tiempo hasta que Keith los viera. Vestidos como si fueran simples ejecutivos, trabajadores, sin embargo se les notaba. No eran lo que uno llamaría "jugadores limpios". Dejó la hermosa Desert Eagle que estaba observando y le hizo una seña a Anna.- Tendrás que perdonarme, rubita... Tengo que ir al baño.- Ella sonrió. También los había visto.- Aprovecho y voy yo también.

El cuerpo inerte del sicario golpeó la pared del solitario pasillo de los baños del aparcamiento, cayendo ensangrentado y lleno de golpes. Anna se acercó, sonriendo, y colocó una bota sobre él. Su piel, ahora de color plateado, emitía un brillo acerado que auguraba un destino muy negro para quien se cruzase con ella, como habían podido comprobar esos caballeros. - Bien.- Dijo en voz alta.- Éste ya está. ¿Cómo vas tú por ahí?

Keith Cold, también llamado Zero cuando estaba de servicio, no contestó inmediatamente. Los dos hombres con los cuellos partidos habían sido situados estratégicamente en dos baños cuyas puertas había cerrado cuidadosamente antes de salir por encima.- No lo dejes todo hecho una porquería. Y sé más cuidadosa. Casi he podido oír gritar a ese último.- Su voz resonó desde el baño.- Porque le he dejado.- Replicó ella, fingiendo ofensa. Después, en otra de las tazas de váter, se volvió hacia el tercer hombre, el que les había seguido, que se encontraba en el suelo con la cara sobre la taza. -¿Y bien?- dijo.- ¿Dónde están los refuerzos? ¿O no me digas que esperabas derrotar a Zero sólo con cuatro hombres? Tu jefe renegaría de ti. Así que habla.- Y, diciendo esto y sin darle oportunidad a hablar, le metió la cabeza de lleno en la taza y volvió a tirar de la cadena, provocándole de nuevo ahogamiento. Lo sacó violentamente, y éste balbuceó, con un hilillo de voz:- Nosotros sólo somos... señuelo... niñas...- El gorgoteo del agua volvió a sonar en sus oídos, su boca y su nariz, y sintió el pie del asesino empujar su cabeza hacia abajo.

Anna volvió a salir al pasillo del baño de mujeres. 
Había dejado a aquellos tipos como Zero le había dicho antes de llegar, aunque hombres en el baño de mujeres tampoco quedaría muy ortodoxo.- ¿Acabas ya o te aprieta mucho?- Dijo con sorna mientras se limpiaba las manos con papel higiénico. Oyó una última cadena, y Zero salió del baño de nuevo, permitiendo a Anna volver a admirar al joven. Con sólo 19 años, el chico había acabado con tres sicarios armados sin pestañear ni usar sus poderes y había interrogado a uno de ellos hasta la muerte, y lo único que daba a entender dicha situación era que su zapato estaba un poco mojado. Ni siquiera tenía la respiración alterada. - Van a por las chicas.- Dijo éste. 

Y no fue necesario más. Ambos dos volaron hacia la sección de videojuegos, abriéndose paso entre la gente como podían y vislumbrando un círculo de gente en la zona de videojuegos. Anna se imaginó la situación, los cadáveres de las dos tiernas niñas ante una videoconsola manchada de sangre por el disparo, y el sicario escapando en el tumulto. Vio cómo Keith ya buscaba algo fuera de lo normal, entre la multitud que se movía intentando ver y murmuraba perpleja. 

Y era para menos, sobre todo cuando, con el corazón casi en la boca, Anna apartó a las dos viejas de primera fila y se encontró con Un gigantesco demonio sujetando al aterrado sicario enseñándole su sonrisa dentada, y una Rioco que, mientras jugaba con Kanae a los Arcade, sacaba la lengua al verla en señal de disculpa. 
Keith suspiró quedamente. Desde luego, toda aquella jornada había resultado de lo más edificante, incluso había aprendido a no meterse con la pequeña Diclonius ni Rioco Saito, la invocadora de demonios. Sólo de quedaba una duda... ¿Por qué le habían encargado preocuparse por ellas? De repente, cayó en la cuenta, cuando Rioco se acercó a él pidiéndole dinero y Kanae miraba preocupada cierta ranura en las máquinas.- He atrapado al malo... ¿Podemos jugar un poco más?





*: El chiste de los pongos es un chiste de mi prima de 10 años de verdad :P

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