Caminó por el túnel en penumbra, dejando atrás el fuego y el estruendo. La gente gritaba y agitaba palos. Algunos tenían fuego en un extremo. Sus pasos empezaron a resonar cuando pisó un charco. Notaba el brillo del fuego y el estruendo de la multitud enfurecida lejos, a pesar de que no habría caminado diez metros. Notó cómo el pasillo se iba elevando bajo sus pies, y siguió caminando, intrigada por ver qué es lo que había al otro lado. Por ver todo lo que había al otro lado. ¿Estaría allí? No, ella ya lo había visto en las manifestaciones, junto a la multitud. Como todos.
Pero, entonces, ¿Qué quería que viera? Como quien le insinuaba que guardaba un secreto sin dárselo a entender cllaramente, le había indicado el viejo túnel del tren. Las vías viejas, oxidadas, hendían la roca como el cuchillo de un carnicero, horadando la montaña de lado a lado. Al menos, eso había sido cuando aún funcionaba. Ahora los derrumbamientos la habían vuelto impracticable. Así que, ¿qué querría él allí? Después de indicarle la dirección de la gruta y hacerle el símbolo del silencio, se había vuelto a erguir entre la multitud y había seguido agitando el puño en señal de protesta.
Con la linterna enfocó varios metros hacia delante, topando con un derrumbamiento. Era imposible que alguien atravesase ese lugar. No podía seguir. Lo que él le había indicado, al parecer, estaba condenado a permanecer en el olvido.
Se dio la vuelta, dispuesta a volver a marcharse y fundirse con la furiosa masa de personas de nuevo, pero un brillo llamó su atención.
En una de las paredes había una puerta.
Vieja, de madera, la puerta estaba cubierta de polvo, y su pomo tenía óxido. ¿De dónde había llegado aquel brillo?
La penumbra no inspiraba mucha confianza sobre aquella puerta, así que decidió volver a unirse a sus enfurecidos compañeros, pero de nuevo otro brillo le hizo volver la mirada hacia la puerta y encaminarse hacia ella. La curiosidad mató al gato, supuso. Supuso que cualquier otro habría vuelto a la algarabía, pero no podía permanecer ajena al misterio ¿Qué había....? Cuando llegó a la puerta, advirtió que había un botón. Sin más.
Un botón blanco, sin ningún tipo de indicación, decoraba el centro de la puerta, a la altura de la mano. Miró a ambos lados, no había nadie. En dirección a la salida aún había un brillo rojo. Se oían las voces de los demás fuera.
Apretó el botón.
La puerta se abrió, mostrando unas escaleras, a lo largo de las cuales se fueron encendiendo unas luces iguales que las de una mina, sujetas por un cable a la pared.
Escalón a escalón, subió la escalera. Ya que había llegado hasta allí, no se iba a echar atrás. No era de rendirse fácil.
Al fondo vislumbró una puerta, alumbrada por la tenue luz parpadeante de los faroles de la pared. Ya no se oía nada.
Una puerta fría, esta vez de acero, que pegaba con aquella gruta en la que se encontraba.
Frunció el ceño, con decisión. Fuera lo que fuera lo que él le hubiera indicado, se encontraba detrás de aquella puerta. Y lo iba a averiguar.
Lentamente, con un sonido de engranajes, la puerta comenzó a abrirse. Notó una corriente de aire fresco escaparse, dándose cuenta del calor que hacía allí dentro por vez primera.
El interior también estaba en penumbra, pero justo enfrente había un gran ventanal que daba algo de luz.
Y, delante de este ventanal, una figura observaba el exterior.
Él dejó el vaso en la mesa que tenía detrás.
Su silueta se volvió de frente hacia la puerta, mirando directamente al visitante.
- ¿Te lo estás pasando bien?
Cuando éste se acercó al ventanal por inercia, vio lo que observaba su anfitrión: Las multitudes, enfurecidas, lanzaban explosivos y balanceaban carteles y palos.
Él sonrió, mientras se apoyaba en la mesa y miraba a los manifestantes. Entonces las sombras se aclararon y ella pudo ver un poco más la habitación, y a su anfitrión.
La bóveda de cemento hacía pensar en una celda, las manos rojas que la manchaban no tenían muy buena pinta, al igual que el gramófono cuya campana dejaba oír una canción que sonaba antigua, de fondo.
Al otro lado había un pequeño estanque, que más bien era un charco, con un bulto en el que él fue a sentarse y que, aunque al principio parecía una piedra, luego resultó ser una tortuga de anormal tamaño, que sacó la cabeza perezosamente para observarla.
Entonces, se fijó en él. El que le había enviado allí. La respuesta se formuló casi al tiempo que la pregunta, al ver un aparato en la ventana que parecía mover un sistema de hilos que salían de allí, una cruz como las que se utilizaban para manejar a las marionetas.
Sin embargo, la versión de allí de su amigo era algo diferente de la que había visto anteriormente. Lo primero que llamaba la atención eran los ojos, que en vez de ser normales, eran completamente negros y con iris amarillo. Una excentricidad más en aquella extraña cámara en la que él se parecía sentir a gusto. Una mesa con algunos papeles estaba ante el ventanal, dándole a quien se sentara una buena perspectiva de los acontecimientos de fuera una vez se girase.
Él repitió su pregunta:- ¿Te lo estás pasando bien?- Al ver que ella, confusa, no respondía, señaló a la ventana, levantándose y volviendo allí. - No durará mucho más. En unos cuantos meses, apenas nos acordaremos. Es una de las cosas que tiene el mundo.-
Ella se dispuso a replicarle, enfadada. Hasta ese momento había creído que él apoyaba todas aquellas revueltas. Todos estaban unidos, ¿no?. Él pareció leerle el pensamiento.- En realidad sólo es un pequeño hobby, quiero decir, tengo que entretenerme con algo.
Su silueta y sus desconcertantes ojos observaban fríamente la multitud.
- Todo esto es temporal. Instantáneo, si me permites una perspectiva más amplia. Una instantánea explosión de energía, que se apagará igual que empezó. Porque para eso estaba diseñado.
Los que han provocado todo esto lo sabían. Son profesionales, por dios. Aunque os parezca que no, saben lo que hacen y las reacciones que provocan.
Todo esto... Las detenciones... los derrumbamientos... no son más que un entretenimiento.- La miró, aún de espaldas, su cara se reflejaba en el cristal.- Tienen que hacerlo. Mantener a la masa entretenida. No hay animal cuya respuesta sea más predecible que la multitud humana.
Volvió a coger el vaso, y bebió un trago, ofreciéndole otro igual, a lo que la visitante reclinó. Él se encogió de hombros, haciendo tintinear sus hielos.
-"El mundo está cambiando", dicen. Idiotas. El mundo cambia tan rápido que ni siquiera ven las consecuencias de esos cambios. No tenemos que fijarnos en eso. Tenemos que fijarnos en los grandes, en la tendencia de los cambios. En como cambian los cambios. Ya lo sabes, ¿verdad?- Sin saber qué hacer ni donde sentarse, la visitante le miró, interrogante. Él pareció darse cuenta, y le señaló el caparazón de la gran tortuga, que había vuelto a desaparecer en su interior.
Sin muchos ánimos ella se sentó, dispuesta a escuchar todo lo que tuviera que decir.
- Todo esto no es más que un pequeño entretenimiento, un juego con el que mantenernos entretenidos.- Ella se volvió a indignar. ¿Cómo era posible que pensara eso? ¡La libertad de las personas estaba en juego! Ni siquiera hacía caso a la tortuga, que ahora olfateaba sus pantalones.- La libertad de las personas está intacta. Lo que han hecho ha sido simplemente coger una de las pelotas grandes de la caja. Se la puedes intentar quitar, pero hay otras muchas. Sólo están removiendo el patio un poco. Y la gente está respondiendo.Como era previsible.- Por mucho que le fastidiase la idea, ella misma había hablado a los demás de la predictibilidad de la masa... Se enorgullecía de ser diferente, pero en aquella empresa no hacía más que seguir al resto, como el resto también seguían al rebaño.
- No vale la pena.- Dijo él, mirando al tumulto de fuera.- No vale la pena agitarse por esto. Cosas puntuales. De acuerdo, es divertido hacerlo durante un ratito. Indignarse . Dejarse llevar por el entusiasmo general y la adrenalina.
Los gritos y golpes sonaban, de nuevo, como acercándose.
- Pero recuérdalo. Esto es sólo un pequeño paso. Este hecho puntual no importa. Lo que importa son los cambios a nivel de la estructura del mundo. Porque la masa va a seguir siendo la masa. Así que lo más inteligente es sentarse, y disfrutar del espectáculo.
Y, dicho esto, lo hizo. Se sentó en su gran sillón con orejas, y lo giró para mirar a la ventana, con el vaso con hielos que tintineaban. Su silueta se recortaba de nuevo contra la luz de fuera.
El sonido de voces, gritos y caos se hacía cada vez más palpable.- No sé qué querrás hacer- dijo él, de espaldas. Sólo se veía su silueta en la luz del ventanal, como un halo que envolvía a su protegido en un escudo de luz. El paisaje urbano más allá del ventanal desapareció, dando lugar a una luz brillante que sólo dejó ver una silueta en negro de su anfitrión.- Pero sé lo que yo te aconsejo. Siéntate y ponte cómoda... Y observa cómo cambia la estructura del mundo.
De repente, abrió los ojos, sobresaltada. La gente gritaba, a su alrededor, agitando palos y carteles, así como algunas antorchas. El griterío no le dejaba pensar con claridad. La maraña de gente la alejaba del túnel que él le había dicho que visitara...
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