La noche es joven. Y jóvenes son nuestros protagonistas que, despreocupados, caminan por una calle secundaria de Nueva York charlando y riéndose. El día veraniego invita a pasear, y su procedencia, española, les empujaba a las calles y a las plazas a disfrutar y a pasear.
Sin embargo, quien sabe si, demasiado confiados en el aumento de seguridad que se ha producido en la metrópolis estadounidense tras los atentados islamistas, no han ido demasiado lejos.
En su ruta entre la creciente oscuridad, sólo aderezada con farolas cuya luz cubre parcialmente la calle, van dejando en sus respectivos apartamentos a sus amigos. A veces solos, a veces en parejas.
Y, eventualmente, sólo quedan ellos tres. Se dirigen a la casa de la chica, ellos dos acompañandola caballerosamente, cuando algo surgido de un callejón los toma por sorpresa, agarrando a la chica en su salida.
- Vaya, tres ratoncillos ciegos salen de su madriguera... No tenéis miedo a que os coma el gato, ratoncillos ciegos?- la penumbra no les impide ver el brillo del cuchillo que sostiene con la otra mano, dispuesto a hundirse en su carne.
- Tranquilo...- intenta calmarle el primero. Alto, con buena planta y una mata de pelo rubio. El héroe que toda chica querría. Y, además, era buena persona. No se podría pedir más.- te daremos nuestro dinero. Sueltala por favor.
Pero el asesino, un ser sucio y rastrero, siempre ha odiado a los tipos populares como él.- dinero? Oh, ya tengo todo el dinero que necesito. Ahora sólo quiero jugar. Vas a jugar conmigo, héroe?- el asesino esbozó una sonrisa oscura y tenebrosa mirándolo.
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Miré a David. Su cara de preocupación por la chica, por aquello que estaba pasando. Era todo un héroe, el si que sabía como actuar en cada situación. Sus ojos azules observaban al asesino intentando averiguar sus decisiones. Sin embargo, yo... Yo estaba cagado de miedo.
El asesino se cansó de esperar, y con su sonrisa macabra colgando del rostro se empezó a llecar a la chica hacia el callejón. Pero el héroe no iba a permitirlo. Con un rápido movimiento, se lanzó hacia el otro, mientras esté obtenía lo que había ido a buscar.
El balazo resonó por la calle vacía, junto con el grito del asesino. El arma cayó a los pies del otro chico. David, en un último movimiento, le había confiado a él la situación.
Cogí el arma lentamente mientras oía los ruidos de Miriam intentando deshacerse del asesino, y, cuando volví a mirar, este la había dominado y la tenía atrapada.
Estaba temblando. Sus piernas estaban hechas de mantequilla y a duras penas se sostenía en pie. Ya no digamos disparar. Joder, el no estaba preparado para esas situaciones. Estaba cagado de miedo. Y el asesino lo sabía. Le hizo una seña con la cabeza. - Qué, tú no vas a seguir los pasos de tú amigo el héroe?- el otro tembló violentamente mientras le apuntaba. No sería capaz de disparar.
- Venga, dispárame.
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