miércoles, 28 de diciembre de 2011

Encuentros inesperados


Chô miró por la ventana de su clase, distraído como era común en él. La clase de matemáticas le importaba bien poco, ya se lo podría explicar su hermana mayor Hikari después. La lluvia golpeaba contra los cristales de la ventana, que parecía un marco del triste día que se podía ver en el jardín de fuera.
- ¡Yagami, despierta!- Miró al profesor de nuevo, sobresaltado, toda la clase le estaba mirando, se puso rojo hasta la raíz del pelo. –Parece mentira que con una hermana como la tuya, seas así de despistado, hijo.- Le dijo el profesor, severo.- ¿Puedes decirme cómo se hace…- A medida que pasaba la clase, Chô volvió a aburrirse. ¿Pero cómo querían que atendiese todo el rato como un buen chico con el rollo que le estaban soltando? Miró de reojo por la ventana y volvió a mirar al profes… volvió a mirar por la ventana, sin creer lo que acababa de ver. La silueta, a unos cuantos metros, tenía la mirada perdida. El pelo naranja goteaba sobre el suelo, con un aire melancólico. De pie, semi-oculto por la vegetación y con su armadura de cuello para abajo, Revan Yagami, en búsqueda y captura, parecía observarle, como un fantasma, desde fuera.
“¡Papá!” Emocionado por el suceso, Chô no pensó ni por un momento en lo extraño de la situación. Revan no iba a aparecer sin más enfrente de su clase, donde todos los chicos podrían verle, estando como estaba la ciudad en alerta máxima… ¿o sí? Sin embargo, Chô pidió ir al baño, y una vez fuera y con el abrigo, echó a correr hacia la puerta de salida. Una vez en el jardín miró a ambos lados y se acercó a la ventana desde la cual había visto la figura del Jedi. A pesar de que sólo le recordaba lejanamente pues se había ido cuando él todavía era muy pequeño, había visto una y otra vez las fotos que tenía de él, Revan con la X-Force (junto a los padres de Anna y Gabriel Salazar, que chico más raro ese Gabriel), Revan con su armadura, Revan combatiendo… Revan con su familia, con ellos.
Pero, ¿dónde estaba? Poniendo mucho cuidado en ocultarse a la vista de los estudiantes gracias a su “habilidad especial”, el chico buscó en la espesura por todas partes sin hallar ni rastro del Jedi. Según se iba alejando se fue relajando en su habilidad, no quería cansarse, que era lo que ocurría si la usaba demasiado tiempo. Estaba convencido… Revan le había encontrado, por eso estaba mirándole así… ¿dónde podría estar? ¿Habría visto también a Hikari? ¿Habría encontrado a su madre, donde quisiera que estuviese? ¿Estaría…
-Eh, gilipollas.- Enfrascado en su búsqueda y en sus pensamientos. Chó había ido a meterse de lleno en un territorio que según se veía, no le convenía para nada.
- Estás en nuestro territorio, idiota, sin permiso.- Dijo Brian Bagger, y de la caseta que había detrás del edificio escolar salieron el resto de su pandilla, la más temible de la escuela. Y de entre ellos, el más temible era Brian. –Sí, idiota- Corearon el resto del grupo. Jugadores de fútbol (Fútbol americano), y con todas las papeletas para ser luchadores de lucha libre, los seis armarios miraron al enclenque chico con cara de querer partir huesos. –Sabes lo que pasa a los que invaden nuestro territorio, ¿verdad, canijo?- Dijo Brian mientras se acercaba a Chô, que se alejaba. Claro que lo sabía. El otro día Matthew Wells había llegado a clase con un brazo roto porque se había atrevido a contestar a una de las bravuconadas de Brian, y con magulladuras por todo el cuerpo. Así que él estaba listo. Dio con la espalda en una pared de ladrillo, lo habían acorralado… Vaya… el ladrillo era bastante duro para su cara…
- Te vas a enterar, idiota!
- Brian…- Uno de sus amigotes le tocó el hombro y señaló a unos metros, con una mirada muy significativa, Chô siguió la dirección de su dedo, y dio las gracias al cielo por el vínculo telepático que compartía con su hermana. Había estado a punto de no contarlo, si había alguien que podía vencer físicamente a Brian y a su pandilla, esa era Hikari, y ellos lo sabían. Ella, sin decir nada se acercó hacia donde estaba el matón amenazando a su hermano. Éste suspiró al verla, ostensiblemente. Demasiado. Con ira, Brian Bagger le agarró de las solapas.
- ¿Te crees que tu hermanita va a poder salvarte esta vez, gilipollas? Escúchame bien, somos siete. ¡Siete! Aunque pudiera con cuatro de nosotros sólo necesito esto- Mostró su puño, del tamaño de su cabeza, amenazadoramente cerca del rostro del pelirrojo, y lo echó hacia atrás, listo para zurrarle.- Te voy a dar hasta que le duela a tu madre, aunque seguramente ya ni lo sienta.- Alzó la mano, aunque no pudo arrear el puñetazo debido a la asombrosa patada que había recibido por parte de alguien. A continuación todos los matones miraron a Hikari, pero ésta, tranquila, seguía, resguardándose de la lluvia, apoyada en la pared. Así que cuando sus mentes simiescas asimilaron que ella no había tenido nada que ver, miraron de nuevo al matón, en el suelo, bajo la bota femenina de alguien más.
Antes he dicho algo que era falso. Brian no era el más temible de la pandilla, no. Era ella.

Anna Salazar se agachó sobre Brian, que la miraba con ojos muy abiertos, y lo agarró de la ropa como él había hecho antes con Chô, para sacudirlo con violencia. - ¿Qué te he dicho de hacer bromas con los padres de nadie, gorila sin cerebro? ¿Eh? ¿Qué te he dicho?- Los otros se habían quedado paralizados, incluyendo a Chô que también la miraba con mucho miedo. A pesar de que, objetivamente, le había salvado de una paliza, su reputación la precedía y no tenía fama precisamente de buena persona ni de tranquila.
- Como te vuelva a oír metiéndose con sus padres, te heriré algo más que el orgullo, ¿me has entendido?-Dijo Anna, “olvidando” la patada con la que había derribado al matón de casi dos metros.- ¡Dímelo! ¡¿me has entendido?!- Sólo dejó de zarandearle y de gritarle cuando captó que él asentía débilmente con la cabeza. – Bien. ¡Vosotros!- Ladró a los otros secuaces- ¡¿Qué hacéis aquí todavía?! ¡Recoged a este idiota y meteos en vuestra madriguera!- Se quitó de encima del derrotado Brian, al que ayudaron sus amigos a levantarse y se fueron. Entonces se volvió a Hikari, pasando olímpicamente de Chô.
- Vaya, pero si es la niña-prodigio Hikari Yagami…- Dijo con una voz helada. – Anna Salazar-Replicó ésta en el mismo tono. La tensión podía cortarse con un cuchillo. Era obvio que Anna había atacado sólo porque Brian se había metido con un miembro desaparecido de la X-Force, Charlie Starsys. – Tengo una duda, Yagami… ¿cómo has sabido que estaba por aquí para defender a tu querido hermanito por ti? No has movido ni un solo músculo para hacerlo.
Chô sonrió, Anna Salazar no conocía la habilidad de Hikari para identificar a los demás por sus emociones, incluso aunque no los estuviera viendo. Su hermana era un verdadero prodigio, lo que no se podía decir tanto de él, claro. Pero a él no le parecía mal, ya que sabía que su hermana siempre estaría con él. Siempre.
- Intuición.- Dijo ésta, secamente. – Chô, vamos a clase otra vez.- Le ayudó a levantarse pasando por delante de Anna que la miró entrecerrando los ojos, fastidiada porque Hikari no había querido seguirle el juego. Vaya… Se parecía a su hermano Gabriel. Menudo rollazo, pensó.
De camino al instituto de nuevo, Chô se preguntaba cómo habría sabido su hermana dónde estaba, ésta le respondió como si le hubiera leído el pensamiento, rompiendo su mutismo habitual. – Tenemos un lazo telepático, ¿recuerdas? Puedo saber lo que piensas, sobre todo con la emoción que impregnaba toda tu mente. Y quería decirte… que no persigas fantasmas.- Chô iba a interrumpirla, airado, pero el aura de solemnidad que emanaba su hermana se lo impidió.- Si papá está aquí y quiere hablar con nosotros, déjale que lo haga a su ritmo, ¿de acuerdo? No te metas en problemas por algo que puede no ser verdad.- 
- No… Papá volverá a por nosotros. ¡Estoy seguro!- Dijo Chô mientras entraba en su clase, mojado y con el abrigo puesto.

Hikari, pensativa, se quedó mirando la puerta por la que había desaparecido su hermano.
“¿Dónde estás, papá? ¿Qué haces que no vienes a buscarnos? ¿Cuánto tiempo durará su fe?” Y, con un movimiento muy sutil, desapareció, sin percatarse de que Anna Salazar les había seguido y había escuchado toda la información, con el ceño fruncido.

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