lunes, 26 de diciembre de 2011

Momento de partir.

Revan se sentó en el banco, apesadumbrado. ¿Cómo podía estar ocurriendo aquello?
Miró, agradecido al buen hombre que había ido decidido a darle la noticia. El tiempo empezaba a ser frío en aquella época del año. Pronto, ya no podrían comer fuera. El otro se sentó a su lado, con las manos en el gran abrigo negro.

- Lo siento. Los amigos que tengo en la ciudad me lo confirmaron. Te han encontrado, no tardarán en venir a por ti.

El jedi, con lágrimas en los ojos, incapaz de decidir qué hacer, apoyó la cabeza en las manos. Le habían encontrado. Él era mutante, lo sabían. Era un rebelde, era de la X-Force. Eso también lo sabían. Durante todos esos años, en la costa este, el odio a los mutantes se había exacerbado tanto que, para uno, ser mutante viviendo en NY era prácticamente un suicidio. Se hablaba de Centinelas patrullando las calles, detectores de Gen X a la entrada de la ciudad… modernas barreras tecnológicas contra mutantes… Y ahora, la represión iba a caer sobre ellos. 

Seis años. Seis años en los que Revan y su familia habían vivido en el Paraíso. Pero todo lo bueno acaba, por desgracia, y parecía que eso no iba a ser una excepción. Notaba cómo todo se derrumbaba. La vida normal que había construido para su familia, como un castillo de arena, sería arrastrada por las olas de la intolerancia y el racismo. Y él no podía hacer nada para evitarlo… Había sido tan feliz… Le hubiera gustado vivir así para siempre. 
- ¿Qué vamos a hacer…?
- Eh, Revan, tío. Tranquilo. No todo está perdido. ¿Recuerdas que te he dicho que ya te tenían situado? Vale. Pues sólo te tenían situado a ti. No saben que estás aquí con tu familia. Para ellos, eres como un peligroso terrorista oculto en una pradera.
Levantó la cabeza de las manos. Entreviendo una esperanza. Todavía no estaba todo perdido. Todavía podía salvaguardar algo de esa felicidad que había conseguido. 
- Oye, Bill, necesito un favor.
- Claro hombre, lo que quieras.


La moto se acercaba por la carretera, Charlie, desde el porche, esperándoles, como siempre, con Chô a su lado mientras jugaban al veo-veo. El pequeño, a sus 4 años, tenía un dominio envidiable de la lengua, y era más abierto que su hermana. Se puso a palmotear contento a la llegada de su papá y su hermana. 
- Hola, peque- Dijo Revan, aparentando la misma alegría de siempre, y acto seguido dio un beso a su mujer, como hacía todos los días desde más de 6 años atrás, desde el día en que se casaron.
Cuando el hombre pasó al interior de la casa, a acabar de preparar la comida (aunque parezca increíble, Revan era un gran cocinero), Hikari, ya con 9 años, se acercó a su madre. 
-Mamá… ¿Por qué papá está tan triste?
Charlie miró a Revan, si había algo que la preadolescente sabía hacer como nadie, era leer en el interior de las personas como un libro abierto. Sus miedos, sus dudas… sus sentimientos… Charlie recordó cuando, algunos años atrás, la pequeña siempre tranquilizaba las dudas de su madre con sus sabias palabras. Siempre parecía saber qué decir, siempre parecía saber en qué punto dudaba ella… Era un poder bastante interesante en batalla porque siempre parecía saber cuál era el punto débil del adversario, eso sumado a su técnica, heredada de Revan, hacían de Hikari una combatiente perfecta.
Charlie se acercó a Revan por detrás y le rodeó con los brazos, apoyando su cabeza en el hombro.
- ¿Hay algo que te preocupa, Revan, cariño?- Le susurró al oído. Observó que tenía los nudillos blancos y los dientes apretados. No estaba preparando la comida.
- ¿Qué ocurre, mi amor? Sea lo que sea, podemos afrontarlo juntos. Ya lo verás.- Dijo la mujer dándole la vuelta y apoyándose sobre su pecho. Él la apartó delicadamente para volver a mirarla a la cara. 
- Cariño… sabes que yo te quiero, ¿verdad? Que lo eres todo para mí… Dios, no soportaría perderte.- La besó con una fuerza inusitada. Como si fuera el último beso. Charlie empezó a tener miedo. 
Por la puerta entró Hikari llevando al pequeño Chô de la mano y mirando fijamente a su s padres, abrazados. 
- ¿Papá? ¿Qué te pasa?¿Por qué estás tan triste?
Él se agachó, acariciándole la mejilla con infinito cariño. 
- No estoy triste, cielo, lo que pasa es que estoy contento, muy contento de que estemos todos juntos, y por eso estoy llorando.
- No es verdad, estás…- su padre la calló poniendo un dedo en sus labios, y revolviéndole el pelo al pequeño Chô (“jo, papá, no hagas eso”, que sacó una sonrisa de Revan)
Se levantó y se directamente a la habitación que compartía con Charlie, abriendo una bolsa de deporte y empezando a meter cosas.
- ¿Te vas? ¿Qué ha pasado? … Nos han encontrado, verdad..- Así, Charlie intentaba romper el mutismo de su marido. No tenían secretos, pero por una vez, ella tuvo que forzar su mente y leerle el pensamiento. Descubrió la conversación. Sus pupilas se empequeñecieron.
- No te vayas. Lo defenderemos. Lo defenderemos entre los dos. No podría soportar que no estuvieras aquí. Piensa en los niños…
- Precisamente por eso lo hago, Charlie. Ellos no se merecen vivir ese odio. Y tú tampoco. Sólo me han encontrado a mí… lo mínimo que puedo hacer… es salvar lo que pueda del paraíso… amor mío…
Ella no desistió- Lucharemos juntos. Defenderemos nuestro hogar. Podemos hacerlo.
- No, no. ¿no lo entiendes? SE acercan, son demasiados. No… no podemos hacer nada. Te quiero… No podría soportar que te hicieran daño. Ni a ellos.- Señaló a los niños, que se apoyaban en el quicio de la puerta, y les dijo que se acercaran, entonces les dio un fuerte abrazo. – Hikari, cuida de mamá. Creo que ha llegado el momento de que te entregue esto. – Le dio el mango de Lightsaber que había preparado para ella, sin grandes ornamentos, sin embargo era efectivo. – Ya sabes cómo usarlo. Usa tu poder, te he enseñado bien. Chô… Cuida de mamá, ¿de acuerdo? Ahora tú eres el hombre de la familia. 
Charlie se abrazó a su marido, ocultando el rostro en su hombro. No quería que se fuera… Quería vivir su vida con él, todo el tiempo que habían pasado juntos parecía insignificante ahora que él se iba. 
- Chicos, cuando vuelva espero veros convertidos en unas personas hechas y derechas, ¿de acuerdo?- Dijo, con una sonrisa mientras se levantaba el cabeza de familia. 
Aparte, a Charlie, le dijo:- ¿Recuerdas nuestra primera “cita”? ¿La bolsa de deporte? Bien, pues allí siguen estando todos mis ahorros. Son vuestros.
- Sigues siendo igual de ingenuo, amor mío. “A mí no se me habría ocurrido guardar el dinero en una bolsa de deportes. Más que nada porque es muy... de cómic”. ¿te acuerdas?
Revan no pudo evitarlo. La hundió entre sus brazos y unió sus labios con los de ella, una última vez. 
- Te amo y seguiré haciéndolo cuando vuelva.
- Te esperaré toda la vida.
- No tardaré tanto.
Se puso la armadura de Jedi, no podía cargar con ella de otra manera, y además, quería que le reconocieran, quería que vieran que no estaba en aquella dirección. Quería apartar su atención de Charlie y los niños.

Cuando se fue, su mujer sabía que con él se iba una parte de su corazón.
Los niños le saludaban.

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