Gabriel Salazar se encontraba delante de una puerta, la puerta de su habitación en el orfanato. Se sentía confuso, extraño. ¿Cómo había llegado allí? Abrió la puerta, esperando encontrarse en el pasillo en penumbra del oscuro edificio donde compartía vivienda con muchos otros niños. Cerró la puerta de madera, mirando a lo alto… Las paredes se elevaban hasta perderse en la oscuridad, al igual que los lados… no recordaba que fuera así. Maldita sea… cómo odiaba tener sueños. Donde el mundo no se regía por las leyes de la física y nunca se sabía lo que podía ocurrir. Una campana tocaba de fondo, y Gabriel empezó a caminar sin saber muy bien a dónde iba. En cierto momento oyó una risita infantil, y unos pasos apresurados. Se dio la vuelta, pero sólo pudo ver una sombra doblando la esquina. Escuchó atentamente… dos. No, cuatro. Cuatro pies. Su cuerpo entrenado y superdotado le permitía diferenciar dos juegos de pisadas, que correspondían a dos figuras pequeñas, posiblemente dos niñas. Fue hacia allí, sin embargo, sólo encontró penumbra, el pasillo seguía siendo inmenso. Los objetos, desproporcionados. Algo muy raro estaba pasando… sin embargo, las leyes de la física se cumplían, ¿no?
Siguió caminando por el pasillo oscuro… una figura se acercaba, Gabriel se detuvo a preguntarle que qué estaba ocurriendo. Se sentía demasiado lúcido para que aquello fuera un sueño, pero… ¿qué otra cosa podría ser?
La figura se acercó, y, con cierta inquietud, Gabriel vio que más que una figura era una sombra de una persona, una silueta. Una chica, casi de su edad. Tenía el pelo, negro, por los hombros y caminaba rápidamente, como mirando al suelo, aunque su cara no tenía ojos, ni ningún rasgo. Cuando se acercó, confuso, Gabriel oyó una voz tenue, una voz que provenía de todas partes…Idiota… eres idiota… Te estoy esperando… mírame… Se quedó estupefacto, había reconocido aquella voz, la chica era un año más pequeña que él… sin embargo nunca había oído esa entonación en Hikari, tan triste, a su callada compañera de clase. Él era el primero de la clase, pero estaba seguro de que si ella no fuera tan extraña podría suponer un reto interesante… podía ver mucho potencial… ¿O sería el hecho de que era hija del compañero de su padre, Yagami Revan? ¿Y qué hacía allí? ¿Buscar a su padre? Intentó extender las manos hacia ella, pero éstas se hundieron en la silueta oscura como si fuese sólo una sombra incorpórea y desapareció.
Ciertamente confuso y sobrecogido, el racional adolescente no podía dar explicación a esos sucesos, aunque su madre le había enseñado que cuando no podía explicar una cosa, simplemente la aceptase tal como era. Pero no era capaz… no del todo…
Siguió en su dirección, caminando deprisa. Quería descubrir el por qué de todo aquello. Otra ramificación… en la pared de la derecha había un espejo, al que se acercó casi por instinto el chico. ¿Qué vería ahí? Orientado al pasillo que no podía ver, parecía esconder un gran misterio en su pulida superficie de cristal y su marco sin adornos. Simplemente parecía ser eso, un espejo de cuerpo entero custodiado por dos macetas con plantas.
Gabriel se miró en el espejo. La sangre se le heló en las venas y miró hacia atrás por encima del hombro instintivamente, para después volver a mirar en el espejo. Sí, allí estaba. Amparada en la oscuridad había una figura. El chico, utilizando sus habilidades con la tecnología, amplió la imagen en su retina. El susto fue incomparable, cuando vio que Rex Salazar le miraba, de pie y sin sonreír, a unos diez metros. Vestido de negro, el inventor y rebelde mutante le miraba fijamente. Sus iris brillaban, como desafiándole. Demostrando que estaba en pleno uso de su poder. De nuevo, por segunda vez, Gabriel se volvió, y allí estaba. El mismo pelo negro, que él, sus característicos Goggles (El joven se palpó su cabeza… ¿Qué hacía con ellos quitados?) y ese gesto serio y analítico que le caracterizaba. Su padre emanaba un aura de autoridad que le quitó las palabras a Gabriel. Sus ojos centelleaban.
- Rex… Papá… soy yo…- Dijo el chico, acercándose a su padre. Confuso, por primera vez en su vida no se paró a pensar.
- Ven.- Su padre extendió una mano, que el chico se apresuró a responder… tan lejos… todo pareció desvanecerse. El pasillo… su padre… él mismo…
-¡Despierta, idiota!-Abrió los ojos, sobresaltado.
Desde la barandilla de la balaustrada, Su hermana le miraba con gesto furibundo. Aún sin asimilar nada de lo que pasaba, Gabriel no se dio cuenta de que perdía pie… y caía… y caía…
Un segundo después, cuando se suponía que debía haberse estampado contra el suelo, con posible fractura de cráneo y columna como mínimo y su óbito como corolario, el joven Salazar por fin abrió del todo los ojos, cogiendo aire. Estaba vivo. Pero, ¿cómo…? Su salvadora le dejó en el suelo, sin una palabra, y Gabriel no había tenido de darle las gracias a Hikari cuando aterrizó en el suelo su hermana, gracias a una cuerda que había utilizado. Eran más de 10 metros de caída libre, pero para Hikari no había sido ningún problema tomarle, Gabriel ni siquiera había notado el tirón de la gravedad.
-¿Pero qué mierdas te pasa?- Le soltó su hermana, aún más enfadada de lo habitual.- ¿Desde cuándo eres sonámbulo Gabriel?- ¿Sonámbulo? ¿Todo había sido un sueño? No podía ser, el lo recordaba perfectamente, la gente no solía recordar sus sueños. Y él nunca tenía sueños. Nunca.- Tienes suerte de que Yagami te viera caminar por los pasillos, como buscando a alguien, y me avisase… si no ya formarías parte del enlosado. ¡Así que vamos a la cama y ponle a tu estupenda puerta cibernética una cerradura que no puedas abrir dormido!- Así que Gabriel lo recordó de repente. Su puerta. Cuando había salido en su sueño-visión la puerta era normal, de madera. Y él no tenía sus goggles. ¿Qué pasaba allí? También se acordaba de la Hikari-silueta “Idiota… eres idiota…”miró a la real como para intentar averiguar qué pasaba allí, pero silenciosa como una sombra, ella ya había iniciado su camino de vuelta al edificio.
Miró a su hermana, que le atestó un capón en la cabeza. ¿Por qué ella siempre le pegaba por causas que solamente ella sabía? ¿No era consciente del peligro que implicaban los golpes en la cabeza? Los tres jóvenes marcharon bajo la luz de la luna, sin reparar en las dos figuras infantiles que les miraban desde una de las ventanas.
- Parece que lo han conseguido, Kanae...
- Lo han logrado, Sanae…
Las sombras ocultaban sus rostros, pero, además de los idénticos vestiditos, se podían adivinar unos cabellos rojizos y un lazo que decoraba sus cabecitas.
Siguió caminando por el pasillo oscuro… una figura se acercaba, Gabriel se detuvo a preguntarle que qué estaba ocurriendo. Se sentía demasiado lúcido para que aquello fuera un sueño, pero… ¿qué otra cosa podría ser?
La figura se acercó, y, con cierta inquietud, Gabriel vio que más que una figura era una sombra de una persona, una silueta. Una chica, casi de su edad. Tenía el pelo, negro, por los hombros y caminaba rápidamente, como mirando al suelo, aunque su cara no tenía ojos, ni ningún rasgo. Cuando se acercó, confuso, Gabriel oyó una voz tenue, una voz que provenía de todas partes…Idiota… eres idiota… Te estoy esperando… mírame… Se quedó estupefacto, había reconocido aquella voz, la chica era un año más pequeña que él… sin embargo nunca había oído esa entonación en Hikari, tan triste, a su callada compañera de clase. Él era el primero de la clase, pero estaba seguro de que si ella no fuera tan extraña podría suponer un reto interesante… podía ver mucho potencial… ¿O sería el hecho de que era hija del compañero de su padre, Yagami Revan? ¿Y qué hacía allí? ¿Buscar a su padre? Intentó extender las manos hacia ella, pero éstas se hundieron en la silueta oscura como si fuese sólo una sombra incorpórea y desapareció.
Ciertamente confuso y sobrecogido, el racional adolescente no podía dar explicación a esos sucesos, aunque su madre le había enseñado que cuando no podía explicar una cosa, simplemente la aceptase tal como era. Pero no era capaz… no del todo…
Siguió en su dirección, caminando deprisa. Quería descubrir el por qué de todo aquello. Otra ramificación… en la pared de la derecha había un espejo, al que se acercó casi por instinto el chico. ¿Qué vería ahí? Orientado al pasillo que no podía ver, parecía esconder un gran misterio en su pulida superficie de cristal y su marco sin adornos. Simplemente parecía ser eso, un espejo de cuerpo entero custodiado por dos macetas con plantas.
Gabriel se miró en el espejo. La sangre se le heló en las venas y miró hacia atrás por encima del hombro instintivamente, para después volver a mirar en el espejo. Sí, allí estaba. Amparada en la oscuridad había una figura. El chico, utilizando sus habilidades con la tecnología, amplió la imagen en su retina. El susto fue incomparable, cuando vio que Rex Salazar le miraba, de pie y sin sonreír, a unos diez metros. Vestido de negro, el inventor y rebelde mutante le miraba fijamente. Sus iris brillaban, como desafiándole. Demostrando que estaba en pleno uso de su poder. De nuevo, por segunda vez, Gabriel se volvió, y allí estaba. El mismo pelo negro, que él, sus característicos Goggles (El joven se palpó su cabeza… ¿Qué hacía con ellos quitados?) y ese gesto serio y analítico que le caracterizaba. Su padre emanaba un aura de autoridad que le quitó las palabras a Gabriel. Sus ojos centelleaban.
- Rex… Papá… soy yo…- Dijo el chico, acercándose a su padre. Confuso, por primera vez en su vida no se paró a pensar.
- Ven.- Su padre extendió una mano, que el chico se apresuró a responder… tan lejos… todo pareció desvanecerse. El pasillo… su padre… él mismo…
-¡Despierta, idiota!-Abrió los ojos, sobresaltado.
Desde la barandilla de la balaustrada, Su hermana le miraba con gesto furibundo. Aún sin asimilar nada de lo que pasaba, Gabriel no se dio cuenta de que perdía pie… y caía… y caía…
Un segundo después, cuando se suponía que debía haberse estampado contra el suelo, con posible fractura de cráneo y columna como mínimo y su óbito como corolario, el joven Salazar por fin abrió del todo los ojos, cogiendo aire. Estaba vivo. Pero, ¿cómo…? Su salvadora le dejó en el suelo, sin una palabra, y Gabriel no había tenido de darle las gracias a Hikari cuando aterrizó en el suelo su hermana, gracias a una cuerda que había utilizado. Eran más de 10 metros de caída libre, pero para Hikari no había sido ningún problema tomarle, Gabriel ni siquiera había notado el tirón de la gravedad.
-¿Pero qué mierdas te pasa?- Le soltó su hermana, aún más enfadada de lo habitual.- ¿Desde cuándo eres sonámbulo Gabriel?- ¿Sonámbulo? ¿Todo había sido un sueño? No podía ser, el lo recordaba perfectamente, la gente no solía recordar sus sueños. Y él nunca tenía sueños. Nunca.- Tienes suerte de que Yagami te viera caminar por los pasillos, como buscando a alguien, y me avisase… si no ya formarías parte del enlosado. ¡Así que vamos a la cama y ponle a tu estupenda puerta cibernética una cerradura que no puedas abrir dormido!- Así que Gabriel lo recordó de repente. Su puerta. Cuando había salido en su sueño-visión la puerta era normal, de madera. Y él no tenía sus goggles. ¿Qué pasaba allí? También se acordaba de la Hikari-silueta “Idiota… eres idiota…”miró a la real como para intentar averiguar qué pasaba allí, pero silenciosa como una sombra, ella ya había iniciado su camino de vuelta al edificio.
Miró a su hermana, que le atestó un capón en la cabeza. ¿Por qué ella siempre le pegaba por causas que solamente ella sabía? ¿No era consciente del peligro que implicaban los golpes en la cabeza? Los tres jóvenes marcharon bajo la luz de la luna, sin reparar en las dos figuras infantiles que les miraban desde una de las ventanas.
- Parece que lo han conseguido, Kanae...
- Lo han logrado, Sanae…
Las sombras ocultaban sus rostros, pero, además de los idénticos vestiditos, se podían adivinar unos cabellos rojizos y un lazo que decoraba sus cabecitas.
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