Los pasos solitarios aplastaron el césped un poco más. Aún verde, la hierba palidecía. La figura de negro se adentró en el jardín, en el pequeño pedazo de pradera que había construido allí para ellos. Observó las hojas de raigrás, aún tiernas. Los dientes de león, cuyas semillas ya habían volado hacia ninguna parte.
El arce, que, con sus hojas rosáceas, parecía presidir el pequeño círculo paradisíaco.
El lugar, solitario en la nada, parecía iluminado por un débil sol primaveral, que era agradable sin llegar a deslumbrar, y caliente sin llegar a quemar.
Sonrió una vez más, evocando lo que allí había pasado, un rato antes.
El mantel a cuadros rojos y blancos. Las risas. La comida que todos habían podido disfrutar.
Un día perfecto. Un día perfecto, en medio de la nada. Aún lo recordaba vívidamente. Por una vez, los había reunido a todos. Personas que de otro modo jamás se habrían visto, habían compartido una velada inolvidable.
Y él, por una vez, había sido completamente feliz.
Pero lo bueno, si breve, dos veces bueno, dicen. Y todo lo bueno tiene que acabarse.
La pequeña isla pintada en medio del blanco se fue desdibujando. La hierba se decoloraba, desapareciendo poco a poco. Brizna a brizna.
El árbol, en el centro, aún resistía los embates del guardado.
Por mucho que nos pese, los buenos momentos terminan, y los decorados perfectos han de volver al baúl. Pero, pensó sonriendo, los recuerdos quedan.
Para siempre.
Solo un pequeño círculo de hierba rodeaba al arce japonés, que se empezaba a secar. No le gustaba aquello, no le gustaba borrar aquél lugar que le había hecho tan feliz... pero las cosas tenían un orden ineludible.
El rosa de las hojas del arce se fue extinguiendo, y su tronco fue desvaneciéndose en el blanco de fondo. Y, pronto, no quedó nada más que una pequeña plantita. Dos o tres hojas decoraban su ápice.
Y entonces, él tomó una decisión.
Con infinita delicadeza, se agachó posando una rodilla en el suelo blanco invisible y tomó la ramita con su mano derecha.
Todos los buenos momentos se acaban, es verdad.
Pero, si han sido realmente inolvidables, no se acaban del todo. Nunca.
Siempre queda una pequeña ramita, una pequeña reminiscencia de aquello que un día fue.
Siempre queda algo, que nos de la posibilidad de volver al pasado. De revivir aquellos momentos.
Que nos de la posibilidad de ser felices de nuevo.
Eres el mejor :3
ResponderEliminar