sábado, 18 de junio de 2011

-Cuéntame un cuento, Pew

-¿Qué clase de cuento quieres, pequeña?
- Uno con final feliz
- En el mundo eso no existe.
-¿un final feliz?
- No. Un final.


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jueves, 2 de junio de 2011

Los actores sonríen.

La obra por fin se acabó. El acto final fue un éxito. Hubo estrés, suspense, tensión... pero todo acabó con un final feliz. Esta obra cuyo improvisado guión se prolongó por más de quince años, por fin ha acabado en un grito de triunfo. Los buenos ganan, llegan al final de la aventura, y, todos juntos, superan sus diferencias de última hora para lograr un esfuerzo final. Y ahí están, en los créditos, todos los actores que, en ésta obra han tomado parte, ya sea como uno de los sesenta protagonistas o como cualquiera de los personajes secundarios que, aunque poco, también han intervenido en la evolución de los personajes principales. Los héroes convencionales y los antihéroes. Los personajes más interventores y los que quedan relegados al fondo del escenario. Los actores buenos y los que no dan para tanto, los personajes profundos y los que están menos trabajados. Todos, por última vez, Se suben al escenario para culminar, tras quince años, la obra más grandiosa que la humanidad, en su éxtasis, haya podido componer. Una obra cuyo complejo desarrollo ha dado lugar a una continuidad de más de quince años, manejando cual marionetas a los sesenta protagonistas que se mueven en el escenario al compás.
Miento; No como marionetas. Los actores, que conocen a la perfección los entresijos de su personaje, son capaces de interpretarlo con tal maestría que, aún cuando les quitan el papel de delante y les hacen improvisar la obra de la nada, son capaces de seguir haciéndolo como si fuera ese el camino marcado por el autor. Unos personajes que, entre sus idas y venidas, han amado, han odiado, han disfrutado, han sufrido... Unos personajes que, en esta tragicomedia, no tienen más remedio que acabar riendo a pesar de lo que los espectadores puedan pensar del argumento. Porque, sí, ha habido tragedias. Ha habido protagonistas, que, a pesar del guión marcado, han sucumbido ante los villanos y no han conseguido continuar en la obra. Personajes cuyos caminos se separaban para actuar en una obra de más categoría, ya que otro director les requería para su preciado argumento.

Se ha acabado, por fin, el acto final. El cenit de la obra, su desenlace previsible o imprevisible, su éxtasis... por fin ha terminado y los actores no hacen otra cosa que salir al escenario, jubilosos, y saludar, saludar y saludar otra vez. Saben que en cuanto acabe la obra no volverán a verse jamás. Cada uno irá por su lado, actuando en obras menores que compondrán su vida y que, tiempo después, recordarán como unas pequeñas secuelas de la gran obra magistral que les dio a conocer al gran público, que ahora aplaude rabiosamente en el patio de butacas. Es el último respiro de la obra, los actores saludan, se encienden las luces. Se oye un redoble, y se cierra el telón.

El ESPECTÁCULO ha acabado.