lunes, 20 de agosto de 2012

Respetos

En mi opinión, en el mundo se deberían considerar al menos dos grandes clases de respeto: El Respeto Innato y el Respeto Adquirido.

Respeto Innato: El respeto innato lo adquiere cualquier ser con un mínimo de inteligencia, sea o no humano, y es inherente a su condición. Es el respeto que habla de la dignidad, el respeto que te garantiza que no seas humillado gratuitamente. Esto debería ser cumplido por todos y cada uno de los seres ya que, si se falta a este respeto, por una humillación, los culpables tendrían que ser sometidos a una humillación similar, sería el único caso en el que podría ser roto ese derecho universal.

Respeto Adquirido: Este respeto ya no es inherente a cualquier inteligencia emocional, si no que es un respeto que se adquiere respecto a algo realizado por el individuo. También es llamado reconocimiento, y puede ser producido por numerosos acontecimientos: Una batalla ganada con acciones heroicas, salvamento de personas, buenas acciones, hazañas... Cada tipo de respeto adquirido sería distinto, ya que, por ejemplo no es el mismo respeto el que ha conseguido un veterano de guerra condecorado que el que tiene un bombero o un cuidador de un centro de personas discapacitadas o un policía.

Este respeto adquirido o reconocimiento debería ser requisito indispensable para ciertas profesiones, por ejemplo para ser presidente de un país o una empresa se deberían haber conseguido ciertos logros que le garantizasen el respeto y el reconocimiento de los que tienen alrededor. No es un respeto innato y por ello, es algo que hay que ganarse por uno mismo.

jueves, 9 de agosto de 2012

Tánatos


La casa, algo vieja y destartalada, parecía vacía, lo cual no era de extrañar. El campo estaba siendo utilizado como campo de batalla por las dos facciones enfrentadas. Aunque se habían desplazado y ahora esa zona formaba parte de sus dominios, los tiros y las granadas aún resonaban en los oídos del hombre que, apoyándose en la puerta, caminó desmayadamente hacia el interior del granero mientras se sujetaba el estómago. Un maldito soldado enemigo rezagado le había sorprendido en la espesura , aunque le había disparado, él también se había llevado su parte.
El granero estaba vacío, lo que era normal ya que dado el estado de emergencia de la región los animales habían sido retirados y la gente evacuada a lugares más seguros.
Se echó en un montón de paja, mirándose las manos ensangrentadas. ¿Cuándo acabaría esa absurda guerra? Él se había alistado porque quería servir a su país, pero alargar tanto esa situación empezaba a ser ridículo. Ellos, simples peones de los de arriba, mataban y morían, como piezas de ajedrez, sacrificables por los altos mandos militares que disponían de ellos como querían.
Respiró hondo. Todo le daba vueltas, aquella herida tenía que ser examinada por un médico… Cogió con las manos temblorosas el dispositivo de comunicación, sin embargo, no llegó a encenderlo.- No llegarán a tiempo.- Al oír la voz, el soldado se intentó erguir para ver su origen. Un joven de edad indefinida y vestido de negro, estaba allí, sentado sobre un tocón de madera que alguna vez había servido para cortar leña, aunque a primera vista el soldado habría jurado que no había nadie.- ¿Quién… quién eres?- Aquel hombre, aunque tranquilo, despedía una sensación extraña, una sensación de que no pertenecía a aquél lugar. Palpó en busca de su arma.- No te servirá de nada. Usaste tus últimas balas contra aquél soldado, recuerdas?- ¿Cómo podía saber eso? ¿Le habría seguido? No… pero era imposible, no había nadie… Debía de estar soñando, sólo podía ser una alucinación. Un delirio.- N-no eres real… sólo estás en mi imaginación.- El hombre sonrió enigmáticamente pero no dijo nada.
El soldado cogió el dispositivo y lo encendió, emitiendo una alarma de socorro. Sus compañeros conocerían su posición.- No llegarán a tiempo.- El hombre aún seguía allí aunque intentó no hacerle caso. Sin embargo, algo lo mosqueaba. Las alucinaciones de los delirios solían ser de alguien a quien conocías, tu madre, tu amigo… ¿Se estaría volviendo loco?- ¿Quién… quién eres?- El otro sonrió, dándose la vuelta hacia él.- ¿Eres creyente, Brent?- Brent ni se sorprendió de que conociera su nombre. Después de todo, era una alucinación… ¿no?- Claro que lo eres.- Sus ojos se posaron en el colgante con forma de cruz griega que Brent tenía en el pecho.- Entonces quizás te resulte más fácil entender quién soy y qué hago aquí. Mi nombre- dijo acercándose- es Azrael.  El ángel de la muerte.- Brent contuvo la respiración. ¿Ángel? Pero si sólo era un hombre.
Un hombre loco que estaba tan tranquilo en una zona de guerra.- ¿Me esperabas de otra manera, Brent? ¿Me esperabas con alas y una cruz o algo por el estilo? ¿Por qué debería responder a las representaciones que los humanos han hecho de mí? No son reales. Tal vez otros de mis compañeros prefirieron manifestaciones más gloriosas en tiempos antiguos, pero el hecho es que a mí me gusta más ser discreto.- ¿ti…tiempos antiguos?- Balbuceó Brent. Ya ni se preguntaba si lo que veía era o no real. El dolor en el vientre comenzaba a remitir.- Claro,- dijo Azrael con calma.
- Vivimos desde hace mucho tiempo, realizando nuestra labor. Cada uno de nosotros tiene una labor en particular, aunque hemos tenido varios nombres, nombres que los humanos nos habéis dado según el sistema al que nos creíais pertenecer. Así, a través de los tiempos, a mí me han conocido por ejemplo, como Mordad por los habitantes de Persia, Thanatos por los griegos, Mors por los romanos, Sokar por los egipcios, entre otros. También otros de mis compañeros han ido tomando distintos nombres.- Brent le miraba, entre incrédulo aterrado.- No tengo manera de probar lo que te he dicho, pero tampoco tengo intención de hacerlo. Hoy tengo otro asunto pendiente aquí. Tienes que venir conmigo.
Brent tragó saliva. ¿I-iba a morir?- A todos les llega su hora, Brent. Pero tranquilo. Lo que has de sufrir ya lo has sufrido.
Tánatos se acercó a Brent y le tendió la mano.- Levántate.- Con una lenta sorpresa, Brent se levantó a duras penas, dándose cuenta de que su estómago… ya no le dolía. Tánatos le sonrió.- Vamos.- Sin embargo, Brent aún no estaba preparado. Miró a Tánatos, algo suplicante. Y habló.

-          Venga, venga!- Dijo el cabo Fork entrando con algunos soldados en el granero abandonado- Quiero encontrar a Brent a tiempo para llevarlo con la unidad médica! Tenemos suerte de que haya encendido el dispositivo… Si no…- Apretó los dientes. Aguanta, Brent, pensó. Ya estamos aquí.
Sin embargo, era demasiado tarde. Un hombre vestido de negro, joven, estaba en la puerta.- Ya se ha ido.- Fork le apuntó con el ceño fruncido.- Eso es mentira! ¿Y tú quién eres? Esta zona ha sido evacuada!- El desconocido se acercó tranquilamente haciendo caso omiso al cañón del arma del militar- Su hora había llegado. No habríais podido hacer nada.
-          ¡Te he hecho una pregunta! ¡Responde!
-          Si te dijera lo mismo que le dije a él, no me creerías. No lo harías, como hizo él. Sin embargo, te lo diré. Soy la Muerte.- El disparo resonó en el granero y todos los soldados volvieron la vista hacia Fork y el desconocido, que seguía ileso.-… y, como te imaginarás, es inútil tratar de matarme a mí. Brent quiere que te de esto para su mujer.- Le alargó un sobre, que Fork renunció a coger al principio. No podía ser verdad. No Brent… - Y que lo siente por lo de Little Hill.
Las lágrimas empezaron a caer por el rostro de Fork. Brent…
-          No sufrió demasiado.- con estas palabras, el desconocido abandonó la nave.