sábado, 8 de diciembre de 2012

Historias


La puerta, oxidada en algunas partes, se abrió con un chirrido, y una cabellera  castaña se asomó a la oscuridad de la noche.- Es muy tarde y estoy retirada. Lárguese.- Sin embargo, la otra persona, con un enorme abrigo y capucha y bufanda, embozada, no se iba a ir de allí tan fácilmente.- He recorrido demasiado mundo como para desistir ahora,- Dijo con determinación.- Rioco.- La moradora de aquel tugurio abrió los ojos del todo, sorprendida por aquél timbre que hacía tanto tiempo no oía. Los ecos de una infancia feliz resonaron en los recovecos de su mente, y abrió un poco más la puerta para dejar pasar a su visitante.- ¡Tú! ¿Qué haces aquí?- dijo sin enfado, simplemente sorprendida. Cuando la puerta se cerró con otro chirrido, la joven se quitó la bufanda y la capucha, dejando ver una melena de color rojizo, rematada por unos cuernos apenas visibles.- Las cosas están peor que nunca.- dijo, bajando sus hermosos ojos verdes.- Eso he oído.- Con unos vaqueros viejos y una camiseta sucia, Rioco retiró una masa enorme de cosas sin identificar del sofá e invitó a Kanae a sentarse mientras ella se dirigía a una especie de cocina que había en la misma habitación. Ésta negó con la cabeza.- No puedo estar mucho tiempo aquí. Ya me habrán detectado y me estarán buscando. Quería pedirte…- Vaciló unos segundos, apretando los dientes.- Necesitamos tu ayuda, Rioco.  Por favor. Revan y Charlie han desaparecido. Jaguar ha tenido que hacerse cargo de sus hijos, y ya quedamos tan pocos… Pronto ellos dominarán todo.- La morena dejó las tazas humeantes en la mesita, apagando la televisión, con aquél videojuego de la serie ninja del momento al que estaba jugando- las aventuras del silencioso Magakaru!-  y puso los brazos en jarras.- ¿Cómo me has encontrado? ¿Ha sido esa vieja, verdad? Kula… Me da igual. No pienso hacer nada. Me gusta cómo está Tokio.- Dijo con firmeza, aunque las dos sabían que no era verdad. Antes de llegar allí, Kanae había tenido que vérselas con un Carroñero, un mutante antropófago de los que empezaban a proliferar en las grandes ciudades. De color oscuro y mente más oscura todavía, hacían un buen servicio a los verdugos que intentaban acabar con su raza. Unos traidores. Ese se había llevado su merecido. Su máscara ahora yacía rota en alguna callejuela de la ciudad japonesa.
Por su parte, Rioco sabía que no podía durar para siempre en aquél viejo piso de la zona antigua. Pronto, los Centinelas decidirían que también era una amenaza y querrían deshacerse de ella. Pero no era todo tan fácil. Ambas recordaban las discusiones como si fuera ayer, aunque hubieran pasado años.
“¡Pero no entiendo por qué no quieres venir!” Gritaba Kanae. Rioco, encarada a ella, estaba más serena, al menos en apariencia. Una fría cólera se extendía por sus miembros. “Este mundo está podrido, Kanae. Humanos… mutantes… qué más da. Todos son igual. No pienso ayudar a los que lo único que quieren es ganar por la fuerza. Tú lo sabes mejor que nadie” Sin embargo, Kanae respondió. “¡No queremos imponernos por la fuerza! Solo nos estamos defendiendo. Sólo queremos recuperar… Lo que es nuestro” “Mírate” le espetó Rioco. “Esas ideas son las que están mal! Esas ideas que ha metido ese monstruo de Tribulation. Y pensar que ahora lo defendéis cuando hace unos años era la principal amenaza sobre la tierra… Mientras esa sea vuestra postura, señorita Godall, nunca estaré en vuestro bando!”

...En vuestro bando”- Repetía Rioco a media voz. – Los hombres mandaban en el mundo, y, sí, se les fue la mano. Pero vosotros les escupisteis en la cara y esperasteis quedar impunes. Le tirasteis una piedra al lobo y queríais que no os mordiese… Y os ha mordido hasta el hueso. No voy a ayudaros, Kanae. Es mi última palabra. Puedes decírselo a Kula y a todos.- Kanae notó como un peso adicional se venía sobre sus hombros. Pero sabía que una decisión así no podía revocarla, no tal y como estaban las cosas. Las ideas de Rex eran más radicales que nunca, como radical era el enemigo al que se enfrentaban.-… Me alegro de que estés bien.- Dijo Rioco sorpresivamente, mirando a otro lado. Los de las discusiones no eran los únicos recuerdos que le venían a la mente al ver a la pelirroja. Y sabía que a ella también le pasaba igual. Sintió deseos de decirle que abandonara todo aquello, que se quedara con ella, que olvidase la lucha y los dejase matarse entre ellos… pero, al igual que su amiga, sabía que aquello sería inútil. – Ya nos veremos…- Dijo Kanae con una sonrisa triste.- Gracias por el café.- Y, con un suspiro, cerró la puerta oxidada con un crujido.

La pelirroja se acercó a la casa, en Seattle. Hacía mucho que no pasaba por allí, pero todo seguía como lo recordaba. Salvo que nevaba.

Abrió la puerta de la casa, en silencio. Se oyó una voz lejana.- ¿Quién está ahí? Voy armado.- Sin embargo, Kanae no se amedrentó. Era un amigo suyo, un amigo de hacía mucho, mucho tiempo.
La silla de ruedas se detuvo en la puerta, y el hombre bajó el arma.- Eres tú.- Dijo sin ápice de una sonrisa.- Fuera de mi casa.- Ella lo miró, con tristeza. El arma seguía apuntando, aunque en su regazo.- Keith, yo…- ¿No me has oído? Eres un monstruo. Y los monstruos no pueden estar aquí.- Kanae lo miró, con tristeza.- No puedes pensar eso, Keith… no, tú no…- Sin embargo, lo pensaba. Con el ceño fruncido.- Todo lo que me ha pasado, todo esto,- le dio un golpecito con la mano a la silla.- Es cosa tuya, Godall. No puedo pretender que no me importa. Te odio. Largo de mi casa.- Los ojos de la pelirroja se anegaron en lágrimas.- Por favor, Keith… No digas eso…- Si no quieres irte, entonces quédate. Tendré que matarte. Las Patrullas me darán una buena recompensa por una rebelde.- Dijo él con voz fría, entre sus sollozos. Ella apenas lo escuchaba, se había cubierto la cara con las manos y luchaba por buscarle un sentido a todo aquello. ¿Por qué? Incluso él, que había sido su fuerza y su apoyo moral durante todo aquél tiempo, ¿Por qué tenía que…?

El sonido del disparo retumbó en el pasillo. Pero no ocurrió nada más. Ni un ahogado gemido y un cuerpo cayendo al suelo. Ni nada.

Kanae se quitó las manos de los ojos, para ver al ser que se interponía entre ella y el pistolero. Los enormes cuernos y la piel dura no dejaban lugar a dudas. ¿Un demonio? - Sabéis, puede que ella tenga algo de demonio…- dijo una voz a sus espaldas.- Pero realmente creo, que los monstruos sois vosotros!- De repente, el resonar de aquella voz, una voz conocida, le hizo volver a la realidad. La calle tokiota volvió a aparecer ante sus ojos, y una cazadora negra golpeaba al mutante traidor que había intentado reducirla para ganarse el perdón de los verdugos. Todo aquello había sido una ilusión. Rioco se volvió hacia ella, sonriente, y cuando sus ojos se encontraron, Kanae se dio cuenta de que no la había abandonado. Como cuando se conocieron, nunca la abandonaría.
-          ¿Es interesante eso que estás leyendo?- Le dijo el enmascarado. Anna cerró el libro rápidamente.- Me entretiene. Habla de gente con sentimientos. Sentimientos que nunca podremos tener.- Dejando el cómic, cuya portada estaba decorada con una X bien grande que formaba parte del título, en una mesita, Anna se levantó. Su uniforme se ajustaba perfectamente a sus formas femeninas, algo de lo que el hombre que tenía al lado y lo había diseñado era perfectamente consciente y que atraía la atención de muchos otros hombres. Mas no de él.
Zero movió el traje para acomodárselo. De color negro, sin arrugas o pliegues, era muy parecido a un traje de motorista o un traje de combate. – Pues tendrás que seguir ilustrándote luego. Ahora tenemos que salir.- La misión requeriría toda su atención, se dijo Anna. Sabía perfectamente de qué se trataba. Aquella organización… Aquella organización, el Nuevo Sindicato, que se había opuesto radicalmente a los principios de Rantei desde su primer encuentro. Exactamente igual a como ocurría en el cómic.

Y en aquella organización, compuesta por igual de contratistas, humanos y Dolls, había uno, bastante famosete, que se llamaba Bunker. Al menos, así le decían. Un hombre de piedra, capaz de destrozar puertas blindadas y abrirse paso hacia su objetivo o resistir varios megatones de potencia.
Su adversario perfecto.
No podrían hacerlo sin ella. ¿Quién sería más duro de los dos?
Rioco casi mordía el cojín, con los ojos fijos en la pantalla, mientras el pelo rubio del personaje, tan parecido al suyo, se movía por la pantalla.- Rioco, deberías dejar de ver esas cosas. Seguro que no son para gente de tu edad.- Dijo Will, mientras pasaba por allí con una escoba.- ¡Y tú deberías de hacer de ama de casa de Vany!- Le replicó ella a gritos, ya que él ya había desaparecido por la otra puerta.- Además, esta serie mola mucho. Anna es la más dura.- Inalterado, Will dejó la escoba en su sitio y volvió a aparecer con una lista con varios nombres y datos.- No estoy haciendo tareas domésticas- aunque tampoco quiero que esto acabe hecho un antro-, estoy intentando decidir qué misión podríamos coger… ¿Qué te parece esta?- Le preguntó, mostrándole una de ellas con el dedo. Algo de rescatar a un niño secuestrado por un malvado sobrenatural.- Uish, jejeje…- Dijo Rioco.- Seguro que esa a Vany le encanta.- Sí, tienes razón… Aunque no sé por qué le ponen tanta dificultad…- Will fue interrumpido, cuando la puerta de la calle se abrió con un estruendo.- Ya estoy aquí, ya elegí la misión que tomaremos. Dijo el cazador, quitándose la máscara.- Rioco, necesito que vayas al punto 5 y recojas el anticipo, no quiero que haya sorpresas como la última vez que nos anduvieron con un piromante… Al final tomé esta.- Le dijo a Will, señalando una que se encontraba bastante por encima de la anterior en nivel de dificultad, y que tenía que ver con un payaso.

El robot suspiró. ¿Cómo iba a salir entero si siempre estaban igual?
Solo en su habitación, el chico dejó de escribir, pasando a agarrar el ratón con la mano y clicando un lugar de la pantalla del pc, con lo que se abrió una ventana. A ver si ahora ya…
Pero nada. El destello naranja volvía a verse en la barra de tareas. Y él volvió a clicarle, escribiendo un par de líneas más en el Word.

La habitación no era muy grande. Si retrocedía medio metro con la silla, le daba a la cama, que obviamente no se podía mover más. Pero él no necesitaba un salón. Para alguien como él, aquello estaba perfectamente.
Y allí, con barba por las quijadas, unas gafas sucias y un jersey de cuello alto a rayas blancas y negras puesto como si fuera un marqués, sonrió al ver las letras que estaba esperando.

lunes, 26 de noviembre de 2012

La casa de Helia


Les propongo una cosa. Vamos a acercarnos a esa casa pequeñita bañada por la luz solar artificial, en Helia, y vamos a observar lo que ocurre en ella por la ventana. Quizás encontremos algo interesante. Pero, ¡cuidado! O nos descubrirá ese ser que, chirriando, manipula unas herramientas con las que controla el fuego, el fuego creado por los seres inteligentes para ocuparse de los animales…

Will agitó la sartén de nuevo, removiendo la tortilla para que no se pegase y canturreando una canción apenas audible por encima del silbido del aceite. Sus junturas y engranajes, invisibles bajo ese nuevo atuendo que le habían dado y el mandil de chef con bolsitos, se quejaban ligeramente.  El hecho de que Will no fuera humano sino un ser positrónico, un robot, había hecho que, a pesar de pasar varios años en la nieve de Inverna, sin hacer otra cosa que dar vueltas sobre su existencia y su creador, no olvidase cómo hacer una buena comida. Sus habilidades de Chef habían sido bien apreciadas por los Dueños en el ejército en el que había servido, y las habían potenciado, de manera que ahora, Will era todo un cocinero… Aunque todo hay que decirlo, un poco oxidado. Lo cual quedó patente en el momento en el que llegó una niña a la que parecía que la hubiesen acelerado.- Hooola Willy! Le dijo sorpresivamente, y esto hizo que al androide se le cayera más líquido del que estaba echando de la cuenta por el susto, lo que produjo unas llamas repentinas. Sobresaltado, Will retrocedió un par de pasos, dejando a la vista la articulación desnuda de metal de su tobillo. – Oye, no me des esos sustos!- La riñó, enfadado.- Y lávate las manos.- Cuando ella hizo un mohín de disgusto, él añadió:- Ya sé que no te puedes infectar, pero aún así lávatelas. Te vi jugando antes en el barro. Venga, antes de que llegue…- Un estruendo le interrumpió, seguido de un gruñido.- Quien coño ha puesto esta mierda en el… en el… que cojjjjj- los pasos se oían tambaleantes y cuando el hombre entró en la cocina se entendía por qué. Will soltó un suspiro cuando el cazador tomó otro trago de la botella de licor.-… casa, llena de trastos… TRASTOS!- gritó repentinamente, tirándole la botella a Will. Éste la cogió al vuelo y, mientras Van se tambaleaba, ebrio, echó parte del contenido de la botella en el plato que preparaba.- Mejor sabor, mejor sabooor…- Canturreaba.- Oye. Esa es mi botella. Oye oyyyeee…- Murmuró el hombre envejecido, apoyándose en la encimera.- Deberías dejar de beber tanto, tío Vany.- Dijo despreocupadamente la pequeña, que también era un androide.- Algún día te va a sentar mal.- ¿Maal…? Tonteríass… Soy un ángel, entiendess…? Aunque no. Pero esstoy perrfetamente. – La pequeña fue a llevar las cosas para la comida del cazador a la mesa, aunque éste seguía apoyado en la cocina de cualquier manera.- Oyye tú.. chatarra… ¿qué es eso que huele tan bien? Estas cocinanndo…- Will le señaló el plato que ya estaba en el carrito listo para ser servido,  mientras miraba el libro de recetas.- Es un plato que seguro le encanta señor. Se lo hacía a los oficiales y no tuvieron ninguna queja. Incluso repitieron.- Oficiales…- Y ya empezaba de vuelta. La absurda manía de Van de despotricar contra los altos mandos de cualquier organización era casi tan recurrente como la de Will con su existencialismo, sobre todo en estado de ebriedad.- Essos malditoss oficiales siempre… siempre… ¿Qué decía…?- Sin embargo, toda la fuerza se le había ido por la boca, y cuando la peque se lo quiso llevar hacia la mesa no opuso resistencia. Cuando el carrito llegó hasta allí, precedido por el robot, también pareció interesarse por la comida.- Hoy encontré este helado barato en el mercado… espero que le guste señor.- Dijo mientras agarraba la mano de Rioco para evitar que picase higos.- Hoy nada de eso señorita. Es el cumpleaños del señor Helsing y toda la comida es para él.- En ese momento el susodicho cazador se puso serio.- chatarra, quiero que seas sincero conmigo… ¿te lo estas pasando bien en la casa?- Rioco, que estaba sacándole la lengua a will en ese momento se giró, sorprendida por la repentina pregunta personal que había hecho el cazador, y volvió a mirar a Will para oír su respuesta. Éste frunció el ceño, pensando. Hasta se habrían podido oír los mecanismos de su cerebro chirriar, y todo. Pero no. Después de unos instantes, sonrió.- Aquí puedo hacer lo que mi programación dice que me gusta hacer. -Y Rioco, mirándolo y mirando también al cazador, esbozó una enorme sonrisa también.

lunes, 22 de octubre de 2012

The Expresionless


The Expressionless

 In June of 1972, a woman appeared in Cedar Senai hospital in nothing but a white gown covered in blood. Now this in itself should not be too surprising as people often have accidents nearby and come to the nearest hospital for medical attention. But there were two things that caused people who saw her to vomit and flee in terror.
The first, being that she wasn’t exactly human. She resembled something close to a mannequin, but had the dexterity and fluidity of a normal human being. Her face, was as flawless as a mannequins, devoid of eyebrows and smeared in make-up. That’s the other reason people were throwing up or fleeing in terror.
She had a kitten clenched in between her teeth, her jaws clamped so unnaturally tightly around it to the point where no teeth could be seen, the blood was still squirting out over her gown and onto the floor. She then pulled it out of her mouth, tossed it aside and collapsed.
From the moment she stepped through the entrance to when she was taken to a hospital room and cleaned up before being prepped for sedation, she was completely calm, expressionless and motionless. The doctors had thought it best to restrain her until the authorities could arrive and she did not protest. They were unable to get any kind of response from her and most staff members felt too uncomfortable to look directly at her for more than a few seconds.
But the second the staff tried to sedate her, she fought back with extreme force. Two members of staff holding her down as her body rose up on the bed with that same, blank expression.
She turned her emotionless eyes towards the male doctor and did something unusual. She smiled.
As she did, the female doctor screamed and let go out of shock. In the womans mouth were not human teeth, but long, sharp spikes. Too long for her mouth to close fully without causing any damage…
The male doctor stared back at her for a moment before asking “What in the hell are you?”
She cracked her neck down to her shoulder to observe him, still smiling.
There was a long pause, the security had been alerted and could be heard coming down the hallway.
As he heard them, she darted forward, sinking her teeth into the front of his throat, ripping out his jugular & letting him fall to the floor, gasping for air as he choked on his own blood.
She stood up and leaned over him, her face coming dangerously close to his as the life faded from his eyes.
She leaned closer and whispered in his ear.
“I…am….God….”
The doctors eyes filled with fear as he watched her calmly walk away to greet the security men. His last ever sight would be watching her feast on them one by one.
The female doctor who survived the incident named her “The Expressionless”.
There was never a sighting of her again.
Menos Slender man y más ESTO:

The Expressionless In June of 1972, a woman appeared in Cedar Senai hospital in nothing but a white gown covered in blood. Now this in itself should not be too surprising as people often have accidents nearby and come to the nearest hospital for medical attention. But there were two things that caused people who saw her to vomit and flee in terror.
The first, being that she wasn’t exactly human. She resembled something close to a mannequin, but had the dexterity and fluidity of a normal human being. Her face, was as flawless as a mannequins, devoid of eyebrows and smeared in make-up. That’s the other reason people were throwing up or fleeing in terror.
She had a kitten clenched in between her teeth, her jaws clamped so unnaturally tightly around it to the point where no teeth could be seen, the blood was still squirting out over her gown and onto the floor. She then pulled it out of her mouth, tossed it aside and collapsed.
From the moment she stepped through the entrance to when she was taken to a hospital room and cleaned up before being prepped for sedation, she was completely calm, expressionless and motionless. The doctors had thought it best to restrain her until the authorities could arrive and she did not protest. They were unable to get any kind of response from her and most staff members felt too uncomfortable to look directly at her for more than a few seconds.
But the second the staff tried to sedate her, she fought back with extreme force. Two members of staff holding her down as her body rose up on the bed with that same, blank expression.
She turned her emotionless eyes towards the male doctor and did something unusual. She smiled.
As she did, the female doctor screamed and let go out of shock. In the womans mouth were not human teeth, but long, sharp spikes. Too long for her mouth to close fully without causing any damage…
The male doctor stared back at her for a moment before asking “What in the hell are you?”
She cracked her neck down to her shoulder to observe him, still smiling.
There was a long pause, the security had been alerted and could be heard coming down the hallway.
As he heard them, she darted forward, sinking her teeth into the front of his throat, ripping out his jugular & letting him fall to the floor, gasping for air as he choked on his own blood.
She stood up and leaned over him, her face coming dangerously close to his as the life faded from his eyes.
She leaned closer and whispered in his ear.
“I…am….God….”
The doctors eyes filled with fear as he watched her calmly walk away to greet the security men. His last ever sight would be watching her feast on them one by one.
The female doctor who survived the incident named her “The Expressionless”.
There was never a sighting of her again.

En Junio de 1972, una mujer apareció en el hospital de Cedar Sinai (Los Ángeles), llevando nada más que un vestido ensangrentado. Nada en esto debería ser demasiado sorprendente por sí mismo ya que muchas veces la gente cuando tenía un accidente iba al hospital más cercano a por atención médica. Pero había dos detalles que causaron a la gente que la vio vomitar y huir aterrada.

El primero, era que no era "exactamente" humana. Parecía algo cercano a un maniquí, aunque se movía con la fluidez y destreza propias de un humano. Su rostro, impoluto como los de los maniquíes, carecía de cejas y estaba embadurnado en maquillaje. Esa es la otra razón para la gente huyendo aterrada.
Tenía un gatito apretado entre sus dientes, con una fuerza tan antinatural en las mandíbulas que no se veían los dientes, la sangre goteaba en su vestido y el suelo. Entonces se lo sacó de la boca, tiró, y se colapsó.

Desde el momento en el que cruzó la entrada hasta el que fue llevada a una habitación y limpiada y preparada para la sedación, estuvo completamente calmada, inexpresiva e inmóvil. Los doctores pensaron en que sería lo mejor retenerla hasta que llegaran las autoridades y ella no protestó. Eran incapaces de obtener ningún tipo de respuesta, y la mayor parte de ellos se sentían demasiado incómodos al mirarla directamente más de dos segundos.

Pero en el momento en el que trataron de sedarla, luchó con fuerza extrema. Dos empleados que la agarraban cayeron mientras su cuerpo se incorporaba en la cama, con la misma epxresión vacía.
Miró sus inexpresivos ojos al doctor masculino e hizo algo extraño. Sonrió.

Cuando lo hizo, la doctora que había gritó y se desmayó. En su boca no había dientes humanos, sino largas y afiladas espinas. Demasiado largas para cerrar la boca sin daños...

El médico jefe la miró un momento antes de inquirir: "¿Qué diablos eres?"
Ella, crujió su cuello hacia un hombro, ladeando la cabeza para observarle, sonriendo.
Hubo una larga pausa. La seguridad había sido alertada, y podían ser oídos según iban por el pasillo.
Según los oyó, se  lanzó hacia delante hundiendo sus dientes en su garganta, dejándole caer al suelo mientras se ahogaba con su propia sangre. Ella se levantó y se inclinó hacia él, su rostro acercándose peligrosamente a él mientras su vida se le iba de los ojos. Se inclinó más y susurró en su oído.
"Yo... soy... Dios..."
Los ojos del doctor se llenaron de terror según la vio ir al encuentro de los de seguridad, calmada. Su última visión fue ella, dándose un banquete con ellos uno por uno.
La doctora superviviente, la nombró "La Inexpresiva", y nunca se volvió a saber nada de ella.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Llamando al enemigo

- Hola... Sí, ¿me podría poner con el enemigo?... Ah... Ah, que no está.... Que sí está pero en el baño... Sí si, entiendo, claro... Todos tenemos nuestras necesidades, descuide.... ¿Podría decirle que he llamado?... ¿Que quién...? Ah, pues el enemigo... No, ya sé que el enemigo es él, pero yo soy su enemigo, así que... Ah, que es de esos que se llaman a sí mismos en tercera persona... sí si, es todo un villano, claro... Bueeno, pues dígale que llama el amigo, vale? .... no, ¡no hombre por dios! A ver, si él es mi enemigo, cómo voy a ser su amigo?... No, él es mi enemigo y yo soy el suyo... Vale... Pues que diga que le ha llamado el aliado del otro bando... Sí... ese mismo... Vale, que me llame...

lunes, 20 de agosto de 2012

Respetos

En mi opinión, en el mundo se deberían considerar al menos dos grandes clases de respeto: El Respeto Innato y el Respeto Adquirido.

Respeto Innato: El respeto innato lo adquiere cualquier ser con un mínimo de inteligencia, sea o no humano, y es inherente a su condición. Es el respeto que habla de la dignidad, el respeto que te garantiza que no seas humillado gratuitamente. Esto debería ser cumplido por todos y cada uno de los seres ya que, si se falta a este respeto, por una humillación, los culpables tendrían que ser sometidos a una humillación similar, sería el único caso en el que podría ser roto ese derecho universal.

Respeto Adquirido: Este respeto ya no es inherente a cualquier inteligencia emocional, si no que es un respeto que se adquiere respecto a algo realizado por el individuo. También es llamado reconocimiento, y puede ser producido por numerosos acontecimientos: Una batalla ganada con acciones heroicas, salvamento de personas, buenas acciones, hazañas... Cada tipo de respeto adquirido sería distinto, ya que, por ejemplo no es el mismo respeto el que ha conseguido un veterano de guerra condecorado que el que tiene un bombero o un cuidador de un centro de personas discapacitadas o un policía.

Este respeto adquirido o reconocimiento debería ser requisito indispensable para ciertas profesiones, por ejemplo para ser presidente de un país o una empresa se deberían haber conseguido ciertos logros que le garantizasen el respeto y el reconocimiento de los que tienen alrededor. No es un respeto innato y por ello, es algo que hay que ganarse por uno mismo.

jueves, 9 de agosto de 2012

Tánatos


La casa, algo vieja y destartalada, parecía vacía, lo cual no era de extrañar. El campo estaba siendo utilizado como campo de batalla por las dos facciones enfrentadas. Aunque se habían desplazado y ahora esa zona formaba parte de sus dominios, los tiros y las granadas aún resonaban en los oídos del hombre que, apoyándose en la puerta, caminó desmayadamente hacia el interior del granero mientras se sujetaba el estómago. Un maldito soldado enemigo rezagado le había sorprendido en la espesura , aunque le había disparado, él también se había llevado su parte.
El granero estaba vacío, lo que era normal ya que dado el estado de emergencia de la región los animales habían sido retirados y la gente evacuada a lugares más seguros.
Se echó en un montón de paja, mirándose las manos ensangrentadas. ¿Cuándo acabaría esa absurda guerra? Él se había alistado porque quería servir a su país, pero alargar tanto esa situación empezaba a ser ridículo. Ellos, simples peones de los de arriba, mataban y morían, como piezas de ajedrez, sacrificables por los altos mandos militares que disponían de ellos como querían.
Respiró hondo. Todo le daba vueltas, aquella herida tenía que ser examinada por un médico… Cogió con las manos temblorosas el dispositivo de comunicación, sin embargo, no llegó a encenderlo.- No llegarán a tiempo.- Al oír la voz, el soldado se intentó erguir para ver su origen. Un joven de edad indefinida y vestido de negro, estaba allí, sentado sobre un tocón de madera que alguna vez había servido para cortar leña, aunque a primera vista el soldado habría jurado que no había nadie.- ¿Quién… quién eres?- Aquel hombre, aunque tranquilo, despedía una sensación extraña, una sensación de que no pertenecía a aquél lugar. Palpó en busca de su arma.- No te servirá de nada. Usaste tus últimas balas contra aquél soldado, recuerdas?- ¿Cómo podía saber eso? ¿Le habría seguido? No… pero era imposible, no había nadie… Debía de estar soñando, sólo podía ser una alucinación. Un delirio.- N-no eres real… sólo estás en mi imaginación.- El hombre sonrió enigmáticamente pero no dijo nada.
El soldado cogió el dispositivo y lo encendió, emitiendo una alarma de socorro. Sus compañeros conocerían su posición.- No llegarán a tiempo.- El hombre aún seguía allí aunque intentó no hacerle caso. Sin embargo, algo lo mosqueaba. Las alucinaciones de los delirios solían ser de alguien a quien conocías, tu madre, tu amigo… ¿Se estaría volviendo loco?- ¿Quién… quién eres?- El otro sonrió, dándose la vuelta hacia él.- ¿Eres creyente, Brent?- Brent ni se sorprendió de que conociera su nombre. Después de todo, era una alucinación… ¿no?- Claro que lo eres.- Sus ojos se posaron en el colgante con forma de cruz griega que Brent tenía en el pecho.- Entonces quizás te resulte más fácil entender quién soy y qué hago aquí. Mi nombre- dijo acercándose- es Azrael.  El ángel de la muerte.- Brent contuvo la respiración. ¿Ángel? Pero si sólo era un hombre.
Un hombre loco que estaba tan tranquilo en una zona de guerra.- ¿Me esperabas de otra manera, Brent? ¿Me esperabas con alas y una cruz o algo por el estilo? ¿Por qué debería responder a las representaciones que los humanos han hecho de mí? No son reales. Tal vez otros de mis compañeros prefirieron manifestaciones más gloriosas en tiempos antiguos, pero el hecho es que a mí me gusta más ser discreto.- ¿ti…tiempos antiguos?- Balbuceó Brent. Ya ni se preguntaba si lo que veía era o no real. El dolor en el vientre comenzaba a remitir.- Claro,- dijo Azrael con calma.
- Vivimos desde hace mucho tiempo, realizando nuestra labor. Cada uno de nosotros tiene una labor en particular, aunque hemos tenido varios nombres, nombres que los humanos nos habéis dado según el sistema al que nos creíais pertenecer. Así, a través de los tiempos, a mí me han conocido por ejemplo, como Mordad por los habitantes de Persia, Thanatos por los griegos, Mors por los romanos, Sokar por los egipcios, entre otros. También otros de mis compañeros han ido tomando distintos nombres.- Brent le miraba, entre incrédulo aterrado.- No tengo manera de probar lo que te he dicho, pero tampoco tengo intención de hacerlo. Hoy tengo otro asunto pendiente aquí. Tienes que venir conmigo.
Brent tragó saliva. ¿I-iba a morir?- A todos les llega su hora, Brent. Pero tranquilo. Lo que has de sufrir ya lo has sufrido.
Tánatos se acercó a Brent y le tendió la mano.- Levántate.- Con una lenta sorpresa, Brent se levantó a duras penas, dándose cuenta de que su estómago… ya no le dolía. Tánatos le sonrió.- Vamos.- Sin embargo, Brent aún no estaba preparado. Miró a Tánatos, algo suplicante. Y habló.

-          Venga, venga!- Dijo el cabo Fork entrando con algunos soldados en el granero abandonado- Quiero encontrar a Brent a tiempo para llevarlo con la unidad médica! Tenemos suerte de que haya encendido el dispositivo… Si no…- Apretó los dientes. Aguanta, Brent, pensó. Ya estamos aquí.
Sin embargo, era demasiado tarde. Un hombre vestido de negro, joven, estaba en la puerta.- Ya se ha ido.- Fork le apuntó con el ceño fruncido.- Eso es mentira! ¿Y tú quién eres? Esta zona ha sido evacuada!- El desconocido se acercó tranquilamente haciendo caso omiso al cañón del arma del militar- Su hora había llegado. No habríais podido hacer nada.
-          ¡Te he hecho una pregunta! ¡Responde!
-          Si te dijera lo mismo que le dije a él, no me creerías. No lo harías, como hizo él. Sin embargo, te lo diré. Soy la Muerte.- El disparo resonó en el granero y todos los soldados volvieron la vista hacia Fork y el desconocido, que seguía ileso.-… y, como te imaginarás, es inútil tratar de matarme a mí. Brent quiere que te de esto para su mujer.- Le alargó un sobre, que Fork renunció a coger al principio. No podía ser verdad. No Brent… - Y que lo siente por lo de Little Hill.
Las lágrimas empezaron a caer por el rostro de Fork. Brent…
-          No sufrió demasiado.- con estas palabras, el desconocido abandonó la nave.

viernes, 20 de julio de 2012

Nueve Años


-¿A Tokio?- Maboroshi-sama, sus conocimientos sobre física cuántica nos pueden servir de gran ayuda ahora en Tokio.- El hombre con traje de color negro y gafas oscuras la miró gravemente.- Imagino que sabe lo que ha ocurrido hace un par de semanas en Tokio, ¿verdad?- Ella asintió, asustada. – La ciudad está en caos, la mitad de la ciudad está en cuarentena y están apareciendo nuevas formas de vida continuamente a la vez que desaparecen… no entendemos qué está pasando… La necesitamos allí ahora.- Mai miró atrás, al salón de su casa. Hayato estaba comiendo con el pequeño, con Keita, que en este momento miraba la escena con curiosidad, dejando gotear un polo de limón que había de postre, lo cual formaba un pequeño charquito amarillo en el centro del plato.- Piense en ellos.- Le dijo el hombre en un susurro.- Todo cuanto conocemos, cuanto amamos… podría cambiar de un momento a otro. Necesitamos conocer a qué nos enfrentamos. La necesitamos a usted, y Tokio es el único lugar donde puede servir.- Ella le miró de nuevo, dubitativa.- Pero no ha sido sólo en Tokio, ¿verdad? He oído que en Sudamérica también está habiendo problemas.- Su marido, su hijo… Su familia… Amigos… - Eso es en Sudamérica, tenemos personal en ello… Pero usted tiene que estar aquí. Le necesitamos, Maboroshi-sama. Su país le necesita.- Ella siguió dudando.
Lo que le habían dicho era tajante. Tenía que apartarse de todo cuanto conocía, su trabajo sería secreto. Los efectos a los que se les expondría en Tokio serían desconocidos y no podían arriesgarse a que contaminaran al resto del país. Y tampoco podían permitirse filtraciones de información. Era una ruptura con todo. Además, aunque aquél hombre no lo hubiera mencionado, había una amenaza implícita bajo sus palabras inexpresivas. No era conveniente que lo rechazase.
Pero allí las cosas ya no eran como antes. Ya no eran como aquél día, ahora tan lejano, en el que el pequeño Keita hacía lo que fuera por hacer feliz a mamá. Desde hacía unas semanas, el pequeño había cambiado. Tal vez los psicólogos intentasen achacarlo a una pubertad anticipada, pero lo cierto es que nadie se volvía un témpano de hielo de la noche a la mañana porque se estuviera convirtiendo en adolescente antes de lo previsto. Y algo le decía que todo aquello de Tokio tenía algo que ver. Apretó los dientes y volvió a la mesa.- Voy… Voy a aceptar el trabajo.- Hayato sonrió, intentando quitarle hierro al asunto. Keita no dijo nada. – Un coche la recogerá a las 8. Tenga preparado lo más indispensable.
El resto de la comida y la tarde pasó en un silencio tenso mientras ella colocaba en una maleta lo más importante, un silencio sólo roto por las preguntas del pequeño.- ¿Te vas?- dijo, cuando la  vio colocando ropa sobre su cama. Ella se agachó frente a su hijo y le tomó por la cintura.- ¿Recuerdas al señor que vino antes? Ese señor me dijo que había algo en Tokio muy complicado y que me necesitan para resolverlo.- ¿Y por qué no puedes resolverlo desde aquí?- Ella sonrió. En su casa tenía un ordenador con varios programas de simulación y cálculo en los cuales muchas veces podía hacer parte de su trabajo, era lo que Keita sabía.- Porque la gente todavía no sabe lo que hay allí, y para mandármelo tienen que saber lo que es.- El niño la miró con los ojos abiertos como si entendiera de verdad lo que quería decir,  y ella sonrió y le dijo que si podía ayudarle a recoger la ropa para meterla en la maleta.
Era la hora. Mai Maboroshi cerró la maleta con un clic y la cogió, dispuesta a salir a por el coche. En el último rato, su hijo había desaparecido… Su único hijo… De joven nunca había pensado que alguna vez tendría una familia, de hecho odiaba a los niños. Sólo estaba centrada en su trabajo. Eran unos años que no le gustaba recordar. Todo había cambiado cuando conoció a Hayato, él había traído luz a su vida y la esperanza de una vida feliz y tranquila en familia. Esperanza que se desvanecía con los sucesos de Tokio, con su trabajo. Se sentía de nuevo lejos de Keita, lejos de Hayato. Lejos de su familia…
Su marido le dio un beso.- Todo va a salir bien, cariño.- Le dijo él sonriendo mientras la abrazaba.- Hablaremos todos los días, ya sabes, como en los viejos tiempos.- Ella rió, recordando su relación por Internet, cómo había funcionado y cómo él se había acabado desplazando a Osaka para conocerla y, poco más tarde, vivir con ella. De nuevo le dio la punzada de rechazar el trabajo, pero se obligó a sí misma a apretar los dientes y seguir. Lo que estaba pasando en Tokio y en Sudamérica… Aquellos accidentes… Su instinto le decía que eso era el inicio de algo grande. Algo que cambiaría el mundo. Y quería que, al menos, su familia, siguiera viva.
Keita se encontraba esperando en la puerta. Era de esperar que un niño llorase al separarse para siempre de su madre, como ella le habría explicado, sin embargo él no había derramado ni una sola lágrima. Estaba allí, de pie, como si ella se fuese a la compra o a dar un paseo y él hubiese ido a despedirla.- kaasan.- Ella se puso en cuclillas y lo abrazó.- ¿Vas a investigar ese lugar?- Sí, Keita-kun… Te prometo que hablaremos a menudo, ¿Vale? Pórtate bien y cuida de papá.- Él seguía serio.
-          - Kaasan.
El hombre de las gafas oscuras apareció por la puerta de nuevo.- Es la hora.- dijo. Maboroshi Mai salió al jardín de su casa, viendo el coche que se apostaba en la puerta.- ¿Lo llevas todo, cariño?- Dijo Hayato.
-         - Kaasan.
Se despidió de su marido con un beso y un abrazo muy fuerte. Las comunicaciones estaban seriamente vigiladas en el interior de las instalaciones, según le había explicado el hombre de negro. No podrían hablar tanto como hubieran querido. Se inclinó hacia su hijo, que seguía estático e inexpresivo.
-         - Kaasan.
Con lágrimas en los ojos, Mai se volvió a levantar y giró sobre sus talones en dirección al coche. El hombre metió su maleta en el maletero y a continuación le abrió la puerta trasera.
-          - Kaasan.
-         - Keita, cariño…- Su madre le saludó desde la ventana.- Te quiero mucho, mi amor.
-          - Kaasan.
Según se fue alejando, siguió mirando por la ventana a su familia. Su marido la despedía en la calle, sonriendo y agitando la mano, y sobre la pared del jardín se había subido su hijo sobre aquel contenedor que siempre tenían y siempre se olvidaban de tirar.
-“Kaasan”
Con lágrimas en los ojos, Mai se giró hacia delante, incapaz de volver a ver los labios de su hijo pronunciar esa palabra.- ¿Có-cómo ha dicho que se llama la organización que lleva todo esto?- El hombre de negro sonrió ligeramente.- La organización que trabaja para restaurar el orden en Japón… Y el resto del mundo… La organización para la que usted trabaja… Se llama Sindicato.


*Kaasan significa "Madre".

Cinco años



La fiesta nacional, el Hanami, hacía que los parques, jardines… se llenaran de manteles. La tradición de mirar los cerezos en flor seguía muy vigente en el país nipón, y año tras año, se veía cómo los japoneses salían fuera, a todos los numerosos espacios verdes que tenían, y admirasen la belleza del cerezo en flor, ya fuera con la familia, los amigos, o la empresa. De hecho, muchos empleados eran colocados allí guardando los mejores sitios días antes sobre los manteles.


- De acuerdo, niños, ¿tenéis todos plato?- dijo la mujer vestida con kimono verde como la hierba y como las hojas. Los cinco niños asintieron enérgicamente, y ella se dispuso a repartir las bolas de arroz y la demás comida.- ¡Que aproveche!
Mientras los niños se ponían las botas con la comida que habían preparado entre todos, los adultos conversaban y, por qué no, también aprovechaban esa ocasión para pasarlo en grande.- ¡Qué suerte que hayamos podido quedar las del laboratorio para venir aquí, eh Mai-chan?- Dijo la más joven.-  Sí, Keiko, estos últimos días el trabajo me está matando.- Dijo la de kimono verde como la hierba y como las hojas, con una sonrisa en los labios.

Los niños se levantaron y se pusieron a jugar por los manteles y por la hierba que no había sido ocupada y servía como pasillos, a juegos infantiles, hasta que uno de ellos se lo encontró y lo alzó sobre su cabeza reuniendo en torno a sí a toda una chiquillada proveniente también de otros manteles de alrededor. El escarabajo movió sus patitas en el aire, mientras él sonreía.- ¡Soy el rey de los escarabajos!- Enseguida, en respuesta a ese desafío infantil implícito, todos los niños se pusieron a rebuscar todo tipo de seres vivos en los árboles y hasta debajo de los manteles para encontrar el más guay.
Las investigadoras del mantel de cuadros siguieron hablando de distintas cosas, sobre el trabajo en el laboratorio, el lío que se parecían traer el Dr. Yadomi y la señorita Kihl (la cual enrojeció hasta las raíces del pelo) y sobre los famosetes de Osaka, donde se encontraba.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que uno de los pequeños, el que había gritado antes lo del escarabajo, llegara corriendo desde donde, según podían ver ahora, había cierto tumulto, cerca del río.- ¡Maboroshi-sama!¡Maboroshi-sama!- Dijo cuando llegó, sin aliento. La mujer del kimono verde como la hierba y como las hojas se levantó asustada.- ¿Shosuke-kun?¿Qué ha pasado?- El niño la tomó de la mano y, junto con las demás, la hizo acudir a donde estaba el tumulto, a toda prisa.- Su hijo…- Sus palabras se vieron interrumpidas por un sonoro chapuzón, el pequeño Keita estaba hundido en el pequeño riachuelo, mojado por todas partes, intentando levantarse sin llorar pero sin despegar el brazo izquierdo del cuerpo. Una horrible sospecha nació en la madre, que se volvió a su marido, un hombre con barba circundando su rostro.- Hayato, por favor...- Sin embargo, él ya se había metido al río, empapándose los pantalones y recogiendo al pequeño mientras lo mantenía contra su costado y este empezaba a llorar.
Cuando volvían, la madre no pudo evitarlo y, empapando también el Kimono que le había regalado la abuela de color verde como la hierba y como las hojas se adentró en la pequeña corriente para recoger al niño el cual, volviéndose hacia ella, sonrió débilmente y abrió la mano, mostrándole la flor de cerezo que había recogido de la roca de en medio del río para ella.

viernes, 13 de julio de 2012

Las puertas del centro comercial se abrieron,



y los cuatro entraron a aquél paraíso del consumismo, lleno de luz y color.
KEITH COLD
Keith L. Cold A.K.A Rei
ANNA SALAZAR
RIOCO SAITO
Kanae Godall


Keith Cold miró en derredor, sin variar la expresión fría de su rostro. ¿Por qué le habían molestado en sus vacaciones y le habían hecho cuidar de aquellas patéticas crías? Con haber puesto a Anna de niñera no le necesitaban a él. Pero al parecer su contratante había visto más allá, o simplemente tenía ganas de fastidiarle un poco. 
A Rioco le brillaron los ojos de la emoción y, mirando a Kanae de reojo, comenzó a mirar todos los escaparates que mostraban fabulosos pasteles o increíbles piezas de ropa que parecían sacadas de un cuento de hadas, seguida por una Kanae que nunca había ido a un centro comercial simplemente a comprar.
- ¿Podemos ir a la sección de juguetes?- Dijo Rioco Saito poniéndole morritos a Keith y haciéndole a Kanae una seña para que la imitara.- Porfaa, porfa, porfaporfaporfaporfaaa...- El asesino le dirigió una fría mirada y a continuación, sin decir nada, miró a Anna para ver qué decía.- Niñas, primero tenemos que mirar todas las tiendas, ¿vale? Me han hecho prometer que compraría insecticida y quiero saber si lo venden, aquí.- Keith no dijo nada y siguió caminando. A él sólo había una tienda que le importaba, en todo aquél complejo consumista y capitalista: La armería. Pero él también había prometido hacer de canguro, luego no tenía otra opción. El jefe sabría si había cumplido. Y no podía hacer otra cosa.

Y así fue como la extraña e improvisada comitiva cruzó las puertas automáticas del lugar, la niña de pelo castaño en cabeza buscando la sección de videojuegos, seguida por una desconcertada chiquilla de 10 años de pelo rosa y un gorro en la cabeza. Poco después iban Anna, con sus sempiternos goggles, y Keith, con las manos en los bolsillos mirando discretamente alrededor. Había oído que uno de los jefes de una organización de la competencia quería liquidarle, si hubiera tenido sentimientos habría soltado una carcajada. ¿Liquidarle? ¿A él? Cualquier inconsciente que intentase "liquidarlo" estaría muerto antes de llegar a apuntrarle. Además, no iba solo. Anna también tenía sus propios "ases bajo la manga" y la pequeña Kanae no estaba indefensa.
Así pues, estaba tranquilo, simplemente vigilante a ver si veía alguna cara conocida. Cuando Rioco y Kanae se detuvieron en una tienda de regalos ("de pongos" decía Rioco."porque esos se los regala la gente mayor y los aceptan muy sonrientes, entonces cogen, se los llevan, los abren en casa y dicen: ¿dónde lo pongo?"*) a mirar un perrito cejudo que movía la cabeza a los lados, Keith lo vio por fin. Aparentemente era sólo un transeúnte que miraba un escaparate... ¿pero en serio un hombre con esas pintas miraría una tienda de ropa de lujo de mujer? 
Por otra parte, las niñas sonrieron. 

- Ay, es que es tan mono... Dijo kanae con las manos pegadas al cristal mientras Rioco Saito miraba toodos los artículos de la tienda. Sin embargo, Anna no estaba muy convencida.- Oye, que vale 60 dólares...- Kanae se volvió, y ésta vez fue Rioco quien le devolvió el favor poniéndole ojitos, de manera que, poco después, el perro cejudo estuvo en las manos de una pequeña y- ahora feliz- diclonius, que seguía a través de la tienda a Rioco, que parecía olfatear algo como un sabueso.- ¡¡Ajá!!- Dijo irguiéndose triunfante y poniendo una mano a modo de visera como si fuera un vigía, oteando en el lejano horizonte un cartel de un videojuego.- ¡La sección que buscamos! ¡Vamos, Kanae!

Y, antes de que cualquiera de los jóvenes pudiera hacer nada, las dos pequeñas ya se habían esfumado en dirección a la tienda.- Bueno,- Dijo Anna.- Ahora tenemos tiempo para dar una vuelta... Y dedicarnos más a nuestros asuntos...- Se pegó más a Keith y sonrió. Pero él sabía que sólo era una manera de hablar para que el que les seguía no se supiera descubierto. Sus asuntos eran él. Él y los suyos.

Dicho y hecho, no pasó mucho tiempo hasta que Keith los viera. Vestidos como si fueran simples ejecutivos, trabajadores, sin embargo se les notaba. No eran lo que uno llamaría "jugadores limpios". Dejó la hermosa Desert Eagle que estaba observando y le hizo una seña a Anna.- Tendrás que perdonarme, rubita... Tengo que ir al baño.- Ella sonrió. También los había visto.- Aprovecho y voy yo también.

El cuerpo inerte del sicario golpeó la pared del solitario pasillo de los baños del aparcamiento, cayendo ensangrentado y lleno de golpes. Anna se acercó, sonriendo, y colocó una bota sobre él. Su piel, ahora de color plateado, emitía un brillo acerado que auguraba un destino muy negro para quien se cruzase con ella, como habían podido comprobar esos caballeros. - Bien.- Dijo en voz alta.- Éste ya está. ¿Cómo vas tú por ahí?

Keith Cold, también llamado Zero cuando estaba de servicio, no contestó inmediatamente. Los dos hombres con los cuellos partidos habían sido situados estratégicamente en dos baños cuyas puertas había cerrado cuidadosamente antes de salir por encima.- No lo dejes todo hecho una porquería. Y sé más cuidadosa. Casi he podido oír gritar a ese último.- Su voz resonó desde el baño.- Porque le he dejado.- Replicó ella, fingiendo ofensa. Después, en otra de las tazas de váter, se volvió hacia el tercer hombre, el que les había seguido, que se encontraba en el suelo con la cara sobre la taza. -¿Y bien?- dijo.- ¿Dónde están los refuerzos? ¿O no me digas que esperabas derrotar a Zero sólo con cuatro hombres? Tu jefe renegaría de ti. Así que habla.- Y, diciendo esto y sin darle oportunidad a hablar, le metió la cabeza de lleno en la taza y volvió a tirar de la cadena, provocándole de nuevo ahogamiento. Lo sacó violentamente, y éste balbuceó, con un hilillo de voz:- Nosotros sólo somos... señuelo... niñas...- El gorgoteo del agua volvió a sonar en sus oídos, su boca y su nariz, y sintió el pie del asesino empujar su cabeza hacia abajo.

Anna volvió a salir al pasillo del baño de mujeres. 
Había dejado a aquellos tipos como Zero le había dicho antes de llegar, aunque hombres en el baño de mujeres tampoco quedaría muy ortodoxo.- ¿Acabas ya o te aprieta mucho?- Dijo con sorna mientras se limpiaba las manos con papel higiénico. Oyó una última cadena, y Zero salió del baño de nuevo, permitiendo a Anna volver a admirar al joven. Con sólo 19 años, el chico había acabado con tres sicarios armados sin pestañear ni usar sus poderes y había interrogado a uno de ellos hasta la muerte, y lo único que daba a entender dicha situación era que su zapato estaba un poco mojado. Ni siquiera tenía la respiración alterada. - Van a por las chicas.- Dijo éste. 

Y no fue necesario más. Ambos dos volaron hacia la sección de videojuegos, abriéndose paso entre la gente como podían y vislumbrando un círculo de gente en la zona de videojuegos. Anna se imaginó la situación, los cadáveres de las dos tiernas niñas ante una videoconsola manchada de sangre por el disparo, y el sicario escapando en el tumulto. Vio cómo Keith ya buscaba algo fuera de lo normal, entre la multitud que se movía intentando ver y murmuraba perpleja. 

Y era para menos, sobre todo cuando, con el corazón casi en la boca, Anna apartó a las dos viejas de primera fila y se encontró con Un gigantesco demonio sujetando al aterrado sicario enseñándole su sonrisa dentada, y una Rioco que, mientras jugaba con Kanae a los Arcade, sacaba la lengua al verla en señal de disculpa. 
Keith suspiró quedamente. Desde luego, toda aquella jornada había resultado de lo más edificante, incluso había aprendido a no meterse con la pequeña Diclonius ni Rioco Saito, la invocadora de demonios. Sólo de quedaba una duda... ¿Por qué le habían encargado preocuparse por ellas? De repente, cayó en la cuenta, cuando Rioco se acercó a él pidiéndole dinero y Kanae miraba preocupada cierta ranura en las máquinas.- He atrapado al malo... ¿Podemos jugar un poco más?





*: El chiste de los pongos es un chiste de mi prima de 10 años de verdad :P

miércoles, 11 de julio de 2012

Las ciruelas

La sala oscura, únicamente iluminada por el ventanal, apenas cambió cuando aquella figura apareció, con una bolsa de plástico en la mano. En la ventana se veía una pradera, con la hierba verde y un único árbol de color rosaceo en el centro. Allí había dos niñas jugando al pilla pilla, la de pelo castaño, un poco más mayor, era perseguida por la pelirrosa que flotaba a dos metros del suelo.

La tortuga, del tamaño de una mano y de color oscuro casi negro y amarillo por abajo, apareció flotando tras la alta figura en la estancia, y éste la dirigió con un gesto a la tortuguera donde ya flotaba la otra en el agua.

Después volvió a mirar en derredor. Todo estaba en orden, la mesa baja con el sofá y los sillones, la puerta de color negro elegante y un cartel dorado con una R brillante - sonrió al verlo- y las demás cosas, todo estaba en su sitio. En el jardín que se veía por la ventana, la chica pelirrosa era perseguida ahora por un enjambre de diablillos alados.
En una esquina de la habitación, casi invisible, había una mesa y sobre ella inclinado un cuerpo, al parecer enfrascado en alguna tarea que requería bastante concentración, que no reaccionó ante la presencia del recién llegado y ante el cual este sólo pasó una mirada fugaz.

Volvió a dirigir su mirada al jardín, para ver como, bajo el arce, las dos niñas estaban empezando a pelearse.

Acercarse a la ventana y atravesar su superficie como si fuera simplemente agua fue todo uno, y comenzó a caminar (vestido de negro, como siempre) hacia ellas, oyendo parte de la discusión.
- Pero es que has hecho trampa!- decía la pelirrosa con gorro azul.
- No es verdad, tonta, sólo porque haya usado mis poderes...
- Pero eso no vale! Normal que pierda si mandas a una legión de demonios a por mi!
- Ah, pues tú también usaste tus poderes!
- Que eres una tramposa, Rioco!- sentenció la pelirrosa sacando la lengua.
- pues tú eres tonta, kanae!
Cuando parecía que iban a llegar a las manos, el recién llegado alzó la voz:
- Vaya! Y yo que pensé que podría compartir esto que traigo...- agitó ligeramente la bolsa de plástico que aún traía- me las tendré que comer todas yo.
Acto seguido ambas miraron al joven con desconfianza, preguntándose de que narices hablaría para cortar su discusión así por las buenas. Sin embargo, en cuanto este abrió su bolsa y mostró las ciruelas, naranjas y de piel suave, a las dos se les hizo la boca agua. Intentaron coger una, pero rapidamente él las ocultó tras de sí.- no mientras estéis enfadadas.

Ambas dos se miraron y volvieron la cabeza con gesto altivo.
- Venga, no os enfadeis por esas bobadas. A ver, Kanae, no puedes decirle a alguien que no haga una cosa si tú la estás haciendo primero. Las normas son para todos, y si usas poderes, los usáis las dos. Y Rioco...- se volvió hacia la niña con coleteros de pokeballs.- quien está pillando? Tú, verdad? Aunque utilices tus poderes tienes que tocarla tú o si no no valdrá, vale? O ella puede hacer lo mismo y el juego no es tan divertido. De acuerdo?- poco a poco, ambas niñas asintieron, arrepentidas y se abrazaron en señal de amistad de nuevo.- de acuerdo, ahora que eso ya está arreglado... Quien quiere una ciruela?

viernes, 15 de junio de 2012

Mushishi


Esta historia trata sobre los tiempos antiguos, tiempos en los que los mushi eran considerados criaturas mágicas y los que los veían, como locos o chamanes.
La gente, primitiva, no comprendía a estas criaturas, y les temían, considerándolos poco menos que deidades.

Sin embargo un día nacieron dos personas con un poder sin igual, nacieron un hombre y una mujer cuya sabiduría y habilidad les hicieron destacar pronto entre sus semejantes. Sus nombres eran Izanagi e Izanami, o al menos así han pasado a la historia.
Su saber era inigualable, y su manejo de los mushi espectacular. Fueron prácticamente los creadores del oficio de Mushishi al considerar que estas criaturas necesitaban una persona específica para mediar con los humanos y guardar un equilibrio. Pero eso fue antes… Antes del desastre.

Como debe ocurrir en estos casos, Izanagi e Izanami acabaron encontrándose, y pasaron a formar el matrimonio más sabio de los que poblaban Japón. Se decía que poseían una herramienta sobrenatural, hecha de un material especial, que les permitía interactuar con las corrientes de luz y que gracias a sus habilidades sobrenaturales podía crear nuevos Mushi. No ha perdurado hasta nuestros días más que el nombre de tan legendaria herramienta: Ame no Nuboko, la lanza celestial.
Según pasaban los días sus conocimientos y su prestigio iba aumentando. Conocidos en todo Japón, los cada vez más numerosos Mushishi acudían a ellos en busca de consejo y ayuda.

Hasta que ocurrió aquello. El día era soleado, pero eso a Izanami no le importó ya que estaba en la inmensa biblioteca, manejando un nuevo mushi que debería poder proporcionar calor a las zonas frías del Norte de Japón, al que llamó Kagutsuchi. Pero, a pesar de toda su sabiduría y habilidad, a fin de cuentas Izanami no era más que una mujer humana, y todas las mujeres humanas están doblegadas, una vez al mes, por sus propios cuerpos.
Y entonces Izanami cometió un error. Y Kagutsuchi se descontroló.

Las llamas cubrieron la biblioteca. Izanagi, que en ese momento se encontraba trabajando en el campo con otros hombres, vio el humo, y, adivinando lo que había pasado, corrió a la biblioteca. Pero era demasiado tarde. Izanami, aún viva, se cubría la cara con las manos, su error fatal le había valido unas horribles cicatrices y quemaduras que nunca podría quitar. Cada persona que la mirase a la cara recordaría el error que cometió.
Sin dejar que nadie la viese, Izanami se colocó un velo e, incapaz de seguir con su labor al lado de Izanagi, ingresó en una orden monástica, tratando de aislarse de un mundo que le recordaba su fealdad cada vez que la mirara, recordándole su error.
Izanagi, furioso por lo que había pasado, tomó a Kagutsuchi y lo lanzó hacia el norte, dispersándolo y ocultándolo bajo tierra para que nunca volviese a hacer daño a nadie. Muchos años más tarde los humanos descubrieron esa fuente de calor, con el agua, y se apresuraron a aprovecharla en forma de baños termales.
Izanagi, consternado por la decisión de su esposa, fue a verla, rogándole que volviera con él, diciéndole que sus cicatrices no podían ser tan malas.
Tras mucho insistir, Izanami asintió a regañadientes, haciéndole prometer, sin embargo, que jamás intentaría verle la cara bajo ninguna circunstancia.

Durante una temporada, ambos fueron felices así, pero sin embargo, Izanagi no podía evitar sentir una malsana curiosidad hacia lo que hubiera bajo aquel velo. Y un día, sucedió lo que no tenía que suceder. Comido por la curiosidad, Izanagi alzó el velo mientras ella dormía. Pero sí era tan terrible como su esposa decía, y la impresión que se llevó al verla la despertó.

Izanami montó en cólera, y mientras Izanagi huía de la casa que ambos compartían ella tomó a Ame no Nuboko y, ciega de furia y de odio, creó al mushi definitivo, un mushi que devoraría la tierra sepultándola bajo un manto de cenizas, que convertiría todo Japón en un horrible erial para que, al mirarla, los japoneses no viesen a un ser deforme y quemado, sino a un reflejo de su propia miseria.
Las nubes taparon el sol, y la noche se apropió de los caminos. Miles de millones de personas murieron acosadas por los mushi, que se descontrolaban, y éstos a su vez eran devorados por el mushi definitivo, un mushi con forma de una oscura e inmensa nube, con ocho cabezas para las ocho islas de Japón.

Sin embargo, Izanagi, más diestro que ella en el arte de los Mushi, tomó su cuerpo y se sacrificó bajo la promesa de que, mientras su legado continuase existiendo, la tierra por la que ambos habían luchado nunca perdería la esperanza ni se convertiría en un erial.
Izanagi tomó su ojo derecho, y lo convirtió en un mushi ardiente, un mushi que tomaría la forma del sol y que, aunque no permitiría que nadie se acercase bajo riesgo de consumirlo, sustituyó al sol bajo la nube oscura y permitió que las plantas y los animales siguiesen viviendo, previniendo la destrucción física de la naturaleza de las islas. Amaterasuu.
Después, tomó su ojo izquierdo, y lo convirtió en un mushi frío, un mushi lunar que, cuando Amaterasuu descansase, iluminaría la tierra con una luz pálida y fría que sin embargo alimentase las almas de los habitantes de Japón y de los mushi, previniendo la destrucción de la cultura y el arte de las islas. Le dio de nombre Tsukiyomi.
Por último, y con sus últimas fuerzas, tomó su nariz y con ella hizo al que sería considerado al salvador de las islas, al que resultaría vencedor contra la lucha del mushi oscuro. Susanoo, el mushi de las tormentas, sopló y sopló provocando huracanes en su lucha contra el mushi oscuro, hasta que el sol volviera a brillar sobre la tierra.
Izanagi había muerto, sí, pero había derrotado a su furiosa esposa. Ésta, aún ofendida, estuvo a punto de continuar con su espiral de destrucción, pero viendo todo el daño que había causado, los dioses decidieron que ya era hora de detener la batalla y que cada uno recibiese el castigo que merecía. Y así, crearon un mushi inmenso, que, en su tarea celestial, castigaría a los mushishi que violasen las reglas y, como Izanami, cruzasen la línea. Y así es como, el Kuchinawa, borró a Izanami e Izanagi de la faz de la tierra y del recuerdo de sus habitantes.

Sin embargo, sus hazañas y su historia perduró en el imaginario de los habitantes de aquellas islas y ha llegado hasta nosotros con los tintes con los que la conocéis.

martes, 12 de junio de 2012

Parecidos ¿Razonables?

Ese momento en el que recuerdas qué cara le ponías en tu mente a algunos personajes (en este caso son dos de Harry Potter) y lo más gracioso es que todavía no conocía a los personajes estos:

1.- Remus Lupin (no es coña, en el 3º libro me lo imaginaba así)
(Profesor S. Tornasol, Tintín)
2.- Barty Crouch padre (Harry Potter y el Cáliz del Fuego):
Al principio del libro (Cuando aparece normal)

Cuando está bajo los efectos de la Maldición Imperio y se aparece ante dos Campeones

El personaje (Que juro que no conocía cuando leí el Caliz de Fuego) es Soichiro Yagami (Death Note)


Y sí, cuando me di cuenta me quedé WTF

miércoles, 6 de junio de 2012

Zero

Nombre real: Se desconoce 
Apodo: Se desconoce
Messier Code: AA000 (No identificado por el momento) 
Descripción física: Varón blanco de edad desconocida, de entre 20 y 30 años, de constitución más bien delgada. No se han encontrado coincidencias dentales, de ADN, o de huellas. La ropa es demasiado genérica y sin etiquetas y era completamente negra.
Altura: 1'80 metros 
Peso: 70 kg 
Tipo: Contratista 
Habilidades: Control de mentes, enfocado al ilusionismo. 
Compensación: Llevar la cara parcial o totalmente oculta (Las gafas de sol no se considera que oculten la cara en la medida suficiente). El recluso realiza dicho pago por medio de la utilización de máscaras con distintos motivos decorativos.
Notas: 
1.- La compensación debe de ser simultánea al uso de su poder por lo cual sin tener el rostro oculto no es capaz de crear ilusiones.
2.- ESTE RECLUSO NO ES UN CONTRATISTA CUALQUIERA. ES MUY PELIGROSO Y AÚN SIN PODERES DEBE SER ENCERRADO Y TRATADO CON EXTREMA PRECAUCIÓN. ESTÁ PROHIBIDO TERMINANTEMENTE CUALQUIER CONTACTO CON ESTE RECLUSO SIN AUTORIZACIÓN PREVIA DEL ALCAIDE.


El hombre con traje miró el informe que le presentaba el guardia de prisiones mientra caminaba por el pasillo con luces tenues. Los datos eran escalofriantes. Su edad era desconocida, así como su pasado. Varón blanco, de constitución media, no había equivalencias en la base de datos y no se conocía su Messier Code. No tenía antecedentes, pero era bastante obvio que era un contratista. Cuando había empezado todo aquello, su contacto le previno.
- ¿está seguro de que eso es lo que quiere? No se lo recomiendo en absoluto. Ese hombre está demente. De hecho, aunque está en la cárcel, no dude que se dejó atrapar. Allí estaba, en la acera, con los sacos llenos de dinero a su alrededor. Si es un contratista, no es del tipo que conocemos.- Sin embargo se habían clasificado sus poderes con relación a la creación de ilusiones, y su pago a llevar la cara oculta, cosa que normalmente hacía con una máscara.

Sus pasos resonaron en el corredor. El pasillo estaba vacío. No había puertas en los laterales, sólo había una al final del pasillo, grande y de acero, con una mirilla y una cerradura tradicional. El guardia de la prisión se lo había explicado... Estaba confinado en alta seguridad por protección.
Pero no protección para él. Protección para los demás.

Un contratista que vivía en un habitáculo de 3x3x3 la totalidad de su tiempo... no se imaginaba cómo podría ser un hombre para que el Gobierno rechazase utilizarlo como al resto. Pero, habiendo oído lo que había oído, no lo dudaba. Aquél hombre no era un contratista al uso.
El guardia apretó un botón antes de abrir la puerta. Seguridad, dijo.
Y entraron.

Y allí estaba. Un colchón sucio, una bombilla en el techo, un WC y una mesa escritorio eran todo lo que había en aquél lugar.

La figura que se encontraba sentada en una esquina no impresionaba mucho, sin embargo el hombre con traje sabía que realmente aquél hombre valía toda aquella seguridad. Y esperaba que más.
Se sentó en la silla.
- ¿Cómo lleva su estancia en la cárcel, señor...?
- Puede llamarme Zero- el preso esbozó una sonrisa. Se estiró, dejando ver su rostro descubierto. Joven, no se podía decir que bajo aquella luz tenue destacase. Vestía una prenda superior en forma de saco que parecía una bata, y que le llegaba hasta las rodillas. No tenía pantalones.- Lamento mi aspecto, señor... Como comprenderá no hay muchas cosas para que un hombre como yo se entretenga en este lugar. .- Su voz era apenas un susurro, rasposa y baja. Un siseo de serpiente.
- ¿Un hombre como usted? Usted no es un hombre. Un hombre no haría esas cosas.- Le cortó el agente.- Vengo de parte de Salvatore Maroni.- El hombre sonrió como si eso fuera un chiste.- Mi jefe ha visto ciertas... cualidades en usted, opinión que, he de decir, no comparto. Todos los contratistas sois eso, bichos raros. Pero me han mandado a darle un mensaje, y eso he hecho.- La penetrante mirada de aquél individuo le ponía nervioso.- Si quiere aceptar el trabajo, ya sabe. Dentro de una semana alguien le esperará en el café de la calle 11 de noviembre, en la ciudad en la que fue usted... capturado. No tengo nada más que decirle.- Se levantó deprisa, aquel encargo le parecía de locos. Descender hasta las entrañas de lo peor del hombre para citar a un loco a un lugar al que no iba a poder acudir, delante de sus captores. Pero su jefe confiaba en él. Y no tenía más remedio que... acatar.
-¿Sabe? Creo que se han pasado. Con eso del informe, digo. Se preocupan demasiado.

AL DÍA SIGUIENTE.
El guardia deslizó la bandeja metálica por la rendija y miró por la mirilla. Se quedó helado, al ver el cuerpo del preso de máxima seguridad colgando de la lámpara.
Tras dar el aviso, el alcaide apretó los dientes en la sala de control.- Ese cabrón... lo hace a sabiendas. Lo hace a sabiendas de que le llevaremos a la enfermería y allí podrá huir. ¡Hernández, bájalo de ahí y controlalo hasta que lleguen los sanitarios!- El alcaide, un hombre grande y con bigote gris, dio las órdenes de forma clara y concisa. No iba a permitir que su preso más importante se escapase porque sabía que, una vez fuera, desaparecería. Y, una vez fuera, podría hacerse una máscara. Y estarían perdidos.

De repente, el micro volvió a sonar.-¡Señor!¡venga rápido!- Los golpes se sucedían, al otro lado del interfono del guardia.

Los refuerzos llegaron en cinco minutos. La escena se había salido de control. El joven de alguna manera se había hecho con el arma del guardia, golpeaba a éste, encogido en el suelo. Los guardias no tardaron en reducirle, mientras, magullado, el guarda recuperaba su arma, aún con las piernas temblando. La paliza había sido de campeonato.

Y, sin embargo, contra todo pronóstico, cuando llegó el alcaide, el joven empezó a gemir.- ¡Es una trampa! ¡Él es el enemigo!¡Él es el enemigo!- Gritaba, señalando al guarda que había recibido la paliza.- ¡Nos ha tendido una trampa a todos!¡No le dejéis escapar!- El guardia se encogió de hombros. Su cara aún mostraba los símbolos de la paliza, y se tambaleó cuando recogió la gorra del suelo y se la puso.- Tranquilo, hijo. Ya ha pasado. ¿Está bien?- El alcaide habló por encima de los gritos del joven delgado. Era obvio que estaba mintiendo, ¿cómo iba  a haberles tendido una trampa su guardia, al que estaba apalizando momentos antes? ¿Cómo podrían haber intercambiado los papeles, cómo podía estar gritando "¡Yo soy Hernandez!" con tanta seguridad y no haberse vuelto loco, o pretenderlo? El alcaide presupuso lo obvio. Estaba fingiendo locura. Así que aconsejó al resto de guardias ignorarle. Cuando la puerta volvió a quedar cerrada, sus gritos se ahogaron y acompañó al guardia, que había sido víctima de una paliza, a la enfermería. Sin embargo, tras tomar un vaso de agua y una aspirina, éste aseguró encontrarse mejor.- Sólo fueron un par de golpes.- Dijo, intentando sonreír.- Y soy un agente del orden. Tarde o temprano tenía que ocurrir. Un poco de descanso me vendrá bien.
El alcaide sonrió.

DOS HORAS DESPUÉS

El guarda, en la puerta del recinto, sonrió.
Tenía que tomar el aire. Claro.
Se quitó la gorra, y con una sonrisa, la echó a las zarzas que crecían alrededor de la valla.
Zero se quitó la tela agujereada que hacía de máscara, sujeta a su cara con la goma del pantalón que había roto. Su huida había sido un éxito, haciéndose pasar por el guardia. Había sido pan comido cabrear al guardia para dar comienzo al plan. Ocultar la radiación syncrotrón, no suponía esfuerzo por su poder. Y el resto, bueno, había venido solo.
Llevaba planeando algo así desde hacía mucho, sin embargo, había sido la visita de aquél llorica del traje lo que le había hecho decidirse. Salvatore Maroni le requería, eh? interesante. Tal vez le hiciera una visita. Tal vez... con una sonrisa, y aún con su prenda de saco de preso, se alejó por el camino, dispuesto a hacerse una máscara como era debido lo antes posible. El resto... vendría después.

lunes, 4 de junio de 2012

Débil

La noche es joven. Y jóvenes son nuestros protagonistas que, despreocupados, caminan por una calle secundaria de Nueva York charlando y riéndose. El día veraniego invita a pasear, y su procedencia, española, les empujaba a las calles y a las plazas a disfrutar y a pasear.
Sin embargo, quien sabe si, demasiado confiados en el aumento de seguridad que se ha producido en la metrópolis estadounidense tras los atentados islamistas, no han ido demasiado lejos.
En su ruta entre la creciente oscuridad, sólo aderezada con farolas cuya luz cubre parcialmente la calle, van dejando en sus respectivos apartamentos a sus amigos. A veces solos, a veces en parejas.

Y, eventualmente, sólo quedan ellos tres. Se dirigen a la casa de la chica, ellos dos acompañandola caballerosamente, cuando algo surgido de un callejón los toma por sorpresa, agarrando a la chica en su salida.
- Vaya, tres ratoncillos ciegos salen de su madriguera... No tenéis miedo a que os coma el gato, ratoncillos ciegos?- la penumbra no les impide ver el brillo del cuchillo que sostiene con la otra mano, dispuesto a hundirse en su carne.
- Tranquilo...- intenta calmarle el primero. Alto, con buena planta y una mata de pelo rubio. El héroe que toda chica querría. Y, además, era buena persona. No se podría pedir más.- te daremos nuestro dinero. Sueltala por favor.
Pero el asesino, un ser sucio y rastrero, siempre ha odiado a los tipos populares como él.- dinero? Oh, ya tengo todo el dinero que necesito. Ahora sólo quiero jugar. Vas a jugar conmigo, héroe?- el asesino esbozó una sonrisa oscura y tenebrosa mirándolo.
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Miré a David. Su cara de preocupación por la chica, por aquello que estaba pasando. Era todo un héroe, el si que sabía como actuar en cada situación. Sus ojos azules observaban al asesino intentando averiguar sus decisiones. Sin embargo, yo... Yo estaba cagado de miedo.

El asesino se cansó de esperar, y con su sonrisa macabra colgando del rostro se empezó a llecar a la chica hacia el callejón. Pero el héroe no iba a permitirlo. Con un rápido movimiento, se lanzó hacia el otro, mientras esté obtenía lo que había ido a buscar.

El balazo resonó por la calle vacía, junto con el grito del asesino. El arma cayó a los pies del otro chico. David, en un último movimiento, le había confiado a él la situación.

Cogí el arma lentamente mientras oía los ruidos de Miriam intentando deshacerse del asesino, y, cuando volví a mirar, este la había dominado y la tenía atrapada.

Estaba temblando. Sus piernas estaban hechas de mantequilla y a duras penas se sostenía en pie. Ya no digamos disparar. Joder, el no estaba preparado para esas situaciones. Estaba cagado de miedo. Y el asesino lo sabía. Le hizo una seña con la cabeza. - Qué, tú no vas a seguir los pasos de tú amigo el héroe?- el otro tembló violentamente mientras le apuntaba. No sería capaz de disparar.
- Venga, dispárame.

- el asesino retiró a la chica a un lado, despejando su cuerpo.- dispárame! No eres capaz, verdad? Eres demasiado débil, demasiado patético para disparar.- el chico temblaba aterrado como si el que tuviera la pistola fuese el otro y el se estuviera ofreciendo. Entonces se dio cuenta de que David aún se movía y de que intentaba decirle algo:- venga... Miguel... No dejes que te insulte así... Kjo, kjo... Tengo fe en ti... Salva a Miriam...- el asesino pareció encontrar muy divertido el dilema del chico de pelo negro, así que se acercó a David y lo pateó. Este gritó de dolor. - Mira como lo maltrató, idiota... Y tú no puedes hacer nada... Jajajaja... Mira que eres inútil, chaval... Mira que eres... Eh!- el arañazo le llegó por sorpresa, y ya chica empezó a rebatirse contra el con fuerzas renovadas. Sin embargo, una bofetada del asesino la detuvo en seco, dejándola balbucear... - Miguel... Por favor... Ayúdanos... Dispara... Ayuda a david... Huye y llama a la policía... Por favor, haz algo... Pero para el no era fácil. Se encontraba completamente bloqueado, pistola en mano. No era capaz de moverse. Estaban matando a sus amigos y el no podía hacer nada para evitarlo. - no ves que tú amigo es débil? No es capaz ni de salvar a sus amigos... No vale una mierda... Eres débil, chico... No puedes ni apretar el puto gatillo... Pero un moribundo David aún tenía algo que decir.- no... No es débil... Es mi amigo.. No... No te atrevas a subestimarlo, porque yo creo en.. Creo en... Esta vez el asesino pasó de él, y le volvió a hablar directamente a miguel. -Bueno, si no vas a hacer nada por lo menos déjame que yo me lo pase bien. Preciosa, no te voy a mentir... Esto te va a doler más que a mí. ... Señor, los hemos encontrado. Parece ser que los han asaltado.- las líneas del suelo delimitaban el lugar donde había caído sus cuerpos. El había sido disparado en el estómago y apaleado hasta morir. Ella probablemente habría sufrido abusos sexuales antes de ser apuñalada doce veces. La escena del crimen, un callejón de las afueras de Manhattan, se iluninaba bajo el sol del amanecer mientras los agentes acordonaban la zona. Sin embargo, había una tercera víctima. "Eres débil", había dicho aquel hombre. Y acaso no tenía razón? Acaso no había asistido impotente a la tortura de su mejor amigo y de la chica de la que llevaba enamorado cuatro años? Acaso no tenía una pistola en las manos mientras ese hombre abusaba de ella en la noche? Acaso no le habían encontrado los agentes, derrumbado en el suelo y con la pistola intacta, varias horas después? Lágrimas de impotencia corrían por sus ojos, porque, a pesar de que los agentes le habían dicho que era normal sufrir un shock emocional de ese tipo y bloquearse, el sabía que no era verdad. El sabía lo que había sabido el asesino desde el principio. QUE ERA DÉBIL.