- Entonces...- se sentó junto a él, en el suelo,
rodeando sus rodillas con las manos.- ¿Es esto el final?
-Sep.- Dijo
él, mirando la lata que había en su mano y echándole un trago. ¿Todo había
acabado? ¿Ya? No quería pensar en ello... Pensar que todos los milenios de
evolución del mundo, de la vida, del ser humano... acabarían en eso... Era algo
desolador. Pero el comentario de él la sacó de sus pensamientos.- ¿No te parece que es una escena increíble?- Ella lo miró, extrañada. Sus
pensamientos, su mirada triste... miraba a la nada, advirtió cuando siguió su
mirada. Al horizonte. Y sonreía.- Nunca se había sentido otra paz como esta, verdad? Al menos, yo
creo que no podría vivir en otro momento.- Ella seguía extrañada por sus palabras. El fin llegaría de
un momento a otro, sin embargo, allí estaban, en esa nave, disfrutando del día.
- A decir verdad, el final sólo puede ser un suspiro, ¿verdad?- Dijo él.- Cuando todo empezó, la gente entró en pánico. Era de esperar.
Los más estúpidos, sin saber otra manera de demostrar que la vida estaba en sus
manos que quitándosela... Sin embargo, después, creo que lo comprendieron.
Entonces, ocurrió el milagro.- Ella sabía de qué milagro hablaba. Ya no importaba nada. Todos
iban a morir. Una vez asumido eso, sólo quedaba disfrutar del final. Era algo
que él había entendido antes que nadie. La gente se había reunido con sus seres
queridos, y, cogiéndolos por los hombros, habían salido a las terrazas, a los
balcones, a la calle... y simplemente, habían disfrutado del final. De la calma
después de la tormenta. -¿Te has despedido de todos, ya?- Dijo él, con una sonrisa tranquila.- ¿Qué crees que pasará... después? ¿Acaso crees que todo se
acabará y volverá a empezar exactamente igual? ¿Que viviremos en otro mundo?
¿Que intercambiaremos los papeles?
- ¿Qué crees tú?
- Yo creo... que se acabará todo. Sin más. ¿No te parece hermoso?
El final. Los créditos. Ya nada importa. Ni el petróleo. Ni el dinero. Ni
nada.- Se recostó contra
la pared de cemento. Las nube, en el firmamento, seguía girando sobre sí misma,
dorada y con un aspecto tranquilo aunque amenazador. El final.
Histeria. Miedo. Incertidumbre. Pero no aquello. Ningún sociólogo
había previsto que, después del horror, llegara la paz. Todos lo habían
entendido. No había razones para enfadarse. Sólo para disfrutar de los créditos
y del aplauso del público.
- Bueno... Ya que no nos veremos... me alegro de haberte conocido,
al final.
- Y yo.
Sonrió.
Ella sonrió también.