martes, 29 de mayo de 2012

Planes (II)


El recepcionista, obedeciendo al enmascarado, había tomado las cajas y las había llevado a su destino. La sala de control. Allí, los guardias y el personal de seguridad tragaron saliva. Y, para más INRI, no podían llamar a la policía… Sólo podían esperar a sus propios refuerzos.
El enmascarado pareció sonreír. Y apretó el botón rojo que había en la pared.

El agudo sonido sobresaltó a Anna Salazar, que sin embargo ya se lo esperaba.

Según se asomó al despacho vacío miró cuidando de que nadie la viese y mandó una granada, para seguir corriendo y tirando alguna bomba de humo disimuladamente.

Las bombas estallaron, la confusión se hizo mayor y los científicos y empleados comenzaron a salir despavoridos de sus laboratorios y salas varias. Confusión. Lo que ella quería.
Una vez en el pasillo de celdas para sujetos humanos, Anna se detuvo ante una en concreto y abrió la puerta con una llave electrónica que su hermano había conseguido. La puerta emitió un chirrido.
La habitación, con escasa iluminación, parecía vacía, excepto por un bulto con pelo rosa que, en una esquina, abrazaba un muñeco sin vida. La pequeña susurraba algo inteligible. Sus adornos para el pelo, que parecían de hueso, le daban una apariencia siniestra, y Anna salió de la habitación, dejando la puerta abierta, maldiciendo, y entró miró el número. Mierda. Con los nervios y con la alarma no había podido evitar confundirse. Echó a correr  en dirección a la celda en la que estaban su objetivo, en dirección contraria a la de los pocos científicos que aún quedaban allí. 

¿Dónde estaba su hermano? Conociéndolo, debería haberlo programado y las celdas deberían haberse abierto a la vez. Sin embargo, el plan parecía estar a punto de irse a pique, pensó. El guardia iba hacia ella.- ¿Señorita? LA salida de emergencia está por allí.- La presión estaba pudiendo con ella… En aquel nido de serpientes una mangosta como ella no podía estar quieta, no podía simplemente actuar y fingir que no pasaba nada. Empezó a temblar violentamente mientras el guardia se acercaba, aparentemente preocupado. Pero, ¿y si la había descubierto? ¿Y si se la entregaba a sus superiores? Alguien como Annie nunca iba a  permitir algo así, aunque de hacer algo echaría a perder el maravilloso plan que Gabriel había escrito para ellos. P-pero aguantar era d-difícil… Inconscientemente, empezó a mover la mano hacia la granada que le quedaba. El guardia se acercó preocupado.- ¿Señorita? ¿Está usted bien?-
La carcajada resonó a lo largo del pasillo, mientras dos figuras aparecían en el ascensor. Keith Cold, con la cabeza gacha, les miraba, derrotado. El terrorista con la máscara de gas y un traje antibalas como los de los SWAT soltó otra carcajada mientras Keith miraba hacia abajo, apuntado por el cañón del arma.- PUES CLARO QUE NO ESTÁ BIEN, GILIPOLLAS! JAJAJAJAJAJA-  Los dos avanzaron. Keith, con bata de laboratorio, ni siquiera intentó liberarse. El guardia tragó saliva. Terroristas. A la primera figura la siguieron más, igual vestidas.

El guardia apuntó hacia el que tenía al rehén, intentando parecer valiente a los ojos de la atractiva rubia aunque estaba muerto de miedo.- Señorita, será mejor que se ponga detrás de mí.- Ella no se hizo de rogar, y, en ese momento, Gabriel pensó que sería un buen momento y el sistema electrónico se desconectó. Las puertas se abrieron con un chirrido.-
-          Eso es, imbécil… Hemos venido a por vuestra puta pasta… Así que cuanto más caos haya por aquí mejor, JAJAJAJAJA… Ahora venga, imbécil. Ven con nosotros si no quieres que este muera.-

Mientras el guardia intentaba lidiar con los enmascarados, Anna retrocedió y fue a buscar a los rehenes que buscaba.


La puerta de la celda estaba entreabierta, y, empujándola, la abrió del todo, mirando al interior de su habitación.

El encuentro fue enternecedor, y madre e hija, que eran prácticamente iguales- El mismo pelo rubio, los mismo ojos- se fundieron en un abrazo una vez que Anna la liberó de su bloqueo. Después miró al bulto que descansaba tras ella, inerte. El rebelde antaño conocido como Rex Salazar, neutralizado con un dispositivo de alta tecnología, se hallaba sin atadura alguna, y, apresuradamente, Anna sacó unos uniformes de limpieza que previamente habían preparado para el escape. Vistieron a Rex como pudieron después de hacerlo ellas y salieron rápidamente de la celda. 

No había ni rastro de los combatientes, y cuando llegaron a los pisos superiores volvieron a mezclarse con el gentío. Esquivando a los científicos asustados, Anna guió a su madre, que llevaba a un Rex aún inerte hasta la salida trasera, sin que nadie se percatase entre la confusión y el fuego. Una furgoneta de limpieza las esperaba, alguien bajó la ventanilla y las miró.
-         ¿Suben, señoritas?- Gabriel esbozó una sonrisa. El rescate ya había terminado. Sin embargo, cuando volvió a acelerar para salir de allí, Anna recordó algo.
-          -¿Y Keith? ¡Aún está allí!- Gabriel apretó los dientes y frunció el ceño.
-          -Ese era el plan. Creará un poco más de confusión hasta que estemos a salvo- Esa parte del plan era la que menos le gustaba. Y a su hermana también.- ¿Eres imbécil? No vamos a irnos sin él.- dijo ella intentando arrebatarle el volante. Él pegó un frenazo.- Yo tampoco lo quería así, ¿sabes? Con los rehenes que utilizó estarían entretenidos un buen rato. No es una decisión lógica.- Anna le miró, furibunda. Pero tenía razón. Y el asesino, por regla general, solía tomar decisiones lógicas, al igual que ellos. Era un psicópata.- Pero fue su decisión, Annie. No podemos hacer nada. Volverá a contactar con nosotros para sus honorarios. Eso fue todo lo que me dijo.
La furgoneta se perdió en la carretera de camino a la ciudad. En el edificio, los refuerzos de los científicos habían quedado paralizados por los secuestradores, que les apuntaban con sus armas con una seguridad y un silencio aplastante. Sólo el líder, con su rehén, hablaba. El portavoz.

Keithar miró al suelo, calculando. Ya deberían estar suficientemente lejos, pensó. Y, con un movimiento, se deshizo de la soga que le unía al enmascarado mientras corría hacia los otros, que le acogieron con los brazos abiertos y le sacaron de primera línea de batalla. Con la que se había montado, nadie habría pensado en cuál sería el verdadero propósito del ataque.
-          Ahora ya hemos soltado al rehén…  Empieza el juego.- "Dijo" el capitán de los enmascarados. Keith sonrió, ya sin ojos sobre él.

Ventriloquía. La habilidad de hablar a través de otros, que había sido considerada prácticamente un arte circense desde siempre, había sido su as en la manga durante toda la operación. Nadie lo habría imaginado. Los pobres rehenes, dentro de los trajes, estaban muertos de miedo, sin embargo, no había nada que pudieran hacer. La tensión subiría hasta que, finalmente, fueran asesinados. Porque ellos no iban a disparar.

Y entonces, pensó Keith mientras palpaba la pistola de su espalda y las granadas que aún quedaban en sus bolsillos, empezaría la matanza. 

Planes (I)


Por fin estaba todo preparado. En el cuchitril de Keith- Que estaba bastante lejos de ser un cuchitril, el joven de pelo negro y mirada fría tenía bastante poder adquisitivo- las cosas estaban desparramadas por doquier.  Tras la labor de recopilación de información que habían realizado días atrás, obteniendo el paradero de los rehenes del capo de la mafia que les había emboscado y atrapado para obtener una recompensa cuantiosa de cierta agencia de seguridad, el pequeño grupo de rescate se las había arreglado para obtener la dirección en la que se encontraba su objetivo, gracias a las alucinantes labores electrónicas de Gabriel Salazar, el hermano de Anna.
Y los datos que habían obtenido no eran nada tranquilizadores.
El complejo científico que se encontraba en el Distrito 9 no era solamente secreto, sino que además parecía ilegal. Los planos conseguidos por el joven hacker se sucedían en la gran pantalla de plasma en el salón, mostrando laboratorios, salas de conferencias, pasillos de “celdas” (los tres sabían a qué tipo de seres estaban destinadas)…
Sin embargo, no habían parado quietos ni un solo instante. Tras el primer plan formulado por Gabriel, no habían parado de buscar lo necesario y establecer las tareas que realizarían en ese complejo el día señalado. Las armas se encontraban sobre la mesa sobre un pequeño mantel, los dispositivos en el frutero y el perchero estaba lleno de unos trajes negros que también necesitarían.

Y por fin, había llegado el gran día. Gabriel observó a su hermana y al asesino de negro prepararse para la ocasión. Las habilidades y la experiencia de este último le habían relegado a él a una posición más apartada, que aunque le dejaba discriminado de la acción, por otra parte le mantenía a salvo de ésta. Además, sabía que no había nadie más que pudiera controlar la situación como él, dadas sus habilidades.

Sin embargo, miró a su hermana, preocupado. Dudaba que la joven rubia tuviese el autocontrol necesario para realizar la operación sin problemas a pesar de que ella había prometido que nada fallaría.

Y el plan comenzó. Los tres habían memorizado los planos. La teoría ya estaba. Ahora tocaba la acción.

**********************************************************************************

El chico de los recados se asomó al laboratorio con semblante interrogante.- ¿Mr. Lamper? ¿Dónde debería poner estas cajas?- Unas cajas de cartón con la palabra “FRÁGIL” escrita en su dorso asomaron por el dintel de la puerta de plástico. El encargado leyó el cartel que ponía ahí, y, rascándose la barbilla, le señaló un almacén en la siguiente puerta.- ¿Para qué querría Genética nuevo material?
La puerta del ascensor se abrió, y el hombre con el abrigo negro se acercó al mostrador. Su máscara no inspiraba confianza.- Identifíquese- Dijo el recepcionista dejando ver el cañón de un  arma. Aquella era una zona legal pero aquél tipo no inspiraba precisamente confianza. Las cámaras se apagaron, y, con un gesto teatral, el desconocido se abrió el abrigo, dejando ver las bombas.

-         - Me gustaría conocer el local.


Anna Salazar caminó nerviosa por el pasillo. El plan no debería ser excesivamente difícil, Gabriel tenía las cámaras y Keith se encargaría de la parte más ruidosa. Se dirigió al pasillo de celdas. ¿Sería capaz de mantener la calma? ¿Conseguiría no mandar el plan a pique?

lunes, 28 de mayo de 2012

Explosión


La noche cubrió a la pequeña ciudad, sumiéndola en un remanso de tranquilidad mientras todos dormían. Al menos, en apariencia.

Porque las cosas nunca son lo que parecen.

En la oscuridad de la noche, cuando la gente decente está metida en la cama, las alimañas salen de sus guaridas para hacer sus sucios negocios.
Para realizar turbias visitas al segundo piso de un edificio de la calle Maple.

Y allí, en el silencio de la madrugada, Carlos Mendoza, el terrorífico líder de la banda de los Mendoza que dominaba la parte Este de la ciudad, con más de dos metros de altura y una musculatura impresionante, derribó la puerta de madera sin aparente esfuerzo.
-¡Rayo negro!- Gritó enfurecido, seguido de sus guardaespaldas. La casa del joven asesino estaba en silencio, el pasillo que llevaba al salón estaba oscuro. Sin embargo, el sicario que había sido encargado de espiarle le había visto entrar allí. Mendoza entró hasta el salón y encendió la luz.

Allí estaba. Oculto por un manto de color negro como era habitual en él y con su casco de apariencia alienígena, el joven parecía dirigirles una mueca burlona mientras mostraba un cuchillo en su mano en el reposabrazos del sillón en el que estaba sentado.
Sin acobardarse lo más mínimo, el capo se lanzó hacia él, arrancándole el cuchillo de la mano y agarrándole del cuello-
-¿¡Dónde está mi mercancía!? ¡¡¿DÓNDE?!!
La visión de aquél gigante enfurecido acobardaría a cualquiera, pero la figura enmascarada no hizo un solo movimiento. Una voz ahogada surgió de las profundidades de la máscara.
-         Está bien… Si quieres tu mercancía, te diré dónde está… Pero a cambio dime dónde os habíais llevado a los rehenes.- El capo apretó más.- Venga… Sabes que no voy a salir con vida de aquí.
El gran hombre sonrió con una mueca de depredador. De quien se sabe ganador. Y se confió. Pero no soltó su presa.- De acuerdo. Después te desenmascararé y veré esa sucia cara de víbora que tienes. Veré cómo te llega la muerte, asesino…-  Y pareció pensar un instante.- Y también los mandaré matar a ellos. Para que no le entren ínfulas de héroe a nadie. Están en el Distrito 9. Ahora… muere.- Agarrando con fuerza el borde de la máscara, se dirigió a uno de sus  subordinados: - Louis, mientras desenmascaro a este sucio asesino llama a Han y…- Su sonrisa de triunfo se petrificó en sus labios, el casco cayó en el suelo con un ruido metálico.
-         ¿T-Tony? ¿Sigues vivo?- El hombre detrás de la máscara, amordazado, negó con la cabeza. Mendoza le quitó la tira de esparadrapo.- ¡Corre, joder! Ese monstruo os ha tendido una trampa usándome a mí de marioneta… Joder, ese puto monstruo me ha inmovilizado dejándome tetrapléjico!- El pobre hombre estaba aterrado. No quería vivir así. Aquello no sería vida para él. Mendoza retrocedió, tan asustado como él- ¡Mátame, joder, Carlos! ¡Mátame de una vez y acaba con el sufrimiento!
Mientras el aterrado capo mandaba a su amigo al país de los pies juntos, una risa macabra se oía desde el altavoz del casco que el psicópata había usado para jugar con ellos.

-Tony… Siempre te recordaré…- Oí por el transmisor. Sentimientos.
Los sentimientos son basura que se usa para jugar con los demás. Yo nunca supe cómo se vivía con ellos. Nunca los tuve.
Me volví a fijar en aquél imbécil de Carlos Mendoza por la mirilla. Aquellos segundos de lamentarse los podía haber pasado escondiéndose o buscándome. Imbécil sentimentalista…
Apreté el gatillo. Su cadáver cayó fulminado y a sus guardaespaldas les faltó tiempo para hacer lo que hubieran debido hacer antes. Pero ahora ya era tarde. De hecho, desde el primer momento ya era tarde.
Quizás los mafiosos no se hubieran dado cuenta de aquello, pero era normal. El gas normalmente es inodoro. Los aromatizantes se añadan para que no pasen cosas como estas accidentalmente.

La explosión se oyó por toda la calle y la onda expansiva resquebrajó las ventanas.
Una motorista solitaria se detuvo en medio de la calle, y entonces fue cuando lo vi. El coche de policía que había bajo mi ventana.
Oigo pasos en el rellano de la escalera. Deben ser ellos. Alguien habrá dado un soplo del asesinato. Perfecto.
Dejo el rifle de francotirador en la mesa y alzo las manos cuando me apuntan con sus berettas y me acorralan contra el cristal resquebrajado del ventanal, sonriendo tétricamente. Activada electrónicamente por un sensor de movimiento , la lona del toldo de la cafetería de abajo se extiende. Y yo miro hacia arriba, indicándoles, mientras tomo algo voluminoso de la mesa. Ellos siguen mi mirada. Y ven los racimos.

Bammmm

A pesar de haberme puesto el casco de motorista reforzado especial justo antes de la explosión, ésta me sacude el cuerpo entero mandándome a través de la ventana que se hace añicos sin problemas, ya debilitada. Caigo en el toldo como estaba previsto y aterrizo de pie en el suelo tras un corto salto.
En el coche de policía, ahora huérfano, dejo una gorra que tenía preparada. Es una firma. Su firma, la de la banda rival de los Mendoza, que ahora, quieran o no, tendrán que empezar una guerra de bandas, justo como quiere mi cliente.
Me monto en la moto de mi apoyo, cuyo nombre en clave es Artemis. A ella le habría gustado esta misión. Pero no. Era mi trabajo.
-         Has armado mucho escándalo.
-         Lo sé, Annie. Es lo que ordenó el cliente.
-         No me llames así.
Como sombras fantasmales, desaparecemos en la noche.

domingo, 27 de mayo de 2012

Problemas de niños (II)

Episodio 2 de la anterior entrada. También escrito por Rioco, se sitúa un tiempo antes del Episodio I

Episodio 2

La tormenta arreciaba, rayos y truenos en su magnifica sinfonía, opacando incluso el brillo de las estrellas y oscureciendo aque refilon de sol que asomaba desde el horizonte. Eran ya casi las 5 am., y yo no haba podido dormir.
Me acurruque entre las sabanas, girando hacia un lado, mejor dicho, girando hacia el lado vacio de nuestra cama. Respire profundamente, como aferrándome a su aroma impregnado en la almohada. Estruje una vez mas el edredón.
-Rex...-Suspire, negando para mi misma. Se me hacia difícil respirar, lo extrañaba tanto…No podía acostumbrarme a esto y nuestros hijos tampoco pero…Asi eran las cosas.
Acaricie mi cuello, sintinendo a penas la diminuta cicatriz donde tiempo atrás residió mi rastreador. Desde el momento en que supo que estaba embarazada hizo todo lo poible por sacarme de SHIELD hasta que llegaron a acordar un intercambio; El por mi…Y, al principio fue sencillo debido a su falta de poderes…y ahora…6 años después, los habia recuperado y con ello su implementación en misiones resultaba demasiado tentadora...Para SHIELD y para él...Despues de todo, sabia muy bien lo mucho que extrañaba su vida de heroe.

-Nnnhhg.- Ese sonido reprimido broto de mi garganta mientras me enfurruñaba con las sabanas, de ojos aguados.-25 años y aun tengo mis arrebatos de niña…Rex, donde estas?.- Me sente, abrazada a mis propias piernas. Eran ya las 5:30 am…Anna y Gabriel deberían de estar despiertos. Él siempre llegaba a las 5:30 del laboratorio, y ellos, sin siquiera usar un despertador, abrían sus ojitos a la hora exacta, ansiando verlo para que les contara sobre sus nuevas teorías. Tecnicamente a los niños deberían de contarles un cuento, pero ellos, bueno, nosotros, somos una familia singular, y mis pequeños adoraban escuchar y admirar la emoción de su padre cuando hablaba sobre el futuro no tan lejano para el. Al final, Rex, Gabriel y Anna, quedaban dormidos en la cama de esta ultima. Para entonces yo solo les observaba, apoyada contra el humbral de la puerta para finalmente ir a cubrirles con una manta.
Ese era un momento especial que ellos tenían, que compartíamos con suma felicidad…pero que desde hace 34 dias, y ellos aun despertaban a esta hora…y honestamente, dudo que alguna vez la pierdan, al igual que yo…

Me incorporo por completo de cama, caminando serenamente hasta el cuarto que comparten mis hijos. No es que nos falte espacio en casa, sino, una forma de fortalecer su lazo empático.
Abro la puerta lentamente, dejando que la luz del pasillo se cuele hacia el dormitorio, espero un momento a que se habitúen, de fondo, el compas del la tormenta me acompaña cuando me muevo hacia la cama de Anna. Me siento junto a ella acariciándole el cabello.

-Vamos Annie, Gab. Se que están despiertos.-

-Papá aun no llega…-La vocecita de Gabriel se escucha un tanto silenciada por la almohada contra la que oculta su rostro. Voy donde él, quien se ecuentra dándome la espalda. Le tomo su hombro, cariñosamente. Sonriendo, me acerco a su oído.

-El regresa Gab, siempre lo hace.- Le di un beso en la mejilla, el continuaba sin darme la cara, al igual que Anna.- Uhm, creo que nunca les he contado un cuento…-

-No nos gustan los cuentos mamá.- Hablo Ann en tono apesadumbrado.

-Preferimos hechos científicos, cosas reales y posibles.- Sentencio Gab.

-Hmph!.- Me incorpore de un salto, quedando de pie y de brazos cruza en el espacio entre sus camas. -Pues eso es porque nunca han escuchando ESTE cuento!.- Mire a ambos lados y con agilidad me movi hacia el armario, cogiendo una sabana oscura la cual, en una sola maniobra, coloque sobre mis hombros a modo de capa. - Habla sobre las aventuras de un…Echicero!.- Baje el tono de mi voz como si tratase de darme un tinte mas misterioso mientras actuaba uniendo mis cual imitaban los pases mágicos. - Al que se le ha agotado la imaginación… Un Heraldo que ha perdido su mensaje.- Movi la improvisada capa esta vez por sobre mi rostro, acorvándome como un anciano. - Un Guerrero demasiado Valiente! Haiya!.- Lance la sabana oscura hacia arriba. - Una Bestia de noble corazón.- mientras decía esto me agazapaba en el suelo, dejando caer sobre mi la tela. - Una hermosa duquesa echizada por su madre bruja para verse horrible…-me sente en el suelo, ocultándome. - y jamás…JAMAS!.- Ante esto me puse de pie inesperadamente. -Volver a sonreir…-Encogi de hombros dejando la sabana a mis pies con una sonrisa radianete colmando mi rostro. - Y una arquera que ha olvidado como lanzar flechas.- 

Problemas de niños (I)

Línea temporal correspondiente a un mundo con mutantes. Los Centinelas son máquinas de destrucción para el control de este tipo de seres.
Escrito por Rioco:
Episodio 1
Y ella azoto la puerta, abriéndola de par en par. Ni siquiera necesite voltearme,o escuchar su voz, aunque, jamás tocaba antes de entrar. Resultaba algo “mágico”, o asi le gustaba a mamá llamarlo, yo personalemente, lo atribuyo a la rutina. Esa rutina con, cada una de las letras que la conforma, es usual en ella azotar mi puerta, al igual que es usual que se pase olímpicamente del reglamento que prohíbe a las féminas ingresar al ala este, donde habitamos los hombres. En fin, azoto mi puerta e igualmente ahora azota mis oídos. Desde cuando me resulta tan fastidiosa esa vocecita? Quiza desde el momento en que, la persona de quien proviene haya cambiado tanto en tan poco tiempo.

Cuerpo perfecto y envidiable, larga melena rubia, mejillas sonrosadas que denotan encontrarse en la flor de la juventud, y como olvidar esos ojos rojizos, zafiros ardientes y profundos…Según lo que he podido entender del comportamiento masculino adolescente, ella representa todo lo que uno pudiese desear, y bueno, ella se parece tanto a nuestra madre, que estoy seguro que cualquier adulto también desearía, pero lo único que yo deseo es que se largue y me deje seguir con lo mio.
-Hasta cuando Gab? Venga hombre, eres joven, porque no sales de una vez de este sucucho mugriento. Estoy segura que en un futuro te arrepentiras de no haberme seguido esta noche.- Habla mientras camina de un lado a otro a mis espaldas, suspiro quedadamente.
-No me interesan esa clase de cosas.-
-Oh, y te interesa seguir con ese cachivache rastreador de de no se que chisme a venir conmigo, divertirte, y ligar…-
-Exacto.-
Silencio…Por fin, dulce paz.
Las chispas saltan a mis lados mientras voy realizando las conexiones a una placa, bien, ahora solo tengo que tomar el…Hey!
-Maledizione Ann!! Trae aquí!.- aporree las palmas contra el escritorio, incorporándome en un único movimiento mientras fulminaba con la vista a mi hermana.-Merda, merda, merda, no es momento de juegos.-Ella sonrió de lado…de esa maldita forma que parecíamos traer en los genes.
-Ven por el.- Estiro el brazo en lo alto cuando se subió a la litera de arriba.
-Coño, Ann, baja de ahí, Henry puede llegar en cualquier mom.-
-Y que? Mi falda es demasiado corta y tendría vista panorámica?...Si claro, como si fuera a permitirle a ese engendro tener tanar tan buena vista sin pagar.
-Tch..- Gire sobre mis talones y me sente una vez mas, no le seguiría el juego. Lo conocía, la conocía.-Si planeas seguir con esa pose de ramera barata, por mi bien, pero te recomiendo buscar algún Table Dance, al menos el estar ahí te daría algo mas de categoría.-
Un zumbido corto el aire en una micronesima de segundo, y en otra, mi brazo se movio sujetando la punta ardiente del acero del fundidor a escasos centímetros de mi cien. Esos años de entrenamiento con nuestros padres habían servido de mucho, y oh si…eso le habia dolido.
-Hmph.- Le escucho bufar y lanzarse contra el colchon mientras yo continuo con mis cosas.- Amargado.-
-Quiza.-
-Ya te lo dije, ellos están muertos.-
-Al igual que quien era mi hermana, supongo.-
-Salieron en misión hace mas de dos años, si estuvieran vivos, deberíamos tener noticias de ellos.-
-Quiza se estén escondiendo, como lo hace mi hermana del resto del mundo bajo esas ropas de ramera y esos labios vulgarmente pintados de rojo.-
-Olvida eso ya, sea lo que sea que estén o no este haciendo, estamos aquí, estamos vivos, tenemos que seguir adelante.-
-De que sirve seguir adelante si olvidas tu pasado?.-
-Basta!.-
Le oigo moverse, el crujir del metal, esa oprecion “mágica” en mi pecho, esa conexión empática…
-Sabes que incluso un simio puede memorizar hasta 10 dijitos aleatorios, pero el idiota con el que saldrás ni siqueira recuerda el numero de su móvil, verdad? Y sabes también que es de ultimo años y sabes perfectamente bien a lo que van ellos.-
Lo siento Henry, cuando logre hackear las cuentas donde mi padre deposito su dinero, juro que te comprare una litera nueva…quizá dos, ya sabes y te lo he dicho, comer amburguesas los 365 dias del año no es bueno.
-Te he dicho que BASTA!.- Permanesco inmutable, aparentemente sumergido en mi mundo, aunque la verdad es que casi he soldado mi dedo a la placa de cobre. Ella dio un salto al suelo, lo se porque escuche el golpe de sus pies, aunque opacado chirriante sonido del armazón metalico moviéndose a su antojo…no quiero saber que es lo que esta formando, pero algo me dice que me vere obligado a verlo en pos de salvarguardar mi humanidad. Y la oprecion en mi pecho hace arder mis ojos.
Silencio nuevamente.
-Para ti es fácil…-Su voz se escucha ligeramente quebrada, se que es por el nudo en su garganta, esta conteniendo las lagrimas, gracias al lazo que compartimos.- Tu…tu no tienes que hacer anda para…para tener un sequito de furcias tras de ti…Para ser el capitán del equipo, para ser el mejor atleta que ha tenido esta escuela en años y poseer el titulo a la excelencia durante dos años consecutivos...-Trago duro, resulta verdaderamente difícil lidiar con esto. Giro la vista hacia ella, quitándome los goggles y acomodándolos de manera que quede como si me hubiese peinado.
-Per.-
-NO TIENES DERECHO A JUZGARME!.- Cortó mis palabras al igual que una de las patas del deforme camastro, empuñándola y arremetiendo hacia mi.- No sabes lo que es vivir a tu sombra!! Ni sabes lo que significaría para mi alguien me aceptara por como soy!!.- Escapo con un agil voltereta hacia atrás, dejándola destrozar la silla, y me pongo en posición de combate. Tenemos 15 años pero agilidad y reflejos pulidos al máximo.- Ellos están muertos…MUERTOS!...-Una nueva estocada, un nuevo esquive.- Yo tengo que ver a futuro, tengo que tratar de llevar una vida normal, porque ellos me abandonaron. Yo no soy una mutante. Yo NO QUIERO SER UNA MUTANTE!!!.-Uno tras otro sus goles se intensifican.- Ellos me abandonaron, si me quisieran, no me hubieran dejado aquí, no tendría que finguir ser alguien mas, no tendría que finguir que soy feliz aquí, finguir que me interesan estas cosas.- Arranco su collar y lo lanzo hacia mi.- Pero tengo que ver a futuro, tengo que ser lo que no soy, tengo que integrarme a la sociedad para no vivir sola por el resto de mi vida!.-
Vale, ha sido suficiente, le he dejado desahogarse y todo, pero esto sale de nustro presupuesto. Me muevo entre golpe y golpe hacia el demolido guardaropas de la esquina, ha estas alturas a quedado reducido al tamaño de una mesa de noche, tomando impulso lo uso de base dando sun limpio salto por sobre su cabeza, quedando a su espalda, donde le aplico una llave inmovilizándoles los brazos y ejerciendo presión sobre su muñeca hasta que suelta la condenada masa. Nuestra piel cambia su coloración a una grisácea, tornándose luego en un firme metal. Lo sabia, tratatia de safarse usando la fuerza que le confiere su estado biometalico, aunque ella también estaba al tanto de mis acciones, e incluso habría podido esquivar mi agarre.
-Tampoco me hubieran dejado a mi viviendo dia tras dia sin motivo, sin un futuro claro, sin propósito en la vida, sumergido en la rutina de las hormigas mientras alla fuera hay un mundo por explorar, cosas por hacer, por crear. No, ellos no nos han dejado librados a nuestra suerte Anna. Por eso necesitamos este rastreador. Sabemos que no nos dejarían asi como asi. Son nuestros padres, nos aman, y si no han regresador es porque no han podido lo cual me lleva a la conclusión de que han de necesitar ayuda.- Su cuerpo se relaja. Suspiro y la suelto. Ella necesitaba esto.- Ademas, somos hermanos, no estamos solos Annie.-
-Es mas sencillo si tomas el rastreador de Gen X de algún centinela y lo midifcas con los parámetros del ADN-X de mamá. Solo usa la secuencia de nucleótidos desfragmentada de su ADN basura.-
Camina apaciblemente, como si el caos a nuestro alrededor jamás hubiera provenido de ella, dejándome pasmado…Por supuesto! Solo habia que cambiar el enfoque. Durante tanto tiempo me he dedicado a rastrear la señal de nanites de papá, tratando de sortear esas barreras anti rastreo que el levanta, cuando solo debía centrarme en nuestra madre y esa extraña configuración del ADN fragmentado.
Perfecto. Ahora, lo que resta, es colarnos en alguna base y hacernos con alguno de esos chismes…Aunque a veces desearía tener las habilidades de mi padre y simplemente convertir mi cuerpo en uno de esos…
Como sea, la vida nos juega reveses muy duros a veces. Anna por ejemplo, tiene una mente brillante y aptitudes físicas que por mucho me superan, no obstante, al igual que mi madre, todo esto se “activa” desde su interfaz emocional…
En fin, luego de pagar estos destrozos con lo ultimo que nos resta de dinero, tendremos que entrar en acción. Me pregunto si nuetra abuela podría facilitarnos algo de información…Deberia ir a…No, ahora no. Primero esta Anna, algo me dice que no lo está pasando muy bien.

Ella


Fragmento escrito por RIOCO para KITHAS
Y ella cocinaba, y de repente comenzaba a cantar, mal, aunque para él su divertida sonaba como una oda a la alegría. Alegría que le parecía ella provocaba a conciencia cuando pasaban ya demasiado rato serios. Si, era entonces cuando se giraba, coro incluido, hacia él, que la mira como siempre, con esos  ojos entrecerrados y la sonrisa, amenaza tentadora, y señal para ella de que su plan iba siendo un éxito. Porque él ya la conocía, y no necesitaba ninguna otra señal para comenzar la siguiente estrofa, que no mucho mejor colmaba los oídos.Entonces ambos sonreían felices, evocando recuerdos a cada silaba, aunque cada una sonara un poco diferente, no por lo desafinados que pudieran ser, sino por aquellas huellas que quedaban tras cruzar fronteras, huellas de media vida a cada extremo del mundo, de personas y cosas dejada atrás, con dolor y sacrificio. Porque la vida no son dos días. Lo que un día fuimos es parte de lo que somos, y parte de lo que somos, seremos en un futuro. Y esas huellas en tu garganta, esas que te dan la tonada, que no puedes quitar aunque quisieras, son parte de tu historia y lo será de quienes la escuchen.
Y a pesar de todo, a pesar de lo recorrido, ella seguía siendo tan ella cuando oía una canción y sin poder evitarlo comenzaba a bailar, y el seguía siendo tan el cuando las fechas del calendario volvían a coincidir y su sangre le llevaba a su tierra.Ellos eran tan ellos aun cuando ese regusto a quemado de la cena inundara sus bocas, y ella, ya habiendo pedido encarecidamente disculpas y él habiéndola encarecidamente disculpado, seguía con esa mirada de “perro que tiro la olla”, como ella prefería decirle. Pero no importa, era algo que nacía inconscientemente,  aun sabiéndose disculpada, aun sabiendo que luego, por esa distracción de cantar y dejar la comida quemarse, él le agradecería con creces, aun sabiéndolo todo, ella seguía sin saber cuánto él la amaba y como esa mirada de “perro que tiro la olla”, le causaba tanta ternura.Porque a ella aun le escocía algo en el pecho al verle tan lejos de lo suyo, sin llegar a comprender que lo suyo estaba allí, acompañándolo junto a las huellas en su garganta.

Gracias. 

Han llegado!

Los niños corrían de aquí para allá por toda la casa, a pesar de los frenéticos intentos de la joven de piel clara que intentaba detenerlos. Sus nervios estaban a flor de piel, y su natural predisposición a... moverse, bastaban para que fueran dos centellas que se movían entre los muebles parloteando y hablando sin parar. ¡Ya quedaba poco! ¡Ya estaban allí! Quedaba poco para el momento... en cualquier momento la puerta se abriría! Los dos pequeños no podían parar quietos ni un momento. Seguramente sería el más importante de sus cortas vidas!

Mientras la chica de piel clara y pelo castaño intentaba, sin demasiado éxito, calmarlos, una figura más alta salió de la cocina. Su pelo negro a juego con su ropa le daban aspecto de una sombra, y el bulto que tenía en la parte de atrás de la espalda junto a sus fríos ojos no dejaban lugar a dudas. Cerró la libreta negra que estaba leyendo, de mal humor.

El asesino, Cold, miró a la niña, de unos diez años, piel morena y pelo negro, que en su frenesí acababa de chocarse con él. Y apretó los dientes. En su trabajo normalmente era frío y despiadado, sin sentimientos... No estaba hecho para funcionar bien de niñera.- Se acabó. Como no os quedéis quietos y en silencio...- Su movimiento de llevar la mano a la espalda fue detenido por la mano de su compañera, la de pelo castaño y ojos inteligentes, que le tranquilizó prometiéndole que ya sabía qué hacer para que lo pasaran genial.

Apenas habían escuchado eso, los dos infantes volvieron a la sala como centellas y se pusieron a botar en el salón riendo. ¡La prima Rioco iba a dejarles hacerlo! ¡Iba a dejarles! Su ilusión cuando ella abrió la mochila con motivos de Pokémon fue comparable a la que se adivinaba en sus ojos cuando las Nintendo DS se encendieron y juntaron sus cabecitas para centrar su hiperactividad en las dos pantallas. Rioco cogió la suya personal, con un pequeño colgante de un diablillo que le guiñó un ojo y se dispuso a explicarles los misterios de los viejos juegos de pokémon para la DS.

Con un suspiro de alivio viendo que el movimiento se había detenido, Keith Cold volvió a abrir su libro exactamente por la misma página a pesar de que no hubiera marcadores, y volvió a meterse en otra habitación para disfrutar a solas con su lectura.

No había pasado mucho tiempo, Rioco y los niños riendo con los videojuegos y Keith Cold haciendo vaya usted a saber qué en el cuarto cerrado, los dos pequeños alzaron la cabeza al tiempo y se miraron.

Los otros dos no se habían dado cuenta de nada, pero ellos ya lo sabían. De alguna manera, lo habían sentido. Estaban aquí.

Y, cuando sus padres abrieron la puerta, dejaron las DS en el sofá y fueron corriendo a saludarles y abrazarles, seguidos por la chica de pelo castaño y por el joven de negro, que había salido de la habitación.
Y allí estaban: El padre, con una sonrisa de oreja a oreja y abrazando a su mujer, parecía estar a punto de derrumbarse sobre sus piernas de nervios, y la madre, que era igual que la hija mayor, morena y de pelo negro, y que se agachó para darles un beso a cada uno y que abrió un poco el pequeño bulto que llevaba entre los brazos para enseñarles a los tres, y al joven que se había acercado un poco, la joven carita que se asomaba al mundo por primera vez.

Keith L. Cold A.K.A Rei
Keith Cold
Rioco Saito

sábado, 26 de mayo de 2012

Rei

La noche es oscura. El tiempo parece haberse detenido. La calle está oscura y no parece transitar nadie por allí. El hombre cruza una avenida sosteniendo la bolsa con las dos manos. No pasa ni un coche, pero precisamente eso es lo que espera: Que nadie le vea llegar hasta su destino. Parece tener mucho miedo.
Según va caminando, al amparo de las farolas y los coches solitarios, se cruza con un borracho, al que mira aterrorizado antes de seguir su camino con la cartera apoyada en su pecho.

Tenía que entregar aquello antes de que fuera demasiado tarde. Tenía que hacerlo... Cruzó bajo una ventana abierta haciendo el menor ruido posible. No podían descubrirlo... Si lo hacían le matarían.

Caminó más allá, absorto en sus pensamientos. De todas maneras, se supone que sus superiores le tenían vigilado. Sabían que había salido, y, aunque le mataran, si encontraban su cuerpo entenderían que le habían asesinado. Y tomarían cartas en el asunto. Y cuando los jefes tomaban cartas en el asunto... estaba bien que no las tomaran, al menos. Siguió caminando, sin percatarse de que, tras él, una sombra sutil le seguía.

Su mujer y sus hijos tenían que vivir, ¡claro que sí! El pobre hombre, contable, había creído morir cuando su empresa había caído en la bancarrota, producto de la crisis económica, y no había creído una respuesta hasta que aquél hombre con un anillo en el dedo meñique le había ofrecido trabajar para él.

Siguió caminando, pasando por una farola que estaba estropeada. Aceleró el paso inconscientemente, pero chocó con alguien en la oscuridad y pegó un brinco.
La silueta no estaba clara, así que el contable retrocedió. Intentó pasar, pero la figura le cerró el paso en silencio. Entonces, empezó a retroceder. Y la figura avanzó, hasta que ambos entraron en el círculo de luz.

El joven, de apenas unos veinte años, pelo negro y mirada helada, llevaba un chándal negro, pero no parecía querer esconderse de él. Y tampoco habló con él. El hombre, temblando, sacó el revólver que le habían dado, y gimió que se apartara de él. Sin embargo, el chico no hizo ademán de moverse.

El contable disparó.

Las balas se perdieron en la oscuridad, el chico había desaparecido. Entonces oyó una voz a sus espaldas.
¿Saben tus jefes por cuánto dinero podrías vender esto en el mercado negro?- El filo de un cuchillo se apoyó en su garganta. ¿Y lo que necesitan ese dinero en tu familia?- Deberían tener un ojo en tus salidas nocturnas, ¿verdad? No sea que te... escapes.


"Informamos de la desaparición anoche de un contable, de cincuenta y tres años. Su foto es la que aparece a mi derecha, desapareció anoche alrededor de las 3 de la mañana. Sufre esquizofrenia paranoide y podría resultar peligroso. Se ruega a los televidentes que le identifiquen que contacten con el número que aparece en pantalla..."
En la sala del bar, con poca gente desayunando o hablando con los amigos, un hombre con traje miraba las noticias desde una esquina cuando un joven de pelo negro y ojos fríos se sentó a su lado con una cartera de color negro.- Están haciendo un numerito enorme para encontrarlo, ¿no crees?- Dijo el anciano mientras se tomaba su café. El chico, de apenas veinte años, le pasó la cartera.- Abuelo, debes dejar de ser tan descuidado. Te has vuelto a dejar la cartera en casa. Y ese pobre hombre seguramente se haya vuelto loco y haya pensado que alguien le perseguía.- El hombre pareció sorprenderse en su impecable traje negro al oír el comentario del chico, pero luego recuperó la compostura.- Tienes razón, seguro que lo encuentran alguno de estos días. En fin, gracias por la cartera... no sé qué habría hecho en el trabajo sin él. Toma una propina, anda.- Con la mano tapándolo, le pasó un billete al joven, que se lo guardó en su chándal negro. -¿Quieres desayunar conmigo?
- Oh, no, tranquilo... mamá me está esperando.- El chico se levantó y comenzó a irse. El anciano le despidió una vez más.
- buen trabajo... Keith Cold.

viernes, 25 de mayo de 2012

El dragón.


Ambientación:


Delgado como un junco, el guerrero caminó por el campo con el ceño fruncido. Buscando a su enemigo.
Un enemigo bestial, una bestia infernal.
Un dragón cuyo sello había roto.
Notó los temblores en el suelo. Caminó más rápido. No podía dejarlo libre. Le buscaba a él. 

Y le encontraría.

Giró una esquina, había algo en la distancia.
Abrió mucho los ojos.
Y allí estaba. En la distancia, una criatura infernal, de las pesadillas más aterradoras, se hallaba rodeada de lenguas de fuego destruyendo lo que encontraba a su paso.
Pero había alguien plantándole cara.
Más grande que un humano normal, con unas placas negras blindadas que mostraban su fuerza y un enorme escudo, el caballero Negro aguantaba las embestidas del dragón como podía.
Sin embargo, la diferencia de potencia era aterradora. Desintegrado el escudo sin mucho esfuerzo, el caballero Negro supo que había llegado su hora. Y se giró hacia él. Cuidado, parecía decirle con su mirada. Va a por ti.

Él quiso decirle algo, tomarlo de la mano para salvarlo de su destino. Pero fue demasiado tarde. El caballero negro esbozó una última sonrisa. Y desapareció desintegrado.

Y fue cuando sintió el terror.

Un ojo de la bestia, negro como la boca del lobo, se encendió al mirarlo al rojo vivo. Iba a por él, y no se detendría ante nada hasta que lo asesinara.

La potencia de las llamaradas le echó para atrás. Iba a morir. No podía hacer nada para evitarlo. El dragón que había liberado había ido haciéndose más fuerte, y ahora era prácticamente invencible. Era su tarea acabar con él, pero aquella bestia pesadillesca parecía demasiado grande para pensar siquiera en enfrentarla. Una llamarada le desintegró el escudo, abrasándole las manos. Intentó protegerse, con los antebrazos, pero fue inútil. El monstruo no tenía piedad.

El guerrero cayó de rodillas. Sólo podía pensar en una cosa. Había fracasado.
Aún recordaba el inicio de todo aquello. El inicio de la pesadilla. Un pequeño jinete, que, curioso, no había podido evitar acercarse a la jaula, ignorante del monstruo que ocultaba en su interior. Y la había abierto. 

Miró al dragón, aterrado. Se preparaba otra nueva oleada. Iba a morir. Aquella bestia era invencible.
Las llamas rodearon el lugar, ardiendo, sin embargo el guerrero abrió los ojos sorprendido. Ileso.

Y allí estaba. La figura ante él tenía los brazos abiertos, y, a duras penas, lograba contener el fuego para que no le desintegrase como al caballero Negro.
- Corre... Por favor... Vete de aquí...- No aguantaría mucho. El guerrero abrió los ojos- Huye, por favor. Este dragón es invencible... No puedo aguantar... ¡¡CORRE!!- Las llamas abrasaron la parte de atrás de la figura.


Era el dragón que él había desatado, liberado de su prisión. El monstruo que él mismo había creado. Y entonces fue cuando se dio cuenta.

El caballero negro lo había intentado, pero había observado cómo había sido reducido a cenizas. Aquél monstruo era inmortal. No había manera de que él pudiera hacer nada para derrotarlo. Nada. Sólo podía confiar en la figura que, a duras penas, intentaba salvarlo de una muerte segura. Miró sus manos abrasadas. Su escudo, carbonizado.

Y tomó una decisión.

Con una fría determinación, el guerrero se levantó.- No.- La figura le miró. ¿Qué estaba diciendo? ¿Acaso quería morir carbonizado?- ¡Vamos! ¡¡Largo de aquí!!

-No.- El caballero miró al dragón a los ojos. Él lo había despertado. Y era su tarea acabar con él. Desenvainando su espada, apartó a la figura delicadamente, y se preparó para recibir la embestida.
La furia del enemigo era aterradora, nadie en su sano juicio se enfrentaría a él, pero sin embargo, el guerrero no podía hacer otra cosa. Después de todo, era su deber.

Ahora lo entendía. El caballero negro no podría jamás haber derrotado al dragón. Ni la figura pequeña. Porque era su deber. Nadie más podía hacerlo. Él era el destinado a matar aquél dragón, porque él había sido el que lo había despertado. Notó algo en su cabeza, y se dio cuenta, no sin cierta sorpresa, de que el espectro del caballero Negro le observaba satisfecho. Por fin había dado con la respuesta.

Con un casco negro y una determinación más fuerte que cualquier espada, el caballero fue abriéndose paso por las lenguas de fuego. Nada le detendría. Agarraba las llamas con las manos, haciéndolas a un lado, Nada le podía detener, puesto que él era el único que podía hacerlo. El único que podía matar al dragón. 

Y entonces, llegó´el momento. La furia del dragón hizo vibrar el lugar, el infierno de fuego se propagó hasta donde alcanzaba la vista... Pero el caballero había desaparecido.
¿acaso no era él el elegido? La bestia rugió. Había vencido.

Y entonces, el caballero hizo su aparición. Con el casco negro protegiéndolo, el filo de su espada sobresalía del lomo del dragón. Su as en la manga. Nadie más que él podría haberlo logrado, porque él era el que había empezado con aquella empresa. Él, que por fin, con una determinación más dura que una espada, había logrado acabar con el dragón. La energía salió disparada en una onda expansiva.
Y, entonces, todo acabó.

El caballero, sonriente, se quitó el casco. El cadáver del dragón reposaba a sus pies. Lo había conseguido.

Monstruos!

El bosque, oscuro, la rodeaba. Sus cabellos negros se enredaban en las zarzas a medida que iba caminando por el sombrío lugar. Arriba, el cielo parecía mirarla con un único ojo blanquecino. Había algo que no le gustaba de aquel lugar. Algo que le daba mala espina.

Y entonces fue cuando los vio. Amarillos, cortados por una única línea que la miraba fijamente, los ojos  se abrieron entre las sombras. Iluminándose como tétricas luciérnagas. Retrocedió, su piel morena empalideció mientras caminaba hacia atrás. Pero en un sitio como aquél no había escapatoria posible. La joven, aterrada, dio con su espalda en un árbol seco, y no tuvo más remedio que aceptar lo que estaba viendo. Los ojos, sonriendo maliciosos, salieron a la luz de la luna. Monstruos retorcidos, cuya apariencia entraba de lleno en su imaginación aún infantil y hacía resonar viejos terrores, avanzaron entre la hojarasca con sus patas deformes, rodeándola. Monstruos de pesadilla, sus dientes brillantes como el acero contrastaban con sus ojos amarillos. Sus labios deformes se abrían mostrando las preciosas dentaduras que parecían buscar su joven y morena carne, y pronto, se dio cuenta de que ella sería la cena. Según se iban acercando, miró en derredor, intentando encontrar algún atisbo de salvación.


Y salió corriendo.

Sus pies descalzos se hundían en la tierra y sus piernas se herían con las ramitas que golpeaban. Pero ella no sentía nada de eso. Los sentía. Los sentía perseguirla. Aterradoras criaturas de la noche.

Hambrientas criaturas de la noche.

Ella trató de darles esquinazo, sin embargo en la oscuridad de la noche, tan solo iluminada por la luna, todas las sombras parecían tener ojos y todos los árboles parecían ser iguales.

Pero siguió corriendo.

Los jadeos de los demonios, salivando de la emoción, ya se podían oír tras ella, sus patas deformes golpeando el suelo.

Cansada y herida, la joven llegó a un callejón sin salida. Una roca gigantesca le tapaba el camino. La tierra se hacía montaña en el peor lugar posible. Y ella estaba acorralada. Escapar era inútil.

Como si fuera una cría de león en un cementerio de elefantes depredada por las hienas, la joven morena miró a su alrededor.
Los depredadores habían llegado. Con gruñidos bajos, disfrutaban del momento. Salivando. Observándola consumirse de terror.


Iba a morir.

¿Sabes esos momentos en la vida en los que todo te sale mal y no sabes qué hacer para salir de allí? ¿Esos momentos en los que necesitas un ángel que te saque del Pantano de la Tristeza?

Pues ese, era un buen momento para que hiciera su aparición.
Los demonios, hambrientos, no se hicieron de rogar, y, con un rugido, se lanzaron a por su presa.

La mesa estaba servida.
La suerte estaba echada.

Y entonces fue cuando lo oyó.
Viento revolviéndole el negro cabello.



Y el grito emocionado que tantas veces había oído.

Una figura más bien corpulenta se encontraba de espaldas a ella. Una figura que conocía muy bien, con una patada voladora, acababa de derribar al demonio. Y, con un gesto de determinación, le sacó el pulgar con la pose del tipo guay.

Observó que llevaba algunas cosas en el brazo, y antes de que los demonios se pudieran recuperar, las utilizó. El traje, la máscara, la capa... Cuando quisieron lanzarse de nuevo a por ellos, el enmascarado estaba repartiendo al ritmo de una música ciertamente ridícula que no pudo hacerla por más de sonreír.

Cuando el último demonio golpeó con su feo cráneo el suelo, el extraño le hizo de nuevo la pose, y, sin decir una palabra, acabó con el demonio que a duras penas, intentaba atacarle por detrás.

Una vez vencido el problema, con insultante facilidad y aquella ridícula musiquita salida de una serie Super Sentai, el enmascarado volvió a lanzarse hacia el peñasco de donde había salido, desde donde le iluminó una luz cenital bañando su silueta de blanco, y provocando el ondear de su capa mientras ella aplaudía animada.
Los fuegos artificiales tras él hicieron el resto. Allí estaba, su ángel de la guarda, el caballero de la justicia. Listo para acabar con los malos en cualquier momento y en cualquier lugar.

- Oye, oye, que ya has abierto los ojos, que te he visto. ¡No me voy a creer que estés dormida! La musiquita volvía a empezar, proveniente de un pequeño altavoz conectado a su despertador. La pequeña se estiró como un gatito y retiró las mantas, para dejar que su madre la abrazara y le diese el beso de buenos días.- ¿Y bien? qué estabas soñando? Veo que te has levantado de buen humor.- Y, con una sonrisa en la cara, la pequeña se lo contó. Le contó cómo, todas las noches en las que le acechaban los monstruos más terribles y los malos salían del armario y bajo la cama para acabar con ella... ¡su héroe llegaba de mil y una formas distintas, ya fueran cómicas o solemnes, para salvarla de toda adversidad! Cuando abrazó a su madre, feliz ya desde la mañana, pudo verlo, apoyado en el dintel de la puerta y con su media sonrisa colgando de la boca como siempre. Porque ella sabía que, aunque creciera y se hiciera mayor, su padre siempre sería su héroe, siempre acabaría salvándole de sus pesadillas. Los dos lo sabían. Y eso le hacía feliz.

miércoles, 23 de mayo de 2012

El Arce.



Los pasos solitarios aplastaron el césped un poco más. Aún verde, la hierba palidecía. La figura de negro se adentró en el jardín, en el pequeño pedazo de pradera que había construido allí para ellos. Observó las hojas de raigrás, aún tiernas. Los dientes de león, cuyas semillas ya habían volado hacia ninguna parte.

El arce, que, con sus hojas rosáceas, parecía presidir el pequeño círculo paradisíaco.

El lugar, solitario en la nada, parecía iluminado por un débil sol primaveral, que era agradable sin llegar a deslumbrar, y caliente sin llegar a quemar.

Sonrió una vez más, evocando lo que allí había pasado, un rato antes.
El mantel a cuadros rojos y blancos. Las risas. La comida que todos habían podido disfrutar.

Un día perfecto. Un día perfecto, en medio de la nada. Aún lo recordaba vívidamente. Por una vez, los había reunido a todos. Personas que de otro modo jamás se habrían visto, habían compartido una velada inolvidable.

Y él, por una vez, había sido completamente feliz.

Pero lo bueno, si breve, dos veces bueno, dicen. Y todo lo bueno tiene que acabarse.
La pequeña isla pintada en medio del blanco se fue desdibujando. La hierba se decoloraba, desapareciendo poco a poco. Brizna a brizna.
El árbol, en el centro, aún resistía los embates del guardado.

Por mucho que nos pese, los buenos momentos terminan, y los decorados perfectos han de volver al baúl. Pero, pensó sonriendo, los recuerdos quedan.

Para siempre.
Solo un pequeño círculo de hierba rodeaba al arce japonés, que se empezaba a secar. No le gustaba aquello, no le gustaba borrar aquél lugar que le había hecho tan feliz... pero las cosas tenían un orden ineludible.

El rosa de las hojas del arce se fue extinguiendo, y su tronco fue desvaneciéndose en el blanco de fondo. Y, pronto, no quedó nada más que una pequeña plantita. Dos o tres hojas decoraban su ápice.
Y entonces, él tomó una decisión.
Con infinita delicadeza, se agachó posando una rodilla en el suelo blanco invisible y tomó la ramita con su mano derecha.

Todos los buenos momentos se acaban, es verdad.
Pero, si han sido realmente inolvidables, no se acaban del todo. Nunca.


Siempre queda una pequeña ramita, una pequeña reminiscencia de aquello que un día fue.
Siempre queda algo, que nos de la posibilidad de volver al pasado. De revivir aquellos momentos.

Que nos de la posibilidad de ser felices de nuevo.


domingo, 6 de mayo de 2012

Kanae

Ella corría por el callejón. Tenía que correr, o aquel monstruo la alcanzaría. Un monstruo salido de sus peores pesadillas, su forma humana no oculataba su verdadera naturaleza, así como su modus operandi.los callejones eran sucios y estrechos. Por allí no encontraría salida alguna, y poco después, aterrada contra la pared, oyó los pasos del depredador. Sabía que ella acabaría así, que se perdería. Con una sonrisa, alzó el cuchillo, y...

El arma cayó en un charco mentras el cuerpo del maleante golpeó el contenedor a su espalda, impulsado por una fuerza invisible. La mujer, encogida, miro a todas partes, buscando a su salvador. O salvadora.

Y la encontró. Las encontró.
Sobre uno de los tejados bajos de las casuchas de los lados, dos figuras adolescentes se erguian orgullosas. La lluvia no dejaba ver sus rasgos, pero achicando un poco los ojos pudo ver que las dos eran chicas, con sendos chubasqueros. Una de ellas, con el pelo largo y castaño, sonreía confiada. Parecía ser la mayor. A su lado, y con un gorro por la frente una chica pelirroja también intentaba aparentar coraje. La mujer les dio las gracias, sin percatarse de los hilos transparentes que se movían por el aire. Otro día más, kanae y rioco habían salvado la situación!

- Jajaja, me gustan mucho las historias de esas dos, son muy diver!
- pues ya verás cuando mañana te cuento la que le liaron a su profesora Jean...
- sí? Jajaja, estoy impaciente!
- Recuerda, kanae te protege por las noches y no quieres enfadarla, verdad?
La niña esbozó una sonrisa de oreja a oreja. -Pues claro que no! Jajaja ya me voy a dormir!

- Eh, eh,, eh. Primero el beso.
- Eh? Ah, claro! Buenas noches, papá.
El, devolviendoselo, sonríe con infinito cariño. Le amo.
Sin percatarse de mi presencia, sale de la habitación en silencio, es genial inventando historias para los peques.
Como de costumbre, parece guiñarle el ojo a algo al pasar. Cuando desaparece en la sala de estar, sonrió y me deslizó hacia ahí yo también. No puedo evitar echar una mirada al rincón... Y, con una muda sorpresa, descubro a una niña pequeña, de no más de 10 años. Su uniforme de colegio y su faldita están inmaculads, y su piel es blanca. Se cubre el pelo rojo con un gorro azul, y sus verdes ojos acompañan a su sonrisa. Parece querer decirme: "cuida de él, vale? Te lo dejo a ti". Tras unos instantes de sorpresa, le devuelvo la sonrisa. Tranquila, kanae. Lo cuidaré. Lo cuidaré por ti igual que tú lo harías.