lunes, 26 de noviembre de 2012

La casa de Helia


Les propongo una cosa. Vamos a acercarnos a esa casa pequeñita bañada por la luz solar artificial, en Helia, y vamos a observar lo que ocurre en ella por la ventana. Quizás encontremos algo interesante. Pero, ¡cuidado! O nos descubrirá ese ser que, chirriando, manipula unas herramientas con las que controla el fuego, el fuego creado por los seres inteligentes para ocuparse de los animales…

Will agitó la sartén de nuevo, removiendo la tortilla para que no se pegase y canturreando una canción apenas audible por encima del silbido del aceite. Sus junturas y engranajes, invisibles bajo ese nuevo atuendo que le habían dado y el mandil de chef con bolsitos, se quejaban ligeramente.  El hecho de que Will no fuera humano sino un ser positrónico, un robot, había hecho que, a pesar de pasar varios años en la nieve de Inverna, sin hacer otra cosa que dar vueltas sobre su existencia y su creador, no olvidase cómo hacer una buena comida. Sus habilidades de Chef habían sido bien apreciadas por los Dueños en el ejército en el que había servido, y las habían potenciado, de manera que ahora, Will era todo un cocinero… Aunque todo hay que decirlo, un poco oxidado. Lo cual quedó patente en el momento en el que llegó una niña a la que parecía que la hubiesen acelerado.- Hooola Willy! Le dijo sorpresivamente, y esto hizo que al androide se le cayera más líquido del que estaba echando de la cuenta por el susto, lo que produjo unas llamas repentinas. Sobresaltado, Will retrocedió un par de pasos, dejando a la vista la articulación desnuda de metal de su tobillo. – Oye, no me des esos sustos!- La riñó, enfadado.- Y lávate las manos.- Cuando ella hizo un mohín de disgusto, él añadió:- Ya sé que no te puedes infectar, pero aún así lávatelas. Te vi jugando antes en el barro. Venga, antes de que llegue…- Un estruendo le interrumpió, seguido de un gruñido.- Quien coño ha puesto esta mierda en el… en el… que cojjjjj- los pasos se oían tambaleantes y cuando el hombre entró en la cocina se entendía por qué. Will soltó un suspiro cuando el cazador tomó otro trago de la botella de licor.-… casa, llena de trastos… TRASTOS!- gritó repentinamente, tirándole la botella a Will. Éste la cogió al vuelo y, mientras Van se tambaleaba, ebrio, echó parte del contenido de la botella en el plato que preparaba.- Mejor sabor, mejor sabooor…- Canturreaba.- Oye. Esa es mi botella. Oye oyyyeee…- Murmuró el hombre envejecido, apoyándose en la encimera.- Deberías dejar de beber tanto, tío Vany.- Dijo despreocupadamente la pequeña, que también era un androide.- Algún día te va a sentar mal.- ¿Maal…? Tonteríass… Soy un ángel, entiendess…? Aunque no. Pero esstoy perrfetamente. – La pequeña fue a llevar las cosas para la comida del cazador a la mesa, aunque éste seguía apoyado en la cocina de cualquier manera.- Oyye tú.. chatarra… ¿qué es eso que huele tan bien? Estas cocinanndo…- Will le señaló el plato que ya estaba en el carrito listo para ser servido,  mientras miraba el libro de recetas.- Es un plato que seguro le encanta señor. Se lo hacía a los oficiales y no tuvieron ninguna queja. Incluso repitieron.- Oficiales…- Y ya empezaba de vuelta. La absurda manía de Van de despotricar contra los altos mandos de cualquier organización era casi tan recurrente como la de Will con su existencialismo, sobre todo en estado de ebriedad.- Essos malditoss oficiales siempre… siempre… ¿Qué decía…?- Sin embargo, toda la fuerza se le había ido por la boca, y cuando la peque se lo quiso llevar hacia la mesa no opuso resistencia. Cuando el carrito llegó hasta allí, precedido por el robot, también pareció interesarse por la comida.- Hoy encontré este helado barato en el mercado… espero que le guste señor.- Dijo mientras agarraba la mano de Rioco para evitar que picase higos.- Hoy nada de eso señorita. Es el cumpleaños del señor Helsing y toda la comida es para él.- En ese momento el susodicho cazador se puso serio.- chatarra, quiero que seas sincero conmigo… ¿te lo estas pasando bien en la casa?- Rioco, que estaba sacándole la lengua a will en ese momento se giró, sorprendida por la repentina pregunta personal que había hecho el cazador, y volvió a mirar a Will para oír su respuesta. Éste frunció el ceño, pensando. Hasta se habrían podido oír los mecanismos de su cerebro chirriar, y todo. Pero no. Después de unos instantes, sonrió.- Aquí puedo hacer lo que mi programación dice que me gusta hacer. -Y Rioco, mirándolo y mirando también al cazador, esbozó una enorme sonrisa también.