jueves, 26 de enero de 2012

Noche cerrada

Haces fuerza para abrir la reja de acceso a tu residencia, esquivando al viejo drogadicto borracho que, después de llamarte maricon, prosigue su camino trastabillando. A las cuatro de la mañana, a cuatro grados bajo cero y después de una noche de estudio, no estás para tonterías. Cruzas un par de palabras con el portero de la residencia, aprietas el botón de tu piso. Tras cruzar el pasillo solitario, abres con cuidado la puerta de tú habitación. Tú compañero duerme y no quieres despertarlo. Frotándote las manos para entrar en calor, dejas la mochila en su sitio y te quitas el abrigo en silencio, utilizando el móvil como linterna. Te sientas en la cama, y, pulsando un botón, la pantalla se enciende, mostrando unas palabras que antes no estaban ahí.
-"Bienvenido!"

Sonríes.

domingo, 22 de enero de 2012

Usshak

Abrió de nuevo la consabida plancha de metal, para encontrarse con una habitación muy similar a la que ya había visto. Sin embargo, un par de detalles la diferenciaban de la anterior.
Por ejemplo, las paredes ya no eran de áspero ceçento sino que estaban forradas por madera. En vez de la mesa de ejecutivo de la última vez, ante el ventanal había un sofá. De hecho, el paisaje está vez daba a un río con vegetación y arena, lo que conncordaba con el grave rugido de fondo. Estaban en un barco.
Las paredes tampoco estaban vacías, a su izquierda había una orla en un cartón, con varias fotos de personas. Un poco más allá, había una librería.
-Pasa. -Dijo la figura sentada en el sofá. La luz del Nilo le iluminaba desde atrás, ocultando sus rasgos. Sin embargo, se adivinaba. Era él.
Ella se adelantó un poco, pero en un impulso echó un vistazo a su derecha. Además del armario y del gramófono antiguo, que ahora estaba en silencio, había una puerta que no había visto la última vez: Negra y senxilla, en ella sólo destacaba un cartél dorado, con una R decorada grabada. Antes de que siquiera pudiera hacer ningún ademán, él se le adelantó. -Sólo una persona tiene potestad para entrar ahí, y tiene su propio acceso. Ven aquí, siéntate y toma algo.- Cuando fue a sentarse, tras echar un vistazo a las paredes, vio ina máscara blanca y un protector ninja que estuvo tentada de examinar, pero que no tenía ningún símbolo.
En su lado de la mesita baja había otro vaso de cristal con un líquido dentro, que también tenía hielos. No estaba segura de querer probar esa bebida, así que se sentó en el sofá que había frente al mirador y miró a la cabeza, cuya silueta, oscura, se recortaba contra el río.
Un río cuyas aguas, tranquilas, se deslizaban tan cerca que ella estaba segura de que si estiraba la mano, la hundiría en sus aguas. La vegetación de la orilla se mezclaba con mangas de agua que la regaban, los arbustos de corte tropical se amontonaban en la parte más alejada. La escena, que transcurría tranquila, dejaba entrever una temperatura cálida sin llegar a ser agobiante, mediterránea, agradable.



Él la rescató de sus pensamientos:- La penumbra. Ese punto en el que no hay demasiada luz, ni está todo oscuro.- Dejando el vaso en la mesa, abarcó toda la sala con un gesto de los brazos.- Cuando hay demasiada oscuridad, aunque nuestros órganos sensoriales descansen, no podemos ver nada. Estamos indefensos. 
Por el contrario, en el exceso de luz no encontramos nada más que ceguera, dolor. Tampoco se nos permite ver nada.

Sin embargo... Sin embargo en la penumbra encontramos ambas cosas- Subió el tono de voz mientras se levantaba de golpe.- ¡La penumbra nos permite ver lo que ocurre a nuestro alrededor, con un velo igualador que nos hace verlo todo en blanco y negro sin dejar ver ningún color!¡La penumbra es justa e igualadora! ¡Nos permite ver además de descansar la vista!- terminó su arenga, aparentemente exaltado, pero sin embargo, no se volvió a sentar. Se movió hacia la penumbra, la oscuridad, hacia sus dominios. Un cristal reflejaba la luz, permitiéndole ver dónde había ido. La tortuga que había dentro no era tan grande como la otra vez, sin embargo su tamaño también era considerable.- La vida está hecha de pequeñas cosas. Nada más que pequeñas cosas. ¿Sabías que el sexo de las tortugas depende de la temperatura media del nido? ¡Una cosa como el sexo, depende de la temperatura del nido!- La idea debió parecerle muy divertida porque acto seguido las carcajadas resonaron en el cuarto, mientras volvía a su sitio, cayendo en el sofá pesadamente.- Tengo que comprarme un trono- Comentó como quien no quiere la cosa. Bebió otro sorbo de la bebida, tranquilo.- El mundo está construido de átomos, de pequeñas cosas. Y nosotros, apenas una mota de polvo en el universo, sin embargo, nos creemos que somos tanto...- Ella se preguntó a dónde quería llegar. La tortuga nadaba hacia la pared de cristal, golpeando con los bordes del caparazón y haciendo unos golpecitos muy rítmicos.- Sin embargo, para conservar lo que somos, para no perder aún más de lo realmente pocos que somos, todos necesitamos un espacio. Ya sea físicamente o aquí dentro-se señaló la cabeza significativamente- todos nosotros tenemos nuestro propio espacio, un lugar en el que sólo nosotros podemos entrar. Nuestro hogar. Un hogar al que nos retiramos para pensar. Nuestro santuario. Un lugar que es sólo nuestro. 

Nuestro corazón. Nuestro usshak.- Ella miró a su alrededor. Ahora lo entendía. Aquél lugar no era un sitio que él tuviera preparado como base de operaciones. Por eso no había visto ningún ordenador allí, ni televisión. Aquellos aparatos te conectaban con el mundo exterior, y este lugar era precisamente lo contrario. Un lugar para aislarse. El único acceso al exterior era la puerta por la que había entrado, pensó. Y la otra puerta... volvió a mirarla. Aún en la penumbra, la puerta parecía devolverle la mirada con un brillo dorado. Y creyó entender a dónde daba aquella puerta. Quién tenía potestad para entrar allí.
- ¿Sabes?- Dijo él alzando el brazo, como para brindar, y obligándole a coger el suyo.- Cuando yo entro aquí, ¡también veo la silueta!¿No es fantástico? Ja, ja, ja...- volvió a Reír mientras brindaban. Ambos tragaron el vaso de un solo golpe, como en un extraño contrato. Azucarada, sin embargo la bebida tenía un tono picante. La dejaron en la mesita al tiempo. -¿Y bien? Qué te parece mi pequeño cuarto de las excentricidades? ¿Mi pequeño Usshak?- Ella asintió mostrando su conformidad, pero había algo que no acababa de pillar.- Si éste es tu Usshak, tu santuario, un lugar en el que nunca nadie puede entrar... ¿Cómo es que me has permitido entrar a mí? ¿Es que yo...- Fue interrumpida por una carcajada de su anfitrión, que se levantó. - ¡Eso es lo maravilloso de la mente humana! ¡Quién diría que en una pequeña mota de polvo podría haber tantas cosas!- Se giró hacia la ventana, quedando de espaldas. El Nilo se hacía más brillante por momentos.- Estás aquí... ¡pero no estás aquí! Cuando despegues los ojos de la pantalla, volverás a tu realidad, a tu absurdamente normal realidad, y te darás cuenta de que nada de esto es verdad. ¡Pero sí lo es!- La luz empezó a tragarse su silueta.-Porque, piénsalo un poco... ¿Dónde está la verdad?

viernes, 20 de enero de 2012

El túnel.

Caminó por el túnel en penumbra, dejando atrás el fuego y el estruendo. La gente gritaba y agitaba palos. Algunos tenían fuego en un extremo. Sus pasos empezaron a resonar cuando pisó un charco. Notaba el brillo del fuego y el estruendo de la multitud enfurecida lejos, a pesar de que no habría caminado diez metros. Notó cómo el pasillo se iba elevando bajo sus pies, y siguió caminando, intrigada por ver qué es lo que había al otro lado. Por ver todo lo que había al otro lado. ¿Estaría allí? No, ella ya lo había visto en las manifestaciones, junto a la multitud. Como todos.
Pero, entonces, ¿Qué quería que viera? Como quien le insinuaba que guardaba un secreto sin dárselo a entender cllaramente, le había indicado el viejo túnel del tren. Las vías viejas, oxidadas, hendían la roca como el cuchillo de un carnicero, horadando la montaña de lado a lado. Al menos, eso había sido cuando aún funcionaba. Ahora los derrumbamientos la habían vuelto impracticable. Así que, ¿qué querría él allí? Después  de indicarle la dirección de la gruta y hacerle el símbolo del silencio, se había vuelto a erguir entre la multitud y había seguido agitando el puño en señal de protesta.

Con la linterna enfocó varios metros hacia delante, topando con un derrumbamiento. Era imposible que alguien atravesase ese lugar. No podía seguir. Lo que él le había indicado, al parecer, estaba condenado a permanecer en el olvido.
Se dio la vuelta, dispuesta a volver a marcharse y fundirse con la furiosa masa de personas de nuevo, pero un brillo llamó su atención.

En una de las paredes había una puerta.

Vieja, de madera, la puerta estaba cubierta de polvo, y su pomo tenía óxido. ¿De dónde había llegado aquel brillo?
La penumbra no inspiraba mucha confianza sobre aquella puerta, así que decidió volver a unirse a sus enfurecidos compañeros, pero de nuevo otro brillo le hizo volver la mirada hacia la puerta y encaminarse hacia ella. La curiosidad mató al gato, supuso. Supuso que cualquier otro habría vuelto a la algarabía, pero no podía permanecer ajena al misterio ¿Qué había....? Cuando llegó a la puerta, advirtió que había un botón. Sin más.
Un botón blanco,  sin ningún tipo de indicación, decoraba el centro de la puerta, a la altura de la mano. Miró a ambos lados, no había nadie. En dirección a la salida aún había un brillo rojo. Se oían las voces de los demás fuera.

Apretó el botón.

La puerta se abrió, mostrando unas escaleras, a lo largo de las cuales se fueron encendiendo unas luces iguales que las de una mina, sujetas por un cable  a la pared.

Escalón a escalón, subió la escalera. Ya que había llegado hasta allí, no se iba a echar atrás. No era de rendirse fácil.

Al fondo vislumbró una puerta, alumbrada por la tenue luz parpadeante de los faroles de la pared. Ya no se oía nada.

Una puerta fría, esta vez de acero, que pegaba con aquella gruta en la que se encontraba.

Frunció el ceño, con decisión. Fuera lo que fuera lo que él le hubiera indicado, se encontraba detrás de aquella puerta. Y lo iba a averiguar.

Lentamente, con un sonido de engranajes, la puerta comenzó a abrirse. Notó una corriente de aire fresco escaparse, dándose cuenta del calor que hacía allí dentro por vez primera.

El interior también estaba en penumbra, pero justo enfrente había un gran ventanal que daba algo de luz.

Y, delante de este ventanal, una figura observaba el exterior.
Él dejó el vaso en la mesa que tenía detrás.
Su silueta se volvió de frente hacia la puerta, mirando directamente al visitante.
- ¿Te lo estás pasando bien?

Cuando éste se acercó al ventanal por inercia, vio lo que observaba su anfitrión: Las multitudes, enfurecidas, lanzaban explosivos y balanceaban carteles y palos.
Él sonrió, mientras se apoyaba en la mesa y miraba a los manifestantes. Entonces las sombras se aclararon y ella pudo ver un poco más la habitación, y a su anfitrión.

La bóveda de cemento hacía pensar en una celda, las manos rojas que la manchaban no tenían muy buena pinta, al igual que el gramófono cuya campana dejaba oír una canción que sonaba antigua, de fondo.
Al otro lado había un pequeño estanque, que más bien era un charco, con un bulto en el que él fue a sentarse y que, aunque al principio parecía una piedra, luego resultó ser una tortuga de anormal tamaño, que sacó la cabeza perezosamente para observarla.
Entonces, se fijó en él. El que le había enviado allí. La respuesta se formuló casi al tiempo que la pregunta, al ver un aparato en la ventana que parecía mover un sistema de hilos que salían de allí, una cruz como las que se utilizaban para manejar a las marionetas.
Sin embargo, la versión de allí de su amigo era algo diferente de la que había visto anteriormente. Lo primero que llamaba la atención eran los ojos, que en vez de ser normales, eran completamente negros y con iris amarillo. Una excentricidad más en aquella extraña cámara en la que él se parecía sentir a gusto. Una mesa con algunos papeles estaba ante el ventanal, dándole a quien se sentara una buena perspectiva de los acontecimientos de fuera una vez se girase.
Él repitió su pregunta:- ¿Te lo estás pasando bien?- Al ver que ella, confusa, no respondía, señaló a la ventana, levantándose y volviendo allí. - No durará mucho más. En unos cuantos meses, apenas nos acordaremos. Es una de las cosas que tiene el mundo.-

Ella se dispuso a replicarle, enfadada. Hasta ese momento había creído que él apoyaba todas aquellas revueltas. Todos estaban unidos, ¿no?. Él pareció leerle el pensamiento.- En realidad sólo es un pequeño hobby, quiero decir, tengo que entretenerme con algo.
Su silueta y sus desconcertantes ojos observaban fríamente la multitud.
- Todo esto es temporal. Instantáneo, si me permites una perspectiva más amplia. Una instantánea explosión de energía, que se apagará igual que empezó. Porque para eso estaba diseñado. 
Los que han provocado todo esto lo sabían. Son profesionales, por dios. Aunque os parezca que no, saben lo que hacen y las reacciones que provocan. 


Todo esto... Las detenciones... los derrumbamientos... no son más que un entretenimiento.- La miró, aún de espaldas, su cara se reflejaba en el cristal.- Tienen que hacerlo. Mantener a la masa entretenida. No hay animal cuya respuesta sea más predecible que la multitud humana.

Volvió a coger el vaso, y bebió un trago, ofreciéndole otro igual, a lo que la visitante reclinó. Él se encogió de hombros, haciendo tintinear sus hielos.
-"El mundo está cambiando", dicen. Idiotas. El mundo cambia tan rápido que ni siquiera ven las consecuencias de esos cambios. No tenemos que fijarnos en eso. Tenemos que fijarnos en los grandes, en la tendencia de los cambios. En como cambian los cambios. Ya lo sabes, ¿verdad?- Sin saber qué hacer ni donde sentarse, la visitante le miró, interrogante. Él pareció darse cuenta, y le señaló el caparazón de la gran tortuga, que había vuelto a desaparecer en su interior.
Sin muchos ánimos ella se sentó, dispuesta a escuchar todo lo que tuviera que decir.

- Todo esto no es más que un pequeño entretenimiento, un juego con el que mantenernos entretenidos.- Ella se volvió a indignar. ¿Cómo era posible que pensara eso? ¡La libertad de las personas estaba en juego! Ni siquiera hacía caso a la tortuga, que ahora olfateaba sus pantalones.- La libertad de las personas está intacta. Lo que han hecho ha sido simplemente coger una de las pelotas grandes de la caja. Se la puedes intentar quitar, pero hay otras muchas. Sólo están removiendo el patio un poco. Y la gente está respondiendo.Como era previsible.- Por mucho que le fastidiase la idea, ella misma había hablado a los demás de la predictibilidad de la masa... Se enorgullecía de ser diferente, pero en aquella empresa no hacía más que seguir al resto, como el resto también seguían al rebaño.

- No vale la pena.- Dijo él, mirando al tumulto de fuera.- No vale la pena agitarse por esto. Cosas puntuales. De acuerdo, es divertido hacerlo durante un ratito. Indignarse . Dejarse llevar por el entusiasmo general y la adrenalina.
Los gritos y golpes sonaban, de nuevo, como acercándose.
- Pero recuérdalo. Esto es sólo un pequeño paso. Este hecho puntual no importa. Lo que importa son los cambios a nivel de la estructura del mundo. Porque la masa va a seguir siendo la masa. Así que lo más inteligente es sentarse, y disfrutar del espectáculo.
Y, dicho esto, lo hizo. Se sentó en su gran sillón con orejas, y lo giró para mirar a la ventana, con el vaso con hielos que tintineaban. Su silueta se recortaba de nuevo contra la luz de fuera.

El sonido de voces, gritos y caos se hacía cada vez más palpable.- No sé qué querrás hacer- dijo él, de espaldas. Sólo se veía su silueta en la luz del ventanal, como un halo que envolvía a su protegido en un escudo de luz. El paisaje urbano más allá del ventanal desapareció, dando lugar a una luz brillante que sólo dejó ver una silueta en negro de su anfitrión.- Pero sé lo que yo te aconsejo. Siéntate y ponte cómoda... Y observa cómo cambia la estructura del mundo.


De repente, abrió los ojos, sobresaltada. La gente gritaba, a su alrededor, agitando palos y carteles, así como algunas antorchas. El griterío no le dejaba pensar con claridad. La maraña de gente la alejaba del túnel que él le había dicho que visitara...

sábado, 14 de enero de 2012

Raros no tan raros

A diferencias de las últimas entradas, con un poco de historias hoy venía dispuesto a reflexionar un poco.
Parece ser que últimamente está produciéndoseun extraño fenómeno en la sociedad, al menos entre los jóvenes, debido a la proliferación de ciertas páginas humorísticas.
De un tiempo a esta parte.todo el mundo sabe lo que es un motivator (no digo ya "carteles de Cuanta Razón" para preservar su dignidad mínimamente), todo el mundo puede presumir de ser el fan

#1 deL nyan-cat, y de conocer los memes como nadie. Y, claro. Vemos adv, cuantocabron y cuantarazon y somos unos frikis empedernidos. Pues no, señores, no. Lamentó tener que decirles que no, que STFU y GTFO. Y si fueran unos geek como pretenden lo entenderían. Los memes son mucho más que 4 garabatos, donde quedan löooooong cat, shoop da hoop, etc...? Por otra parte, os las daréis de super=entendidos... Me gustaría ver cuánto aguantais en su cuna, 4chan. Podria seguir hablando de los posers del anime que ni saben lo que quiere decir "manga", de los super=cinéfilos que no conocen V de Vendetta o Watchmen (300 sí, que tuvo parodia cómica) o de todas las cosas que están siendo prostituidas injustamente, pero deberías quitarte esa telaraña que te ha salido, así que finalizo mi reflexión esperando que esto de los hipsters y posers tan sólo sea una fase y "no signifique nada" como diría Ramona Flowers.